En una formidable actuación nominada al Oscar, Glenn Close encarna en Albert Nobbs a una mujer que, en la Irlanda del siglo XIX, se hace pasar por hombre para trabajar como mayordomo en uno de los hoteles más elegantes de Dublín. En un ambiente en el que las mujeres no podían aspirar a ser independientes, era la única manera que encuentra de sobrevivir y soñar con una vida más feliz.
A lo largo de la historia, algunas mujeres han decidido hacerse pasar por hombres por distintos motivos: para no esconder su verdadera identidad, para sobrevivir como ocurre todavía en la actualidad en algunos países conflictivos o simplemente, para sentirse más libres en un mundo hostil. Hace unos años cayó en las manos de Erika Barahona Ede el archivo fotográfico de sus antepasados, de su abuelo, de su tío-abuelo, de su tío-bisabuelo, de su tatarabuelo y de unos cuantos personajes más de la familia, que eran fotógrafos. La fotógrafa permanente y coordinadora del Departamento de Fotografía del Guggenheim Bilbao - que ha conseguido el International World Heritage Photo Competition o el European Award for Women Photographers en dos ocasiones- sintió deseos de visitar aquellos parajes de sus antepasados, de captar con su cámara aquellos altísimos acantilados, playas desiertas, grandes rocas y bosques profundos del Báltico que tantas y tantas veces recorrió su familia.
Para ella fue el inicio de un emotivo viaje sentimental, que derivó en varias exposiciones, en las que indagó en el referente del trabajo fotográfico que el bisabuelo materno de la artista, Karl Ede, llevara a cabo en su día de los mismos espacios. Un diálogo con el pasado, que derivó también en la publicación de By special desire (editorial Popurrit). “En realidad, tenía que haber sido el prólogo de mi libro de paisajes. Pero, la historia fue creciendo. El libro está inspirado en una historia que es, en parte, consecuencia y continuación de mis últimos trabajos sobre el paisaje y la geografía familiar, y es resultado de la investigación llevada a cabo sobre una artista singular, la famosa cantante de ópera Maria Edenska, aunque en la familia la conocíamos todos como tío Max.”, explica Erika Barahona.
Onkel Max (tío Max) aparece retratado por su primo Karl Ede con el pelo corto, cuello duro y chalina, traje y zapatos masculinos. “Es una de las personas de mayor prestigio y originalidad entre mis ancestros. Maria tenía una bella voz de tenor, dotada de una magnífica profundidad y gran tonalidad, próxima al timbre de contralto, una voz muy preciada. En 1859 debutó en la Ópera Italiana de París, con una fuerte ovación de público. Continuó su carrera de éxitos en Hannover; en Viena, en la Scala de Milán, cantó en Londres, en San Petersburgo, en Helsinki...”.
Pero su fulgurante carrera como artista duró tan solo una década a mediados del siglo XIX. “Durante esos años, de 1859 a 1869, viajó incesantemente cantando en teatros, óperas y sociedades filarmónicas de toda Europa hasta que, repentinamente, en la cúspide de su carrera, decidió dejar atrás su vida artística y retirarse al campo”, explica Erika.
permiso al zar Tenía 32 años cuando abandonó la escena artística, compró tierras y se convirtió en una terrateniente livona. Lo que fue después de la vida de la famosa cantante ha quedado en el ámbito familiar. En su retiro en Livonia, y por su expreso deseo -relata Erika Barahona- decidió pedir autorización para vestirse de hombre. En Francia existía la ordenanza llamada Travestissement, por la que se prohibía a las mujeres adoptar vestimenta masculina, si no era por motivos de salud. Durante más de un siglo, solo pidieron permiso 12 mujeres para travestirse.
“Conocedora de esta ley, Maria Edenska decidió escribir una carta al zar Alejandro en la que expresó su deseo de vestirse a partir de entonces de hombre, con el pretexto de dar largos paseos por el campo, tal vez a caballo, y encontrarse mucho más cómoda con atuendo masculino. El zar accedió a esta singular petición, quizás por el prestigio de la cantante, o porque no le resultaba extraño imaginarla vestida de Romeo o de Pierrot como se había presentado en los escenarios de media Europa”, cuenta Erika.
El cambio de Maria Edenska fue más allá de sustituir enaguas y faldas por un pantalón. Resultó ser un verdadero cambio de género. “Maria pasó a llamarse Max, Onkel Max para la familia. Nadie habría dicho que el caballero que daba largos paseos en solitario por sus tierras había sido, no mucho antes, una prima donna. Pero consideró que de esta manera era más cómodo para ella trabajar en el campo”, descubre la fotógrafa. “Mi fascinación por este tema viene de la idea de lo que significó para una mujer de su época poder observar el paisaje de acantilados y bosques frondosos, por abrupto o dificultoso que fuese el camino, con una indumentaria que no impidiese sus movimientos”.
El proyecto recoge documentos, anuncios en prensa, libretos y fotografías, itinerarios, ciertos o imaginados, pero posiblemente recorridos por Maria Edenska e inspirados en los paisajes invernales de la época en Livonia, el verano en el Báltico y el norte de Alemania, y en el repertorio musical que le acompañó en su vida artística. Una ardua investigación que ha realizado Erika Barahona durante más de dos años, y para la que ha contado también con la ayuda de una investigadora letona y una genealogista rusa. “No es cierto que se retirase del todo, he encontrado documentación que muestra cómo realizó conciertos en iglesias para causas benéficas, aunque nunca profesionalmente. No sabemos si para ello se vestía otra vez de mujer. De ella, solo tenemos una fotografía de su trayectoria como cantante de ópera. Nos la han enviado desde Letonia, mi familia jamás la había visto vestida así”, explica Erika. “Lo cierto es que desde que se retiró siempre fue aceptado como un hombre, tanto por la familia como por la sociedad. Les parecía lo más normal”, relata Erika.
El título del libro, By special Desire, alude a las piezas especiales de canto, que en los conciertos de la Royal Philharmonic Society en Inglaterra, eran introducidas en el programa por expreso deseo del patrocinador.
paisajes Erika Barahona se licenció en Geografía e Historia, y un año después, en Bellas Artes. Su madre es fotógrafa, y ha estado haciendo fotografías desde los seis años. Barahona Ede decidió dedicarse profesionalmente a ella en Berlín, coincidiendo con su trabajo para el Senado de la capital alemana. “Me fascinó la ciudad y empecé a retratar paisajes urbanos. Allí fue cuando me decanté totalmente”, confiesa.
Poco después, la revista Geo en su edición alemana le encargó unas fotografías sobre el edificio de Gehry que se estaba construyendo en su ciudad natal, en Bilbao. Fue su primer contacto con el Guggenheim, con el que ha mantenido una estrecha vinculación desde entonces, ya que meses más tarde, se convertiría en la fotógrafa permanente y coordinadora del departamento de fotografía del museo. Por sus cámaras han pasado los creadores más prestigiosos del panorama internacional como Serra o el propio Frank Gehry.
Confiesa además que le fascinan los paisajes, muchas veces, imposibles. Como los que recorrió su familia en el Báltico y con los que dio forma a su exposición Grüße von Nah und Fern, que se presentó en BilbaoArte . “A raíz de esta exposición, visité en Riga dos museos para investigar en sus archivos. Iba buscando fotografías realizadas por los miembros de mi familia, y encontré un montón. Fue entonces cuando en uno de ellos me propusieron realizar una exposición conjunta con mi difunto tío-bisabuelo, conjugando las fotos que ellos tienen en sus archivos con mis obras. Les dije que sí de inmediato”.
By special desire, que incluye textos en castellano, inglés y letón, se presentará también en Letonia.