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Leza, una joya entre viñedos

De los dólmenes prehistóricos al barrio bodeguero de La Lombilla, realizamos un recorrido por la esencia de esta localidad de Rioja Alavesa

Leza, una joya entre viñedosWikipedia-Zarateman

Con apenas dos centenares de habitantes, su sustento gira en torno al cultivo de la vid. Leza invita a detenerse a observar el mundo con la calma que le otorga su historia centenaria. Sus visitantes encontrarán en su trama histórica, arquitectura singular y entorno natural motivos suficientes para planificar una estancia más pausada y vivencial. 

Historia, patrimonio y bodegas

Enclavada a los pies de la Sierra de Toloño, esta población destaca por sus casas renacentistas blasonadas del siglo XVI, vestigios de un pasado noble que aún fluye por sus calles y plazas. Su parroquia de San Martín es especialmente notable; de estilo gótico-renacentista, exhibe una portada isabelina, una bóveda estrellada, y retablos barrocos y neoclásicos. A pocos pasos del núcleo urbano se encuentra el dolmen de El Sotillo, descubierto en 1956. Se trata de un monumento megalítico funerario, uno de los más importantes del territorio, que llegó a albergar los restos de 13 individuos.

La iglesia de San Martín en Leza

La Lombilla

Si quiere conocer la amplia oferta vitivinícola de Leza, es de visita obligada la colina conocida como La Lombilla. Allí se agrupan la mayoría de sus bodegas, muchas de ellas horadadas en la roca que sirvieron en su momento para la elaboración de vino. 

En este entorno, puede descubrir un atractivo enoturístico singular, con bodegas que combinan tradición y modernidad: desde proyectos familiares como Ramón Gutiérrez (Patxontxo), Aitor Iza o Aiurri, hasta propuestas más completas como Bodegas Lozano, con visitas, catas y restaurante, sin olvidar a Hermanos Laredo Villanueva. 

Riqueza paisajística en Leza

El entorno de Leza no se entiende solo a través de sus monumentos o bodegas. La naturaleza también aporta su relato, con rincones de enorme valor ambiental como el Lugar de Interés Comunitario de la Sierra de Cantabria, El Encinedo o El Quejigal. Estos parajes son vestigios de los antiguos bosques de Rioja Alavesa, hoy muy reducidos por el peso histórico del viñedo y la agricultura intensiva. De ahí que su valor sea doble: por un lado son testimonio de una vegetación primigenia y, por otro, son refugio para una fauna que encuentra en ellos uno de sus últimos hábitats en Álava.

Muy cerca de Leza se puede acceder, a través del puerto de Herrera, al Balcón de La Rioja, mirador privilegiado de la comarca.

Si decide a detenerse en esta localidad, disfrutará del enoturismo local sin prisas: una tarde recorriendo La Lombilla, respirando historia en la iglesia de San Martín, visitando la ancestral necrópolis megalítica de El Sotillo, y saboreando un vino genuino en alguna de sus bodegas. 

Una oportunidad de reconectar con el paisaje, disfrutar de la arquitectura escondida, vivir las tradiciones y, al final, entender que Leza se bebe, camina y escribe con pausas.