La Fiesta de la Vendimia llega a Leza en un año de cosecha complicada. El alcalde, Ignacio Gallo, comparte cómo el pueblo afronta el reto y el significado de esta jornada de reconocimiento.
La última vez que Leza celebró esta fiesta fue en 2007. ¿En qué ha cambiado desde entonces?
Ha cambiado mucho relativamente. Hay cambio generacional, por supuesto, pero, en su esencia, Leza sigue siendo un pueblo de gente agricultora que trabaja las viñas. Vamos creciendo poco a poco. Tenemos ahora tres casas rurales y pronto habrá varios apartamentos turísticos. Hemos arreglado la piscina, los vestuarios y algunas calles. Y estamos trabajando para arreglar la travesía, que ahora mismo es peligrosa. Son proyectos a varios años, pero, poco a poco, vamos entrando en el siglo XXI.
¿Cómo se organiza la fiesta de la vendimia y cómo y cómo se consigue implicar a sus vecinos?
Hemos tenido suerte, relativamente. Me explico. El año ha sido horrible para los agricultores. Ha habido piedra, mucho mildiu… Se han reducido considerablemente los kilos que se pueden recoger. En Leza, creo nos toca entre 3.500 a 3.600 kilos de recogida de uva. Muy inferior a otros años. Va a haber un pequeño desastre. Pero con la fiesta, el retraso en la vendimia ha permitido que muchos vecinos puedan colaborar en la organización. Por suerte, hemos tenido grupos de bastantes personas organizando el tema de los aparcamientos, la gente joven se ha encargado de las txosnas... La implicación de la gente ha sido muy buena.
También es esencial la colaboración con la Cuadrilla.
Sí, por supuesto. Se han portado muy bien con nosotros. Todo el tema de organización, gestionar invitaciones, prensa... La Cuadrilla lo cubre. Pero llegan hasta donde llegan y todo lo demás, que no es poco, lo hacemos nosotros. Montar los stands, las decoraciones del pueblo... Son cosas que solo nosotros podemos hacer.
¿La cata cuenta con presencia de Leza?
Sí, por supuesto. Las cinco bodegas participan en la cata comentada de las 12 con Mikel Garaizabal. Son Bodegas Aitor Iza, Bodegas Patxontxo, Bodegas Lozano Bodegas Aiurri y Bodegas Amare. Han dado vinos para que la gente pueda participar en la cata.
¿Qué actividades destacaría del programa?
Es difícil destacar una sola porque hay actividades para todos. Para las personas que vienen para el pregón y la cata de vinos, la que se queda a comer y aprovecha los stands para comer pintxos y beber, las actividades de aizkolaris y el partido de pelota, y luego, ya por la tarde, desde las 17.00 hasta las 23.00 horas hay un Dj y fiesta. Hasta que el cuerpo aguante.
¿Qué representa para usted la fiesta de la vendimia?
Es una fiesta que dignifica y promociona el trabajo de los agricultores. Y este año, que ha sido muy muy difícil, la fiesta cobra más significado por todo el esfuerzo, el trabajo y dedicación que les ha supuesto. Es la oportunidad de darles la visibilidad y reconocimiento que se merecen. Para mí lo esencial es dar visibilidad al trabajo que hay detrás de cada viña: el cuidado diario, el esfuerzo de quienes apuestan cada vez más por el cultivo ecológico. Cuando vamos al supermercado y cogemos una botella, rara vez somos conscientes de todo ese trabajo previo. Y eso es lo que realmente hay que poner en valor.
¿Falta promoción?
Creo que sí. Ten en cuenta que Rioja Alavesa es una zona de monocultivo. El vino de Rioja Alavesa es muy conocido. Eso es indiscutible. Pero falta pedirlo y consumirlo.
¿Qué sensación le gustaría que se llevaran los asistentes al volver a casa?
Sé que en una fiesta como esta de la vendimia la gente viene a pasarlo bien, a beber vino y a disfrutar, y es lógico. Pero ojalá que, más allá de un solo día de celebración, se lleven un mensaje claro: que siempre que puedan pidan vino de Rioja Alavesa. Detrás de cada botella hay personas que luchan, se sacrifican y cuidan cada detalle para ofrecer un producto excelente. Da igual si alguien prefiere un vino de dos euros o de noventa: lo importante es que, en la medida de lo posible, apueste por el vino de nuestra tierra. Si eso se consiguiera, me sentiría inmensamente feliz.