A vista de dron, de helicóptero, de plano cenital, incluso en un vistazo lateral, si acaso superfluo, a la Vuelta que comienza en Turín se le aplana el gesto, achatada por lo que parece pero que no es del todo. “El perfil de la Vuelta engaña a simple vista. Si uno se queda en la superficie observa una carrera que parece más sencilla, donde hay mucho unipuerto, pero si se mira al detalle todo cambia”, describe Xabier Muriel, director de rendimiento del Movistar, cuando analiza bajo el microscopio, aunque sin olvidar lo macro, el trazado de la competición.

“Para mí se tienen que diferenciar dos cosas en la Vuelta: por un lado la riqueza táctica y por otro el desgaste físico que supone”, expone el técnico guipuzcoano después de estudiar el tuétano de la carrera.

“En cuanto al juego táctico es cierto que la carrera, en base al recorrido, no ofrece muchas alternativas, principalmente por la orografía, porque es complicado dar con encadenados de montaña potentes. Eso implica que esos movimientos tácticos pierdan escenarios que los posibilitan. En ese aspecto no es una carrera que ofrezca mucha riqueza táctica”, determina Muriel. 

Xabier Muriel, director de rendimiento del Movistar. Movistar Team

La falta de posibilidades para el ajedrez en el tablero de la Vuelta, 3.151 kilómetros repartidos en 21 etapas, ausente una montaña más hiriente, no implica, según Muriel, que la competición carezca de dureza.

“Hay más desgaste que el que parece a simple vista. De hecho, son muchas las etapas que acumulan desniveles por encima de los 3.000 metros y eso siempre hace mella en el organismo. Tal vez no sobresalgan grandes puertos, pero las jornadas con esos desniveles hacen que la fatiga esté muy presente, más si cabe con las velocidades a las que se está rodando”. “Físicamente creo que se trata de una Vuelta dura, aunque tácticamente le falten alicientes, o terreno para poder jugar más a nivel de estrategia”, sugiere Muriel.

El de Zaldibia fija el comienzo “real” de la carrera cuando queden atrás las tres etapas iniciales en Italia, en la región del Piamonte, y la que conecta con Francia antes de tomar vuelo para adentrarse en suelo peninsular.

“Desde mi punto de vista, salvo sorpresa, el arranque lo fijo en la crono por equipos del quinto día. Es una contrarreloj de 20 kilómetros y no debería marcar muchas diferencias, pero servirá para poner algo de orden”, destaca el guipuzcoano. 

Ese será el punto de ignición de la Vuelta, que subirá al monte en la sexta jornada, con el final en Pal, en Andorra. Aguardan Santigosa y Toses antes de entrar en territorio andorrano y subir La Comella para concluir en Pal.

“Para mí es una de las etapas clave de la competición porque el primer día de montaña siempre marca de un modo o de otro. Será uno de los días para los de la general”, estima Muriel.

El día siguiente aguarda otra escena de montaña, con las ascensión a Cerler. Después de dos capítulos en las alturas, la Vuelta se encaminará hacia Zaragoza en un trazado sin accidentes geográficos. “Sobre el papel es una etapa sin problemas en cuanto a orografía, pero la dificultad está en la posible aparición del viento. Siempre que se corre por esa zona se busca crear abanicos, se va con esa idea, pero todo depende del viento. Con esa misma perspectiva se afrontará la etapa de Salamanca”, concede Muriel.

Antes de concluir el primer bloque de la Vuelta, el modelo unipuerto como remate de la etapa se subraya en Valdezcaray. “Una etapa en la que no hay secretos, con un final en alto, pero sin mayores alicientes. Un puerto sin mucha dureza para los mejores y un patrón de etapa que se repite en la Vuelta”, indica el del Movistar. 

Nafarroa y Bizkaia

Saboreado el primer día de descanso en Iruñea, el protagonismo lo adquiere Euskal Herria, con dos etapas. La primera se enraíza el martes, 2 de septiembre, en Nafarroa, con el final en Larra-Belagua, y que reproduce el sesgo de la cartografía unipuerto sobre un recorrido de 168 kilómetros con salida en Sendaviva.

“Es un puerto interesante, con una zona dura, pero no como para hacer daño a los de la general”, describe Muriel sobre la etapa navarra de la Vuelta, que entronca con el final de 2023. Un día después y sobre un kilometraje muy similar, 158 kilómetros, Bizkaia acoge la carrera con una jornada de media montaña con salida y llegada en Bilbao.

“Es un día nervioso, con varias subidas, y con el muro de Pike Bidea como punto clave. Tiene el aspecto de las clásicas y acumula más de 3.000 metros de desnivel, pero el elemento sorpresa de Pike Bidea ya se conoce. Aún así es una etapa con trampa, en la que hay que estar muy atento”, disecciona Muriel.

Después de la jornadas de Euskal Herria, la carrera pone rumbo hacia Cantabria con otro día sobre una trazado pestoso, de sube y baja. Será la antesala de la que se anuncia como etapa reina de la Vuelta.

Primoz Roglic, campeón de la pasada edición. La Vuelta

El intimidante Angliru, como remate, se eleva en la jornada más larga de la competición, 202 kilómetros, antes de dar con el coloso asturiano previo paso por La Mozqueta y el Alto del Cordal.

“El final en el Angliru es un día para los de la general. Es un puerto terrorífico que todos conocemos. Además, el hecho de que no esté situado como la segunda etapa asturiana, dará más juego porque si no es un puerto que suele bloquear la carrera”. La subida a La Farrapona se distingue en el cierre asturiano en una jornada exprés. 

En Galicia se respirará el espíritu de las clásicas y del territorio hostil, exigente y quebrado. “Un par etapas de media montaña y con mucho sube y baja. Peligrosas y en las que estar muy pendientes. Terreno complicado”, define Muriel, que entrada la Vuelta en su semana definitiva, enfatiza la llegada en El Morredero “un puerto muy exigente por su nueva vertiente”, y la crono individual, completamente llana, de Valladolid.

“Son 27 kilómetros. Más o menos media hora de trabajo. Un día importante. Habrá diferencias”. Después de esos dos exámenes, considera el de Zaldibia que probablemente en la Bola del Mundo, el último gran escenario de montaña en la Sierra de Guadarrama, la Vuelta esté resuelta.

“La subida es realmente dura, sobre todo en su parte final, pero es muy posible que para esas alturas la carrera ya tenga dueño. Si no es así, es una ascensión para hacer diferencias”, cierra Muriel sobre una Vuelta que no es lo que parece. Juego de espejos.