l Col de Peyresourde huele a ciclismo. En cada uno de sus 1.569 metros se advierte el perfume de la bicicleta. La fragancia del sufrimiento y la proeza. El aroma del Tour de Francia. Y es que el Peyresourde es considerado el segundo ascenso más mítico de la Grande Boucle, tan solo superado por el legendario Tourmalet. En él ganaron Eddy Merckx, Poulidor o Bahamontes. En él Chris Froome se hizo viral con un descenso a tumba abierta, en una postura ridícula y con un pedaleo apasionado, para llevarse la etapa y el amarillo. Y en él se medirán las fuerzas y las opciones de muchos de los corredores de esta edición. Porque, sin tiempo para recuperar las pulsaciones tras la vibrante etapa de ayer, el Col de Peyresourde será la última ascensión de esta tarde, el postre perfecto para la jornada que alzará el telón de los Pirineos, ya que su cima, a tan solo nueve kilómetros de meta, puede hacer estallar la general.
Y es que si los abanicos encendieron la mecha, los Pirineos prometen detonar los cañones. Sin contrarreloj previa y sin haber llegado todavía a la etapa de descanso, la cordillera y sus picos aparecen en el momento oportuno para dinamitar una general que en la séptima etapa dejó ganadores y heridos. El pelotón enfila hacia la montaña para pasar un excitante fin de semana, dos jornadas consecutivas en las que se prevén movimientos y donde la estrategia cobrará todavía más importancia. El amarillo será el principal objetivo, con Mikel Landa (Bahrain), Tadej Pogacar (UAE) y Richie Porte (Trek) enrabietados, intentando recuperar el tiempo perdido en la séptima etapa; y con el Jumbo y el Ineos pugnando por dominar. Será un fin de semana intenso, de nervios, ritmo y resistencia. De hecho, tan importante es este paso por los Pirineos, que Egan Bernal (Ineos), avisa: “Ahora tenemos dos etapas muy complicadas. Tanto jueves como viernes ya vivimos etapas muy duras, pero hoy seguramente será un día para la general. Tendremos que estar muy concentrados, intentar no perder tiempo, aprovechar la oportunidad que se presente… Y, si no se presenta, debemos estar tranquilos”.
Porque los favoritos olieron ayer la sangre e intentarán aprovechar la octava etapa, propicia para las escapadas, para dejar en la cuneta algún cadáver. De hecho, a pesar de ser corto, 141 kilómetros, el recorrido de esta tarde se antoja dinámico y exigente. La montaña tardará en aparecer -primero tendrá lugar el esprint tras 40 kilómetros llanos-, pero cuando lo haga será dura. Rompepiernas. Y es que la octava etapa transcurrirá entre puertos encadenados. Un constante sube y baja que comenzará con el Col de Menté, de primera, y luego pasará por el Port de Balés, el primer puerto de categoría especial de esta Grande Boucle. Más de 11 kilómetros a casi un 8% de desnivel para que, después, una larga bajada lleve a los corredores a la subida al Col de Peyresourde, cuya cima será la rampa de salida a un rápido descenso hacia la meta de Loudenvielle.
La jornada de mañana también tendrá los Pirineos como decorado. No será de excesiva dureza, pero sí exigente si el pelotón mantiene la velocidad exhibida los pasados días. De hecho, el Col de Soudet será el escenario de la séptima vez que los corredores rebasen el umbral de los 1.500 metros de altura. Sin embargo, serán primero el Col de la Hourcère, con 11 kilómetros al 8%, y después el Col de Marie Blanque, cuyas empinadísimas cuestas se situarán a 19 kilómetros de meta, quienes dicten sentencia antes de abandonar los Pirineos.
“Ahora tenemos dos etapas complicadas, hoy será un día para la general así que no hay que perder tiempo”, explica Bernal