o del viaje espacial de Bezos es una caricatura perfecta de hacia dónde va el mundo. El dueño de Amazon ha hecho coincidir su paseo al espacio con el 52 aniversario de la llegada del hombre a la Luna en la Misión Apolo XI de la NASA. ¿Y qué ha cambiado desde entonces? Muchas cosas, pero, sobre todo, el triunfo del individualismo y de la sociedad del consumo.

Si hace 52 años la llegada de un astronauta a la luna se vivió como un logro colectivo, de la humanidad, a pesar de que la protagonizara un solo hombre, el paseíllo del multimillonario es una especie de trofeo para el individuo, una oda al individualismo y a la competitividad. Esfuérzate y serás el primero, por encima de todos los demás. Es el mensaje que se nos manda. No se nos dice que la humanidad puede llegar lejos si se invierte en educación y en investigación y que de ese esfuerzo nos beneficiaremos colectivamente. No, se nos lanza la máxima de que lo que prima es hacer dinero, sea como sea, para que podamos cumplir nuestros caprichos individuales. Y lo de sea como sea no lo digo yo, lo ha ratificado él mismo con sus declaraciones, diciendo que son las y los trabajadores de Amazon quienes han pagado el viaje. Y tanto que lo han pagado, con sus durísimas condiciones de trabajo que vienen denunciando en todo el mundo.

Individualidad, consumismo y, por supuesto, mucha masculinidad. Sí, sé que Bezos se ha hecho acompañar por Wally Funk, la experimentada piloto de 82 años a la que la NASA no permitió en su día volar al espacio por ser mujer. Es un guiño importante, pero no por ello la aventura del multimillonario deja de estar impregnada de los valores más tóxicos de un modelo de masculinidad que sigue valorando sobre todo el “ser el primero en”, ser el líder, el campeón del mundo de lo que sea, como lo ratifica su guerra particular con el dueño de Virgin Richard Branson. Pena que no se haya dejado esos valores en el espacio. Pero es que once minutos no dan para mucho.