Euskadi importa la mayoría de la energía que consume y solo alrededor del 9% procede de energías limpias. Con un mix energético tan descompensado, Álava necesita más electricidad y que esta sea, en su mayoría, renovable para poder afrontar el reto de la descarbonización con garantías para toda la sociedad. Un proceso imparable que debe sustentarse en la energía limpia y la innovación tecnológica.

Para lograrlo, desde el año pasado Iberdrola ha redoblado sus esfuerzos para avanzar en una transformación eléctrica sin precedente en el territorio. Nuevas infraestructuras, redes digitalizadas, generación renovable y una inversión que refuerza tanto el tejido industrial como la sostenibilidad.

Energías renovables

Uno de los hitos más recientes es la futura construcción del parque eólico de Labraza, en el municipio de Oion. Con 8 aerogeneradores y una potencia de 40 MW, este proyecto tiene previsto generar electricidad suficiente para abastecer a 30.000 hogares. Todo ello con energía renovable y sin emisiones

¿En qué se traduce? Se evitará la emisión de más de 16.000 toneladas de CO₂ al año, el equivalente a consumir casi 8 millones de litros de gasolina. La inversión supera los 49 millones de euros, con un pico de empleo previsto de hasta 90 personas durante las obras. 

Pero no es el único proyecto en marcha. A él se suma el parque eólico de Azáceta, entre Arraia-Maeztu y Bernedo. Mismo diseño, misma potencia y misma vocación: recuperar la energía del viento en Euskadi tras casi dos décadas sin nuevas instalaciones de este tipo. Ambos parques están promovidos por Aixeindar, sociedad compartida entre Iberdrola y el Ente Vasco de la Energía (EVE), en una iniciativa de colaboración público-privada.

Pero la electrificación de Álava no se queda en el viento. En Armiñón, Iberdrola desarrollará Ekienea, la mayor planta fotovoltaica del País Vasco, que obtuvo el mes pasado el permiso ambiental por parte de Gobierno Vasco. Este parque, con una potencia de 125 MW y 231.000 paneles solares, supone una inversión de 70 millones de euros. Generará energía para 47.500 viviendas y evitará la emisión de 12.400 toneladas de CO2 al año, que equivale a conducir 88 millones de kilómetros.

Infraestructuras renovables

El proceso de electrificación no se limita a la generación de energías renovables. También es necesario abordar las estaciones de carga para vehículos eléctricos. Si hace dos años, Iberdrola inauguraba la primera gran estación de carga, en la actualidad, ya hay más de 200 puntos de recarga repartidos por el territorio que ayudan a fomentar los desplazamientos interurbanos

Para que toda esta energía fluya de forma segura y eficiente, es clave contar con una red eléctrica moderna. Iberdrola ha digitalizado miles de centros de transformación y sustituido contadores tradicionales por inteligentes. Esta red permite detectar averías, equilibrar flujos y optimizar el uso de renovables. Euskadi se convierte así en un laboratorio avanzado de redes inteligentes, con el respaldo del Global Smart Grids Innovation Hub de Bilbao, donde la compañía trabaja junto a más de 100 entidades de todo el mundo.

Además, Álava fue pionera en integrar almacenamiento en sus instalaciones renovables. En el parque eólico de Elgea-Urkilla se instaló el primer sistema de baterías del país, con capacidad para acumular energía eólica y liberarla cuando más se necesita. Y ya se proyecta la primera planta híbrida solar-eólica del territorio, que combinará ambas tecnologías en una única ubicación.

Esta transformación energética supone también un impulso económico. En 2024, la compañía generó un impacto superior a los 3.500 millones de euros en Euskadi. Solo en compras a proveedores vascos, más de 2.000 millones. Y detrás, miles de empleos directos e indirectos que vinculan la transición energética con el desarrollo local.

Álava avanza hacia un modelo energético más limpio, con menos emisiones y más eficiencia. La apuesta de Iberdrola por electrificar el territorio no solo refuerza el suministro, también ayuda a preservar el entorno. La electrificación en Álava es mucho más que un reto técnico; es una oportunidad para construir un futuro energético más justo, eficiente y compartido.