Álava es un cóctel de contrastes que guarda un sinfín de secretos. Desde áreas montañosas hasta vastas llanuras, entre innumerables parajes naturales y rica historia, nuestra tierra es toda una joya para el turismo. Una de ellas se ubica al este la provincia, rodeada de una tradición medieval única que encandila a quienes la visitan.
Hablamos de Antoñana, un punto de la geografía vasca que destaca por su belleza, llegando a ser considerada Monumento Nacional. Rodeado de naturaleza y tranquilidad, este territorio es un destino ideal para todos aquellos que deseen adentrarse en su aura del medievo.
Ubicación e historia
Este concejo perteneciente al municipio de Kanpezu, de tan solo 143 habitantes, se halla a 35 minutos de Vitoria y a escasos kilómetros de Navarra. Es una aldea pintoresca en la que aún hoy perdura la esencia de su historia mediante su arquitectura y costumbres de la Edad Media.
Antoñana fue fundada a finales del siglo XII por el rey Sancho El Sabio’ de Navarra. Este enclave ofrece a sus visitantes una inmersión en el pasado a través de pasadizos estrechos y una amplia calle principal que une las antiguas entradas del lugar.
Riqueza arquitectónica
Sus viejas murallas conviven con algunas viviendas actuales, ofreciendo un compendio de pasado y modernidad. Un buen ejemplo de su particular arquitectura es la puerta del sur, una de las más antiguas. Al igual que una parte de sus fortificaciones en la zona oeste, su cultura es el máximo exponente.
Asimismo, el patrimonio arquitectónico de Antoñana incluye la iglesia de San Vicente del siglo XVIII, edificada sobre los restos de una antigua iglesia-fortaleza, así como la ermita de Nuestra Señora del Campo, cuyos vestigios datan del siglo XIII.
Por otra parte, este concejo alberga casas-torre y palacios de incalculable valor, entre ellos la de Hurtado de Mendoza y Elorza, respectivamente.
Naturaleza por doquier
La belleza de Antoñana no solo radica en su riqueza histórica y cultural: el entorno natural que lo rodea es otra maravilla, pues reúne los encantos de la época medieval y medio ambiente en estado puro.
Los amantes de la naturaleza que quieran disfrutar de experiencias inolvidables tienen ante sí el paseo ribereño del río Ega y la exploración de la vía verde del ferrocarril vasco-navarro, conocido como el ‘trenico’. Así pues, es el nexo de unió entre la biodiversidad local y la historia ferroviaria de la región.
El trayecto por el viejo recorrido del ferrocarril se abre paso por senderos de ensueño, donde la cascada de Aguake, muy próxima a Antoñana, se erige como uno de los espectáculos naturales más impresionantes de Euskadi.
La ruta hacia esta cascada, que atrapa la magia de los bosques y caudales de la orografía alavesa, tiene muy cerca el Parque Natural de Izki, una oferta de ecoturismo basada en ríos, montañas, extensa fauna y flora y las misteriosas cuevas de Laño, Faido y Marquínez.
Cómo llegar a Antoñana
Para llegar a Antoñana, si lo hacemos desde Vitoria, tardaremos poco más de 30 km. Si nos desplazamos en coche, la vía más rápida es la A-132, que suele durar unos 30 minutos.
En cambio, si optamos por el transporte público, se puede coger un autobús que conecta la capital alavesa con Antoñana.