Acababa de cumplir treinta años. No le gustaba lo que veía, ni la persecución al euskera y a su familia y, tras preguntar a los viejos euskalerriacos y a la gente acomodada de Bilbao sobre quién se ocupaba de los asuntos vascos, los reunió en el txakoli de Larrazabal, para plantearles mover el esqueleto y crear un instrumento político de recuperación nacional al que llamó Euzko Alderdi Jeltzalea - Partido Nacionalista Vasco. Fue el 31 de julio de 1895 y tres años después se presentó a las elecciones como diputado provincial para desde allí fustigar a los Escritorios de Bilbao entregados al Madrid político y económico. Vio lejos y como le hacía falta despertar una sociedad dormida que permitía la persecución de su genio civil los criticó con la palabra y con sus publicaciones para resumirlo todo en siete palabras: “Euzkadi es la Patria de los Vascos”. Fue encarcelado dos veces y porque murió ocho años después ya que, de lo contrario, le hubieran perseguido hasta la tumba. Pero no se arredró.

Se llamaba Sabino Arana y 122 años después de su muerte el odio que suscita su figura hace que valga todo para denigrarlo. No toleran que su visión de la jugada siga funcionando 130 años después. Y, para mayor berrinche, con ese partido por él fundado trabajando a pleno rendimiento, mirando al futuro y gobernando en todas las instituciones vascas mientras condiciona incluso la gobernabilidad de España. Algo intolerable. Casi nada. No era tonto aquel chaval.

Sin embargo, la vieja España castellana no lo tolera. Uno de sus epígonos, José Antonio Zarzalejos, exdirector de El Correo Español y del ABC, con su mala bilis característica, agitando las uvas de la ira, nos mandaba el domingo 27 de julio este recado:

“Cuando el PNV acuda en socorro del vencedor, Feijóo debería mostrarle a Esteban el camino del purgatorio porque el nacionalismo vasco forma parte del problema y no de la solución.

Un 31 de julio de 1895 Sabino de Arana y Goiri fundó el Partido Nacionalista Vasco, hace 130 años. Los jetzales celebran la efeméride en Bilbao junto a la estatua del padre del nacionalismo vasco en los jardines de Albia. La historia es conocida. Arana era un hijo desmesurado de su tiempo que construyó sobre la supuesta raza vasca, sobre una confesionalidad católica verdaderamente cerril (“Dios y leyes viejas”) y sobre una indisimulada xenofobia, toda una narrativa trufada de mitología que terminó por persuadir a amplios sectores de Vizcaya, extendiéndose después a los territorios guipuzcoano y alavés y más contemporáneamente a Navarra. El invento nacionalista fue reactivo a los grandes cambios de finales del siglo XIX, a la secularización progresiva y migraciones de aquellos tiempos y a la inflamación romanticista que abonó otros movimientos nacionalistas, como el catalán, aunque con mucho más fuste, historia y contenido que el vasco”.

Pues para ser todo esto, Sabino no lo hizo tan mal. Nada nuevo en la descalificación. El “desmesurado” Sabino sigue vivo y cabreando al personal que es de lo que se trata. No dijo estas cosas Zarzalejos en la presentación que hizo en el Club Siglo XXI del Lehendakari Ardanza; este hijo del gobernador civil de la dictadura que dimitió en 1977 cuando la ikurriña sabiniana se permitió enarbolarla. No pidió perdón ni dijo nada cuando fue director de El Correo español un medio que fue instrumento diario de la dictadura tras haber requisado los militares golpistas la rotativa del periódico Euzkadi, nombre nefasto para este personaje que resume bien, y lo hace suyo, lo que expone y escribe Vox y la derecha más cerril y antidemocrática española. En el fondo se trata de un resentido que logró que toda la cúpula de Vocento celebrara con champán su salida del Grupo. Pero no hay que dejar de reconocer que refleja bien lo que piensa la España de Abascal y la de Díaz Ayuso.

El himno de Arzalluz

John Elliot, historiador y profesor en Princeton y Oxford solía repetir preocupado: ”Hoy la sociedad es ahistórica, ergo manipulable”. Ya lo creo. Y muchas veces infantil, superficial e irresponsable. En un viaje a Chile, el ex ministro de la DC, Narciso Irureta, “el vasco Irureta”, me dijo tras describirnos la deriva de su partido democristiano: “Hoy la política ha dejado de ser una vocación y se ha convertido en una profesión. Lo pagaremos”. Lo están pagando. El partido de Frei, de Aylwin, de Zaldivar acaba de apostar por su suicidio. Ha decidido apoyar la candidatura de Jeannette Jara del Partido Comunista como su candidata a las elecciones presidenciales. La decisión fue adoptada por su Junta Nacional en una sesión telemática cargada de tensión y de simbolismo político. Se acabó la DC en Chile. Como Copei en Venezuela. Como el Pasok en Grecia, el PSI en Italia y en Francia el PS de Mitterrand corre el riesgo de la irrelevancia. Los complejos de falsa progresía, la superficialidad, el no saber explicar lo que se hace y por qué se hace, los codazos, el no luchar por unas ideas identificables que te hacen ser un partido predecible, te lleva a la nada.

Narciso Irureta procedía de Azkoitia y tenía buena relación con Arzalluz. Por eso le recuerdo ahora al entonces presidente del EBB, Xabier Arzalluz el 4 de mayo de 2002 en el Pabellón Anaitasuna de Iruña recordando el 25 aniversario de la salida del PNV de la clandestinidad. Tras la intervención del Lehendakari Ibarretxe tomó la palabra y lo primero que dijo fue que sin Sabino Arana no estaríamos en ese momento reunidos en Iruña y que se sentía muy orgulloso de que la Fundación se llamara Sabino Arana y no Ereintza. “Hay gentes tan política o falsamente correctas que no sienten apego por el fundador del partido en el que militan. No sé por qué no se van. Sobran en esta casa. Yo sí me siento orgulloso de lo que hizo y del testimonio de su conducta”. Recordó lo que habían significado en la historia de Euzkadi y del PNV esos años cargados de actividad y de reivindicación, señalando cómo al PNV le gusta recordar las fechas. “Dentro de 25 años yo no estaré, pero estad seguros que se recordarán los 50 años de la salida del partido de la clandestinidad y a Sabino Arana”. Tras estas palabras y aplaudida su intervención, volvió al atril y al micrófono para decir: “Se me ha olvidado comentaros que en el Alderdi Eguna recordaremos el centenario del Gora ta Gora”. En ese recuerdo estaba la fotocopia de una carta que le habían entregado esa semana en la que un contemporáneo de Sabino le contaba al sucesor de éste, Ángel Zabala, las vicisitudes que vivió Sabino al concebir el himno y redactar su letra en la cárcel. “Y es que Sabino apuntaba por un Estado vasco con su nombre, Euzkadi, su bandera, la ikurriña y su himno nacional. No lo olvidéis. Por eso los tres conceptos fueron perseguidos bajo Franco. Esa era la dinamita institucional que tanto daño les hacía”.

Nos gusta decir que la cadena no se rompe. De momento es verdad, aunque algunos eslabones comienzan a desaparecer por mala praxis y teniendo en cuenta que la política no solo se guía por criterios de moda sino subjetivos, pasionales y personales, cuento dos experiencias inquietantes de este mes pasado. Tengo espacio para contar seis más.

Ya de hecho la Euzkadi de los seis territorios de Sabino es ahora Euskal Herria, nombre lingüístico y geográfico permitido por la dictadura porque el político era Euzkadi. Toda una estrategia de Txelis, Gara y una ETB donde manda ELA. Con la ikurriña ya hubo un intento de modificarla y con el himno, que es ley aprobada en el Parlamento Vasco, sin letra vamos camino de su desaparición por puro antisabinianismo.

El pasado jueves 24 la Diputación de Bizkaia celebró su recepción anual a la que se le unía el 125 aniversario de su construcción en la Gran Vía. La Diputada General pronunció un buen discurso, apuntando el aniversario y destacando la magnífica cristalera que tenía a su espalda, pero, a mi juicio, olvidó glosar la importante historia política del edificio y recordar que allí sesionó Sabino Arana, que Indalecio Prieto anduvo por aquellos pasillos, que el primer gobierno vasco de la historia se reunió en su sala del primer piso en 1936, que el primer Parlamento Vasco, sesionó por primera vez en su salón de Juntas en 1980, que el primer Gobierno Vasco tras la dictadura presidido por Carlos Garaikoetxea, como el de Agirre, se reunió por primera vez allí y, en el despacho de Makua tuvo el Lehendakari su lugar de trabajo, que en esos salones estuvieron los parlamentarios encerrados por los trabajadores de Nervacero. Como si nada de esto tuviera la menor importancia en un discurso político de envergadura. El discurso fue correcto pero adolecía de poner en valor cómo se había llegado hasta ese momento, y recordé con tristeza aquella imagen que viví cuando Don Manuel de Irujo en 1977 y tras la dimisión del padre de los Zarzalejos, junto a los diputados del PNV pusieron la perseguida ikurriña en el techo de ese mismo edificio. Y para colmo, y por primera vez ya no era el Himno Nacional Vasco el que se escuchaba sino el Agur Jaunak que paradójicamente nos dice “danak Jainkoak eiñak gire” (todos somos hechos por el Señor). Aquí como en el Gernikako Arbola, no importa la alusión religiosa pero en la letra de Sabino Arana, sí.

Entiendo que cuando hay desconocimiento de hechos relevantes que a mi juicio no se pueden ni deben soslayar o que se contrata personal que se guían por lo políticamente correcto, pasan estas cosas que abonan lo que decía John Elliot de que “hoy la sociedad es ahistórica, ergo manipulable”. Y eso que el acto era institucional y con presencia del Lehendakari. A quien organizó el acto no le importó nada lo que se había venido haciendo desde 1979.

Pero es que esto no es casualidad. Ocurrió exactamente lo mismo el 6 de julio en la celebración en el Kursaal del 45 aniversario del primer Parlamento Vasco con presencia asimismo del Lehendakari y siendo un acto institucional, con discurso de la Presidenta Bakartxo Tejeria. Alguien, por sí y ante sí, omitió el obligado Himno Nacional para sustituirlo por el Agur Jaunak, cuando el himno vasco es ley de ese mismo Parlamento concretamente aprobado el 14 de abril de 1983, aunque algunos se empeñen por ellos y ante ellos consagrar el Agur Jaunak que fue entonado con todos de pie, en sustitución del Himno Nacional Vasco. Y eso que era un acto institucional con discurso de la Presidenta y presencia del Lehendakari. Me inclino a pensar que tanta casualidad es porque la letra, que no fue aprobada, es de ese Sabino Arana que Arzalluz reivindicaba y Zarzalejos hoy denigra. Un himno que además tiene muchos muertos por detrás, como el de aquel joven gudari que por tocarlo con su trompeta en Miranda, murió apaleado. Quizás estamos, gracias a nuevas generaciones ahistóricas, ante una Euzkadi que se va desvaneciendo o que incluso ha desaparecido si no tenemos claro que nuestra simbología, si se le trata así, o camina o revienta. Y no es tema menor. Que se lo pregunten a los franceses o a los británicos o a los estadounidenses.

Entiendo que a algunos estas cosas les parezcan anecdóticas y sonrían desde la cima de su gin tonic. Sigan así limando eslabones y en cinco años habrá poco humus de ese sustrato de 130 años en un EAJ-PNV porque el liderazgo de un país no es solo la gestión de las cosas corrientes, mientras tan superficialmente se actúa con complejos disfrazados de buenas formas pero sin dejar de recordar machaconamente de dónde venimos, aunque los Zarzalejos de turno, colaboradores de dictaduras varias, nos sigan diciendo que Sabino Arana era un “desmesurado, un racista, un xenófobo y un idiota”. A mucha honra. Dicho por ellos, auténticos Torquemadas con la pólvora mojada, meros piropos. Pero sí, hay eslabones ya desaparecidos.