En la actualidad, más de la mitad de las personas en el mundo vive en entornos urbanos según la ONU y se estima que esta proporción aumentará hasta un 13% de cara a 2050. Es clave, por tanto, apostar por un desarrollo sostenible de estas ciudades para dar cabida de forma apropiada a ese crecimiento urbano. Y no solo eso, como apunta esta entidad, ese proceso es esencial si se quieren cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible y avanzar en ese desarrollo sostenible que atañe al plano económico, social y ambiental.
El aumento de la población urbana implica no olvidarse de aspectos como la vivienda, el transporte, la energía, los servicios educativos y sanitarios o el empleo para poder satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Es en este punto donde las administraciones públicas deben emprender políticas que mejoren la calidad de vida tanto de los habitantes de las zonas urbanas como de las rurales, al mismo tiempo que fortalecen los vínculos entre ellas.

Urbanización más sostenible
En las últimas décadas, el crecimiento acelerado de las áreas urbanas ha transformado significativamente la manera en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. La urbanización, si bien ha impulsado el desarrollo económico y social, también ha traído consigo desafíos considerables, como la sobrepoblación en algunas urbes, la contaminación, la desigualdad y hasta la inseguridad. Por ello, el concepto de desarrollo urbano sostenible ha emergido como una estrategia fundamental para garantizar que las ciudades puedan crecer y prosperar sin comprometer la calidad de vida de sus habitantes ni el medio ambiente.
Precisamente, en este contexto, el bienestar de las personas debe ser el eje central de las políticas urbanas, promoviendo comunidades inclusivas, resilientes y saludables. En otras palabras, poner a las personas en el centro de estas futuras ciudades sostenibles donde se dé su espacio y se valore la gestión eficiente de los recursos (que no son ilimitados), la reducción de emisiones, la inclusión social y la participación comunitaria.
Este enfoque requiere una planificación integral, que considere aspectos estructurales, sociales, económicos y ambientales para que se lleve a cabo ese desarrollo urbano sostenible y bienestar donde no faltarán acciones clave en materia de movilidad y transporte sostenible, gestión ambiental, planificación urbana inclusiva a través de la vivienda, salud y calidad de vida así como participación ciudadana y gobernanza. Contando con todo esto en un primer plano se asegura que las soluciones respondan a las necesidades reales de las personas que viven en estas ciudades del presente, pero sobre todo las que vivirán en las ciudades del futuro.
En juego está el bienestar de las personas que viven en estas ciudades y que está estrechamente ligado a la calidad del desarrollo del entorno urbano. Ciudades sostenibles ofrecen ambientes seguros, limpios y estimulantes que promueven el desarrollo humano integral e impactan de forma más que positiva en la satisfacción y la salud de los habitantes.
El reto de la descarbonización
Uno de los retos en este camino hacia un desarrollo urbano contando con las personas tiene que ver con la descarbonización; un reto que es cuanto menos desafiante y urgente en la lucha contra el cambio climático.
A medida que la población mundial sigue llegando a las urbes, estas se convierten en epicentros de emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente por su dependencia de combustibles fósiles para la energía, el transporte y la industria. La transición hacia modelos urbanos sostenibles requiere un esfuerzo coordinado que involucre a gobiernos, sector privado y ciudadanos.
Hay ciudades que todavía dependen en gran medida de fuentes no renovables, como el carbón, el petróleo y el gas natural. Para avanzar hacia la sostenibilidad, es fundamental invertir en energías renovables, además de en redes de distribución inteligentes que maximicen la eficiencia del uso energético. Y esto no solo es bueno para el medio ambiente, sino que genera economía y empleo en el sector.
El transporte es uno de los grandes emisores en los entornos urbanos. La dependencia del automóvil particular, especialmente de vehículos de combustión interna, contribuye significativamente a la huella de carbono de las ciudades. La promoción del transporte público eficiente, la infraestructura para bicicletas, y la movilidad eléctrica son estrategias clave para reducir las emisiones. Además, la planificación urbana orientada a la densificación y la creación de espacios peatonales fomenta estilos de vida más sostenibles y disminuye la necesidad de desplazamientos largos en vehículo privado.
Sin duda, el reto de la descarbonización en las ciudades no solo trae modificaciones tecnológicas, sino también sociales y culturales, por lo que es preciso fomentar la conciencia y participación ciudadana, promoviendo estilos de vida sostenibles y el uso responsable de recursos. Labores de educación y la sensibilización que en muchos casos no se podrían llevar a cabo sin el apoyo de las administraciones públicas y de todos los agentes implicados. Solo así y con esfuerzos conjuntos será posible transformar las ciudades en espacios más saludables, equitativos y sostenibles.
En definitiva, el desarrollo urbano sostenible es un camino imprescindible para garantizar que las ciudades sean lugares donde las personas puedan vivir con dignidad, seguridad y salud. El bienestar de los habitantes debe ser la brújula que guíe las acciones urbanas, promoviendo un desarrollo urbano saludable e inclusivo. Aquí, la colaboración entre gobiernos, sector privado y ciudadanía es fundamental para diseñar y ejecutar soluciones innovadoras que transformen las ciudades en espacios de oportunidad. Solo a través de un compromiso conjunto y una visión a largo plazo podremos construir ciudades que realmente sirvan a las personas y respeten nuestro planeta. n