Síguenos en redes sociales:

Un mural escultural en Abetxuko

El sol da más realismo a unas rocas que parece que se salen de la cascada de Sáseta, pintada por Pako Barriga

Un mural escultural en AbetxukoJorge Muñoz

Desde finales de la semana pasada, un mural escultural asoma en Abetxuko. En concreto, en la vivienda de ‘La Pepi’, la peluquera, como llaman a la propietaria de este inmueble en la calle Pasaje del Áncora, donde el muralista autodidacta y vecino del barrio, Pako Barriga, ha restaurado uno que ya existía teniendo a la cascada del pueblo de Sáseta (Trebiño) como protagonista, pero dándole a este espectacular paraje, que conoce a la perfección porque él mismo vivió allí unos años, su particular impronta. Tanto es así que a las once de la mañana, cuando el sol aparece por el lado derecho de esta vía, sus rayos dan un efecto de lo más realista a las rocas que ha recreado con volumen. 

Detalle del mural

Textura especial

Todo empezó, como recuerda, cuando “aproveché la textura de la pared, para pintarlas allí, pero como se me quedaban cortitas, las añadí un poquito de masa, y el resultado es que han quedado como si fuera una pintura-escultura. Y con la luz naranja del atardecer también tiene su encanto”, comenta.

Así, la propia naturaleza, en la que se inspira el mural, ha hecho que este mural brille con luz propia, ya que “el sol le da su propio realismo y parece que las piedras se salen”.

Si bien, también es recomendable verlo en días de lluvia. En especial, su charca pintada sobre la acera, y que emula ese agua que cae de la cascada que hay en la tapia del patio de la casa: “Cuando llueve parece de verdad ese agua, me han dicho vecinos. Y eso que esta idea surgió de casualidad, cuando se me cayó un bote de pintura al suelo y no había manera de quitarla, así que la única forma era taparla”.

En imágenes: Un gran ecomural de Abetxuko

10

Descubriendo duendes

El mural también ha hecho que las mañanas se iluminen de manera especial para los ‘enanos’ de este barrio-pueblo a los pies del Zadorra, “que ahora se vuelven locos buscando a los duendecillos del bosque que he pintado, junto con unas ranas cantando, para darle ese toque de fantasía y alegrar a todos esos niños que pasan por allí para ir a clase”.

El perro vigilante

El mural se completa con un perro que había en esta misma casa, que ha retratado vigilando esta propiedad, y con un gato también de lo más territorial. En este último caso, su cabeza también está pintada en relieve y sus ojos brillan cuando les da el sol “y tienen la forma de las canicas con las que jugábamos de pequeños”, añade Barriga, que en otro mural de Abetxuko se retrató junto con dos amigos y su hermano sujetando un balón, evocando esa época en la que jugaban a ellas en las partes traseras de las casas.

En su parte posterior, aparecen también unas golondrinas posadas sobre un cable, “para dar más movimiento y vida” a la composición.

“Los vecinos están contentos porque el mural ha dado vida a la calle y hay quien me lo agradece cuando pasa por él y hasta se hacen fotos. Ha sido gratificante. Es la magia de la pintura que nos crea sentimientos”, resalta su creador.