Día 9 de agosto. Unai rebosa alegría. Está feliz. Exultante, enseña a toda la calle los tres tatuajes que se acaba de hacer: una libélula y una estrella en los brazos y un Mickey Mouse en una pierna.
Ayer cumplió 4 años y es su regalo. “Son temporales, duran cuatro o cinco días”, aclara su ama, Blanca.
Madre e hijo disfrutan de la última jornada festiva. Hoy toca hacerlo en el espacio montado por Agustín y Katherina en Dato.
Es su tercera vez en La Blanca y les gusta esta vida ambulante de fiesta en fiesta. Además, “en Vitoria trabajamos bien, la gente es maja y no nos molestan”.
Eso sí, “las fiestas la disfrutamos poco, más cuando abandonamos una ciudad porque entre feria y feria nos tomamos un día de descanso; hoy, cuando recojamos, nos iremos al pantano”.
Tatuajes temporales
Hay mucho artista callejero argentino por Dato.
“Nosotros venimos de Argentina para tres meses; recalamos en Barcelona, cogemos la furgoneta y nos venimos al norte, donde mejor trabajamos; armamos el show para atraer a la gente cada día y, al mismo tiempo, escapamos del invierno argentino, donde tenemos nuestro local de trabajo”, comenta Agustín, aerógrafo en mano.
La plantilla con el escudo del Alavés es la que más se han tatuado niños y mayores este año. “Solemos adecuar las plantillas a cada ciudad, además de tener otras fijas”, explica.
Entre los clásicos, la gente se sigue tatuando al Che Guevara, Bob Marley y Frida Kahlo. “Es buena plaza Gasteiz; divertida”, sostiene la pareja.
Paisajes creativos
De la misma opinión es Pablo, argentino de 35 años, que reside en Getxo.
Es la tercera vez que pinta en La Blanca. “La gente es muy amable aquí en Vitoria”, dice. Además, se nota que su trabajo le apasiona.
“Me gusta esta vida, gracias a ella conozco 25 países y dos continentes”, reconoce.
De nueve de la mañana a ocho de la tarde, los gasteiztarras se congregan a su alrededor para asistir al espectáculo en vivo y en directo que cada día monta en la calle Dato.
Pinta óleos con aceite de linaza, “lo que le ayuda a mantener el brillo de sus láminas”, explica. Y lo hace de una manera tan peculiar que gusta mucho a niños y niñas, ya que aprenden que también ellos pueden pintar con objetos sencillos.
“Los niños se interesan más por el proceso que los adultos porque son elementos que tienen en casa: trapos, papeles, cucharas de madera, etc.”, señala Pablo.
Así, su espectáculo consiste básicamente en crear óleos de paisajes.
Y en enseñar cómo lo hace. Básicamente explica a su público que en base a la mancha que deja en la lámina, se puede crear un paisaje con un trapo, un papel o un cucharón, y una paleta. Y en diez minutos, listo el cuadro para exponerlo.
Retratos de mascotas
Luego, entrega un número a cada persona que asiste a su espectáculo, sortea la lámina y una persona resulta ganadora.
Para sus creaciones se inspira en los viajes que ha realizado por el mundo. “Sobre todo, en los paisajes del Amazonas, donde viví un tiempo”, puntualiza.
Este artista lleva una década de fiesta en fiesta ambientando ciudades y pueblos. También trabaja por encargo realizando retratos.
“Antes más de personas y, ahora, de mascotas, de perros y gatos, más que de parejas”, cuenta. “Los tiempos han cambiado y los encargos también”, sostiene.
Jhon Lennon
Nada más acceder al recinto festivo por General Loma, un músico ambienta la mañana con Imagine de Jhon Lennon, junto a la escultura popularmente conocida como el Coño.
Enfrente suele ponerse un orangután gigante que, como los cabezudos, trata de asustar y perseguir a los más pequeños. Hoy, hay un oso en Dato con Postas.
Igualmente proliferan los puestos de venta ambulante: juegos para niños y niñas, pañuelos de fiestas, sobre todo de cuadros y todo tipo de elementos que, por poco dinero, acaban acumulándose en las casas tras seis días festivos.
Menos globos
Los globos son un clásico. Los hay de todo tipo: animales, personajes de dibujos animados, coches de Policía...
Sin embargo, este año, las ventas están de capa caída, comenta Mónica desde su puesto en el Mentirón.
“Han bajado mucho, la gente dice que están caros a 7 euros”. No obstante, alguno que otro acaba atado a la silla de los más pequeños. “Sobre todo les compran los abuelos”, dice.
También triunfan entre el público infantil las pistolas de pompas de jabón y los muñecos de pequeños perros de colores que ladran.
Mónica también ha estado en fiestas de Zabalgana, Arana y otros barrios de Vitoria. De Gasteiz regresará a su casa de Alsasua para descansar unos días y, después, seguirá montando el puesto ambulante de fiestas en fiestas.
Una vida dura
“Es una vida dura, cansada, muchas horas al sol, en la calle, todos los días montando y desmontando, comemos aquí y merendamos aquí porque tienes que aparcar la furgoneta lejos, y no se puede vivir de esto”, opina esta vendedora de alegrías para niños y niñas.
También se le están haciendo largas las fiestas a Sheila. Es la primera vez que acude a La Blanca y piensa que no están buena plaza como se dice.
Con ayuda de Francisca, Jairo, su hija Miren y su perro Jeyco, estos laudioarras venidos de Ecuador han atendido dos puestos en la Blanca, en las esquinas de Dato con General Álava.
Popis y pulseras
“Hoy, último día, solo hemos montado uno porque ya estamos muy cansados”, dice Sheila. Se nota en sus rostros. Montan a las ocho de la mañana y acaban la jornada a la una de la madrugada. Han venido de las fiestas de Ermua y su siguiente parada es Huesca.
En su puesto de juguetes, la estrella de este año son los popis que se encienden y hacen ruidos cuando aprietas los botones.
También las pulseras con el nombre, que ella misma elabora con hilos que trae de Ecuador. “Son mejores para las pulseras porque no se les va el color”, explica, mientras Francisca recoloca el puesto y Jeyco esconde su brillante pelaje negro echado bajo el puesto.
Gente maja
“La gente que compra es maja, pero las ventas no son muy altas, y tenemos todo el día a los del Ayuntamiento encima, con muchas exigencias; en Bilbao no pasa eso, trabajamos más tranquilos, nos dejan ponernos en el Arenal e incluso los de las txosnas nos defienden y dicen que cuando no hay venta ambulante se nota porque menos gente acude al recinto”, señala.
Por eso, no cree que vaya a repetir en futuras ediciones de La Blanca, “aunque tenemos pagada la autorización para dos años”, puntualiza.
Aprieta el cansancio
“Vinimos porque es Vitoria y pensamos que podíamos ir a dormir a Llodio todos los días, pero al final solo hemos regresado dos noches, entre desmonta, carga la furgoneta...; mejor hubiéramos sido a Pamplona, que teníamos otra feria”, opina, cansada de tantas horas y días de trabajo.
Pero, por fin, con Celedón a punto de retirarse ya en la torre de San Miguel y de regreso a su Zalduondo natal, toca descansar para reponer fuerzas y continuar de fiesta en fiesta.