Parece mentira, pero Jokin Altuna debuta este domingo en una final del Campeonato de Parejas. Se estrena con Julen Martija ante Unai Laso y Ander Imaz. En el retrovisor se despliegan sus otras nueve finales, cinco cetros de Primera y la intención de convertirse en un pelotari total con un entorchado que le mete en el Olimpo de manistas de leyenda, donde residen solo siete nombres: Julián Retegi, Fernando Arretxe, Juan Martínez de Irujo, Aimar Olaizola, Abel Barriola, Mikel Urrutikoetxea y Oinatz Bengoetxea. Un Bizkaia de Bilbao a reventar será testigo, a partir de las 17.00 horas.
Este domingo disputa su primera final del Campeonato de Parejas, pero comentaba durante la liguilla de semifinales que no le obsesionaba llegar.
—Siempre tienes ganas, por supuesto. Cuando estás en cuartos, quieres entrar en semifinales; cuando estás en semifinales, quieres llegar a la final, y cuando estás en la final, quieres la txapela. Hay que ser conscientes de que las semifinales del Parejas son tres partidos. Ganas el primero y piensas en que has hecho bastante, pero luego quedan otros dos. Tienes que seguir ganando. El 21 iguales del Labrit ha desnivelado la balanza. Si Irribarria-Rezusta hubieran hecho ese tanto, estarían en la final. El deporte son detalles. Nuestro objetivo era ser regulares y competitivos. Lo hemos conseguido.
En esta ocasión usted es el novato y Martija, en cambio, el veterano.
—Julen llegó a la final de 2020 y jugó muy bien. Sin embargo, aunque sea la segunda, será la primera con público. Él también tiene ganas de sentir el calor de esos días. Creo que es un chico que sabe responder y es bastante tranquilo. En estas semanas de preparación, tener un compañero como Martija al lado es importante para mí. Con un zaguero que emocionalmente tiene más altibajos es más complicado de gestionar. La tranquilidad de Julen es importante.
Le contagia.
—Sí. Hemos hecho juntos físico un par de veces y hemos hecho frontón, pero no hablamos todo el día de la final. Nos llevamos muy bien. Muchas veces nos contamos lo que hacemos en los momentos libres. Es un buen complemento para mí.
Ha disputado seis finales del Cuatro y Medio y tres del Manomanista. Esta será la primera del Parejas. ¿Qué significa para usted?
—Es el resultado de todo el trabajo que he hecho. En anteriores ediciones no he llegado hasta la final, pero ha habido años en los que creo que he jugado bien a parejas. Al final, no puedes controlar cómo vas a estar los cuatro meses de competición. Me ha ocurrido que he hecho buen campeonato pero no es mi único objetivo: tenemos también el verano, el Cuatro y Medio y el Manomanista. No es fácil. No se puede estar siempre bien. También entran en juego otros factores que no puedes controlar: cómo estás tú, cómo está tu compañero, las parejas que compiten... En cualquier caso, estoy ilusionado por disputar esta final. Es la primera del Parejas y tengo ganas de vivirla.
Tiene en su mano la posibilidad de ganar la Triple Corona; es decir, el Parejas, el Cuatro y Medio y el Manomanista. Solamente siete pelotaris en la historia lo han conseguido: Julián Retegi, Fernando Arretxe, Juan Martínez de Irujo, Aimar Olaizola, Abel Barriola, Mikel Urrutikoetxea y Oinatz Bengoetxea.
—Es una oportunidad muy bonita. No sé si voy a volver a estar en una final del Parejas, así que cuento con esta oportunidad y quiero aprovecharla a tope. La hemos preparado lo mejor posible. Vamos a por todas. Estoy con muchas ganas e ilusión. Me veo bien y veo bien a Julen Martija. Estamos sin dolor físico y de manos. Tenemos que ir confiados y mentalizados en hacer nuestro trabajo.
Con todo lo conseguido anteriormente -posee tres txapelas del Cuatro y Medio (2017, 2020 y 2021) en seis finales y dos del Manomanista (2018 y 2021) en tres finales-, su nombre ya ocupa un hueco en la historia, pero ¿se le pasa por la cabeza ganar y reivindicar aún más el nombre de Altuna III como referente para la eternidad?
—Al final, si ganas, te metes en ese grupo selecto de siete pelotaris. Es algo muy complicado. Fíjese, en la historia ha habido pelotaris buenísimos que no han logrado ganar las tres disciplinas. Esta final es otro logro más. Es algo bonito. Siendo sincero, hasta que no me preguntan los medios o estamos preparando una final, no es más que otro partido más para mí. No debemos hacer algo diferente porque nos juguemos la txapela. Julen también vive su segunda final y para él también sería increíble ganar el título. Tenemos ilusión de seguir compitiendo bien.
Julen Martija, además de compañero, es un buen amigo. Cuestión que facilita el camino e introduce un ingrediente emocional más al choque.
—Exacto. Somos jóvenes ahora (Jokin cumplió 26 años el domingo y Martija hace 25 en mayo), pero nuestro primer campeonato juntos los disputamos con 20 y 19. No son solo los partidos del Parejas, porque también nos ha tocado jugar muchos partidos juntos. Así se construye una buena relación. Nos llevamos muy bien desde el día que nos conocimos.
De hecho, ya se conocían del campo aficionado, ¿no?
—Ganamos el Torneo DV de 2013. Tendríamos 17 y 16 años. Conectamos bien desde que nos conocimos. Julen es un trozo de pan y es fácil jugar con él. Si le tienes que decir algo, hace caso, y si me tiene que comentar lo que ve, lo hace. Sabe que yo voy a responder bien a lo que me diga. Así es todo más fácil.
¿Es el zaguero con el que mejor que relación tiene?
—Es probable. Sumamos. Tenemos las ideas claras: regalar poco, trabajar... Nos identificamos el uno con el otro. Cuando estamos mal, sabemos sufrir. En la empresa hay buenísimos zagueros, pero tampoco sé lo que es compartir un Parejas con Zabaleta o Rezusta. He jugado hasta ahora con Jon Mariezkurrena, Ladis Galarza, Abel Barriola y David Merino. Es con el que más tiempo he pasado.
En la quinta jornada, ante Urrutikoetxea-Aranguren, reciben un 4-22 en Urduliz. La semana anterior decidió no competir por problemas en sus manos. ¿Hay un antes y un después desde ese encuentro?
—Puede ser. Perdimos el primer partido en Barcelona contra Irribarria-Rezusta (11-22) y luego nos salieron dos buenos compromisos. Contra Elezkano II-Zabaleta acabé con la mano mal, suspendí -Peio Etxeberria le sustituyó con derrota ante Jaka-Mariezkurrena II (22-14)- y regresé en Urduliz. Fue un mal partido por nuestra parte. Supuso un golpe bastante duro. En la jornada cinco teníamos tres derrotas y, si quieres meterte arriba, no tienes mucho margen. De hecho, solo perdimos un partido más en cuartos y aun así nos metimos en la última jornada. Si caíamos en otro, nos metíamos abajo. Ganar da confianza y cogimos una buena racha.
¿La reacción proviene de sentirse bien de manos?
—Si uno de los dos está con dudas, se nota. Primero fue Julen y luego me tocó a mí. En verano anduve con la mano mal, me recuperé para el Cuatro y Medio y en la tercera semana se me metió una pelota en la misma zona. Pasé dos semanas malas. Está olvidado. En un campeonato tan largo ya sabes que vas a tener esos momentos. Mejor cuanto antes.
Hay un instante del Parejas en el que se ve mucha distancia entre Martija y usted y cambian el patrón: se acercan y se ponen el mono de trabajo.
—Para entrar de sotamano, Martija necesita estar bien de manos. Para mí también es más fácil cubrir huecos si le tengo cerca. En muchos partidos, Julen, estando dominado, ha dado un paso hacia delante. Así te cansas menos y acabas menos mermado físicamente. Quizás ahí ha estado la clave: hemos atacado mucho más, pero Julen ha estado más cerca a la hora de defender. Eso es muy importante.
¿Cómo toman esa decisión?
—No solo hay zagueros pegadores, también hay delanteros que ponen la pelota muy lejos. No fue difícil tomar esa determinación. Julen es inteligente tácticamente y lo vio también. Si estás mucho tiempo atrás, poco a poco te vas desarmando mentalmente. Hoy en día, casi todos los zagueros necesitan aire. Es una cualidad muy importante.
En el último encuentro de la liguilla de semifinales, visto su desarrollo durante todo el Parejas, chirría que recibieran un 6-22. ¿Qué sucedió?
—Unai Laso y Ander Imaz jugaron fácil y nosotros les dimos facilidades. Tenemos que analizarlo. Personalmente, llevo mucho tiempo con mucha tensión y ese sábado, al saber que estábamos en la final, tuve una felicidad increíble y sin querer, te relajas. No se puede decir que las circunstancias pesaron en el resultado, sino que nosotros no respondimos a las circunstancias. Teníamos que haber entrado de otro modo a la cancha. Cuando nos sacaron ventaja, queríamos darle la vuelta, pero no fuimos capaces. No salió bien. No se trata de estar hundido por ese partido.
¿Significa algo ese choque de cara a la final ante Laso-Imaz del domingo en Bilbao?
—He tenido buenos campeonatos, en los que he jugado mucho hasta semifinales y luego no he dado el nivel en la final y viceversa, que he ido de menos a más. Las finales son distintas.
Son dos parejas muy similares.
—El juego es parecido. Somos distintos, pero en la forma de hacer pareja nos parecemos. A priori, parece que será una final bastante dura, pero nunca sabes qué puede pasar. Los partidos contra ellos han sido exigentes. Hemos ganado los dos (22-21 y 22-15); sin embargo, podían haber caído de cualquier lado.
¿Final al cincuenta por ciento?
—Sí. Aunque se hable de favoritos, a las finales siempre llegan los que están bien de juego.