Phyllida Barlow visitó Chillida Leku en noviembre para preparar la exposición que se inauguró ayer en el museo vasco. Murió de forma repentina en marzo, pero sus obras, esculturas que delatan su proceso de construcción, han invadido igualmente los espacios del caserío de Hernani.

El shock que supuso la muerte de la artista británica –en abril habría cumplido 79 años– para los responsables de Chillida Leku dio paso mes y medio después al montaje de las piezas, algunas de gran tamaño, para la primera exposición individual de Barlow en España. Una torre de siete metros, cuya estructura de hierro queda oculta bajo elementos creados con poliuretano, algodón, tela de arpillera y cemento, y a la que solo separan 20 centímetros del techo del museo, atestigua la ocupación del espacio que perseguía la creadora.

La invasión se repite en la primera planta, donde el visitante puede observar ya desde las escaleras una escultura monumental en la que se aglutinan diferentes materiales, de madera y pintura a yeso de adherencia, acetato de polivinilo, poliestireno, poliuretano y acero.

“El contraste entre lo bruto y lo delicado es una constante en la obra de Barlow”, destacó la coordinadora de exposiciones de Chillida Leku, Estela Solana, en la presentación de la muestra, que permanecerá abierta hasta el 22 de octubre.

Junto a ella se encontraba la directora del museo, Mireia Massagué, la responsable del área de Educación e Instigación, Nausica Sánchez, y Luis Chillida, presidente de la Fundación Chillida-Belzunce, quien habló de las similitudes entre la obra de Barlow y su padre con respecto “al espacio y la escala”, pero no así “a la materialidad”. “No se trata de confrontar nada, sino de ver que hay diferentes formas de trabajar en el arte, diferentes formas de ver las cosas”, señaló.

Barlow disfrutó de la visita a Chillida Leku en otoño. Respetaba al escultor y la admiración por su obra quedó recogida en un texto que le encomendó la Tate Modern. – Efe