Tras las dos derrotas consecutivas en casa en encuentros a priori viables para el Baskonia como el Bayern de Múnich y el Zalgiris, las dudas comienzan a acechar al conjunto gasteiztarra y es inevitable que las miradas se centren en la figura de Joan Peñarroya, ya que el entrenador acostumbra a ser el eslabón más débil cuando las cosas no van bien.

El técnico catalán, que logró la pasada campaña darle un lavado de cara al equipo y llevar a la práctica uno de los juegos más vistosos y ofensivos que se recuerdan en el Buesa Arena, no está logrando por el momento hacer encajar sus nuevas piezas y las sensaciones tras cinco jornadas de ACB y cuatro de Euroliga no son para nada halagüeñas.

Hasta el pasado fin de semana Peñarroya, a pesar de que el juego no era brillante, pudo escudarse en los buenos resultados del equipo, pero tras las dos derrotas seguidas en el Buesa Arena contra rivales directos, que suponen un duro revés a las aspiraciones azulgranas de alcanzar los puestos de play off, el argumento de los resultados comienza a perder peso.

Es cierto que juntando las dos competiciones el equipo lleva más victorias (5) que derrotas (4), pero tener un balance positivo en un club de la exigencia del Baskonia, que aspira a ser un incordio para los equipos más poderosos del continente, no es suficiente. Caer contra el Real Madrid, el Bayern y el Zalgiris es algo que puede suceder, pero el equipo debe por lo menos competir y la sensación es que desapareció de la cancha durante varios tramos. 

Ante el Madrid se desaprovecharon las importantes ausencias interiores de Tavares, Deck y Ndiaye y el empuje de un Buesa lleno al anotar solo 10 puntos en el último cuarto, mientras que contra el Bayern el Baskonia dejó de jugar al final del tercer cuarto y encajó un parcial de 6-24 para cerrar el choque. Contra el Zalgiris, por último, Moneke y Howard hicieron la guerra por su cuenta ante la incomparecencia del resto de la plantilla en un encuentro desastroso a nivel colectivo en el que se permitió a los lituanos anotar 99 puntos. A ello, además, se le sumó la sensación de impotencia y los rostros alicaídos propios de un equipo anímicamente hundido tras cada fallo y charla en el banquillo.

Falta de identidad

Así como la pasada campaña todo el equipo tenía claro qué es lo que tenía que hacer sobre la cancha, esta campaña da la sensación de que Peñarroya no está consiguiendo transmitir una idea clara de lo que quiere de ellos. En ataque el Baskonia se está mostrando inconsistente y está acusando sobremanera la ausencia de un base cerebral como Darius Thompson que se encargue de tomar las decisiones correctas en cada momento y nutra con buenos balones a interiores como Kotsar, uno de los que más está notando la marcha del norteamericano. Esto es algo diferencial en los minutos decisivos, en los que el equipo no tiene claro a quién dar el balón, algo que le podría haber costado alguna derrota más ante el Granada, el Zaragoza o el Breogán.

Esto se podría solucionar en parte con el fichaje de ese base que tanto se está haciendo esperar –la NBA arranca la semana que viene y muchos jugadores quedarán libres–, pero lo que es más difícil solventar son los problemas defensivos del equipo. El conjunto azulgrana se reforzó en verano con jugadores como Moneke, Miller-McIntyre y Diop que deberían ayudar a ser más sólidos atrás, pero se siguen cometiendo errores y desajustes constantes que se hicieron especialmente visibles ante el Zalgiris, al que se permitió anotar varias bandejas y triples totalmente liberados en pleno intento de remontada. Urge dotar al equipo de una identidad defensiva y poner remedio a todas las fugas que presenta en la retaguardia. 

Confianza limitada

Si los problemas mencionados ya sitúan a Peñarroya ante su momento más complicado desde que aterrizó en Vitoria-Gasteiz en 2022, a ello hay que sumarle el peso de todo lo acontecido el pasado verano. Cabe recordar que la figura del catalán ya generó dudas en el club al término del curso anterior tras no superar los cuartos de final de la ACB ni de la Copa del Rey y quedarse a las puertas del Top 8 de la Euroliga. De hecho, la dirección deportiva optó por no ejecutar la opción unilateral de prorrogar el contrato del de Terrassa, que no cumplió los objetivos que habrían supuesto su renovación automática, y tuvieron que pasar 23 días en los que su futuro estuvo en el aire para que el Baskonia lo confirmara en el puesto tras renegociar los términos de su contrato por una cantidad inferior a la inicialmente pactada para su segundo año.

Esta no es, desde luego, la mejor manera de respaldar a quien debe ser el líder del proyecto. Teniendo en cuenta esto y la poca paciencia que el club acostumbra a tener con sus entrenadores, no es de extrañar que se hayan empezado a vincular con el Baskonia nombres de entrenadores libres como Ioannis Sfairopoulos o Andrea Trinchieri. En manos de Peñarroya está, aunque no vaya a ser fácil, poder revertir la situación y despejar cualquier duda sobre su figura, empezando por obtener un buen resultado ante un siempre competitivo Unicaja que no va a ser precisamente un rival cómodo.