itoria despidió ayer una semana para olvidar. Las no fiestas de La Blanca son ya un mal recuerdo que nadie quiere revivir en 2021, cuando, si la pandemia lo permite, la capital alavesa espera resarcirse del vacío que ha supuesto este año la ausencia de unas fiestas como Celedón manda. La pasada madrugada, la no bajada del día 4 dio paso a la no subida del aldeano de Zalduondo, de nuevo con la plaza de la Virgen Blanca cercada, aunque con un despliegue menor en esta ocasión, para evitar que el calor y los excesos nocturnos llevaran a alguno a tratar de despedir estas fechas como no debía. La Policía Local y la Ertzaintza establecieron once puntos de control en la Virgen Blanca y su entorno de 23.00 a 1.30 horas, y también se cerró el paso por las calles Prado, Diputación, Herrería, Zapatería, Correría, Mateo Moraza, Plaza Nueva, Postas y General Loma.

Para muchos negocios, especialmente los establecimientos hosteleros, las no fiestas dejan un socavón cuyas consecuencias reales no se verán probablemente hasta dentro de unas semanas. Como un hostelero del Casco Viejo asumía esta semana en las páginas de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, "los ingresos durante las fiestas nos permitían aguantar mejor el invierno, pero sin ellos, el invierno será duro".

Bares, restaurantes, hoteles, tiendas y el resto de comercios que tienen en las fechas de La Blanca un buen impulso para sus ingresos ven ahora con mayor incertidumbre aún el futuro que les espera a corto plazo, mientras cruzan los dedos para que el 4 de agosto de 2021, si llegan abiertos a esa fecha, Celedón baje sin problemas de la iglesia de San Miguel.

Salvo excepciones, los gasteiztarras en general y las cuadrillas de blusas y neskas en particular han sido capaces de mantener la responsabilidad que se reclamaba durante estas no fiestas y no celebrar nada. Por miedo al contagio, por éxodo vacacional o por iniciativa propia, las aglomeraciones han brillado por su ausencia y sólo contados episodios nocturnos han sobresaltado la tónica general de estos días, marcados por una amplia presencia policial en las calles y el cierre preventivo de un puñado de locales hosteleros en los que se detectó algún positivo. Ahora toca echar la vista hacia delante, a las fiestas de 2021, covid-19 mediante, y esperar que para entonces Vitoria recuerde ya La Blanca de 2020 como la resaca de una mala noche.