la asociación Afanis realizó su último llamamiento público el pasado 4 de mayo, ante los “problemas” que se estaba encontrando para cubrir el cupo de familias de acogida para los niños saharauis que llegarían a Gasteiz en el ya inminente verano. Las dificultades económicas, entre otras razones, han hecho que numerosos potenciales adoptantes se lo piensen más a la hora de dar el paso y en líneas generales las cifras han ido a la baja a lo largo de los últimos años, también empujadas por las reticencias de algunas administraciones a financiar los programas de acogida.

Finalmente, al menos en lo que respecta a Álava, los registros de este ejercicio son para estar “contentos”, según celebra la presidenta de Afanis, Blanca Regúlez. 49 niños y niñas llegarán al territorio esta misma semana para ser acogidos por otras tantas familias durante los dos meses que se extiende la veterana iniciativa Vacaciones en Paz, sólo dos menos que en el pasado 2015. Un ejercicio que también será redondo para el programa porque suma ya 30 años de vida.

Los pequeños, que en su mayoría tienen entre nueve y doce años, aterrizarán en Bilbao entre los días 1 y 2 de junio en diferentes aviones y posteriormente serán repartidos entre sus nuevos padres y hermanos de acogida. Algunos llegarán por primera vez y otros serán repetidores, pero a todos les unirá la oportunidad de dejar atrás por un tiempo las durísimas condiciones de vida que deben sufrir en los campamentos de refugiados de Tinduf, donde la mayoría de su población reside en tiendas, no tiene agua corriente y depende casi totalmente de la ayuda internacional para subsistir. En verano, además, las temperaturas máximas llegan a superar los 50 grados.

Las condiciones, según han constatado recientemente instituciones como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) o el Programa Mundial de Alimentos, han empeorado además sustancialmente en los últimos tiempos, en un contexto de crecientes crisis humanitarias como la que se vive en Oriente Medio. Estiman, de hecho, que dos tercios de las mujeres que viven en este inhóspito rincón del noroeste de Argelia sufren de anemia, al tiempo que un tercio de los niños padece desnutrición crónica. Según los datos de la embajada de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), cerca de 165.000 refugiados esperan en Tinduf volver algún día a su tierra, ocupada por Marruecos en el año 1976, tras la salida del último soldado de la antigua colonia española.

Aquí los recibirán con los brazos abiertos tanto la propia Regúlez como Edurne Armentia, secretaria de Afanis y adoptante desde hace ya cerca de una década, y Ainara Sáez de Okariz, que este verano se estrenará como madre de acogida. Vecina de Heredia y amatxu también de otra pequeña de tres años, tanto ella como su pareja venían dándole vueltas a la idea de acoger desde hace años, hasta que por fin se han decidido. “Llevábamos ya mucho tiempo con ganas, aunque no teníamos muy clara la procedencia. Pero mi pareja es compañero de trabajo de Edurne y nos decantamos por el Sáhara. Tengo una hija y creo que va a ser una experiencia muy buena y enriquecedora para toda la familia”, anhela la más joven del grupo. A su hogar llegará Fadila, otra niña, que este verano podrá salir por primera vez de los campamentos.

En casa de Armentia, entretanto, se instalará Salem Barca, al que todos conocen como Marco. A sus 12 años, éste será el último que podrá disfrutar del programa Vacaciones en Paz. Salvo que, por ejemplo, sean huérfanos o sufran problemas de salud, el periplo de los niños no va más allá del trienio. Será también el tercer pequeño que la familia de Armentia acoja. “Que vengan es bueno para todos, para la familia e incluso también para los amigos. Primero vino un niño que estuvo dos años con nosotros y ahora tiene ya 18. Aún seguimos manteniendo relación con él. Después vino otro y luego su hermano pequeño, que es el que vuelve este verano”, explica la secretaria de Afanis.

Se trata éste de un esquema habitual, el de que la misma familia acoja a varios hermanos. Una experiencia “buenísima” para ella, como también lo ha sido para Regúlez, que también ha acogido en su casa a dos hermanos. Este verano volverá Ahmed, que también tiene doce años y, por tanto, encarará ya sus últimas semanas en territorio alavés.

Una vez aquí, las familias de acogida llevan a los niños al médico, a someterse a un reconocimiento, y también al dentista y al oculista, al margen de asumir su manutención. En caso de necesitar gafas, hay una organización estatal, Ruta de la Luz, que se las proporciona gratis. “Llegan agotados del viaje, aunque con el tiempo haya mejorado. Muy cansados y con mucho sueño. Y aquí, en dos meses, engordan y crecen. Cuando se van, no parecen los mismos niños”, describe Regúlez.

“insostenible” Ella ha vivido además en primera persona la situación de los campamentos de Tinduf, a los que ha regresado este pasado sábado acompañada de representantes de los colectivos Hermanos de Bizkaia y Gipuzkoa para agilizar las tareas de identificación de los niños una vez que lleguen aquí. Una situación “insostenible”, que “no se puede permitir”, y que muy poco ha mejorado para los refugiados en los años recientes. “Llevo casi 15 años yendo y la situación no ha avanzado absolutamente nada. Los conflictos tan largos se olvidan, y éste es un ejemplo claro. La primera vez me impactó mucho, lo pasé mal. Después he disfrutado mucho, e incluso he pensado que la situación se iba a solucionar... Pero están en tierra de nadie. Siempre pienso en volver, pero habrá un momento en el que ya no podré y eso es lo que más pena me da”, expone la presidenta de Afanis. Una vida marcada por la solidaridad que también quiere seguir Saez de Okariz. “Después de esta experiencia espero ser otra”, anhela la primeriza.