a tensa reunión mantenida ayer en un ambiente gélido entre Joe Biden y el líder ruso, Vladímir Putin, puso fin a una intensa agenda desarrollada en los últimos días por el presidente norteamericano en su primera visita a Europa desde que accediera al cargo apenas hace seis meses. Las relaciones de EEUU tanto con el Reino Unido como con la Unión Europea, así como, menos amistosas, con -e incluso frente a- Rusia y China y la estrategia global en el seno del G7, todos ellos grandes temas abordados en esta gira, han certificado el radical cambio estratégico y diplomático que ha impreso Biden a la política internacional norteamericana en contraposición al proteccionismo aislacionista practicado por su antecesor, Donald Trump. En este contexto, el tan esperado como necesario avance, reconocido por todas las partes, ha dado lugar al fin de la absurda guerra de aranceles mantenida entre EEUU y Europa desde hace 17 años y alimentada por las políticas de Trump. Un enfrentamiento que ha hecho mucho daño a la economía y a empresas vascas debido a las duras tasas impuestas por la administración norteamericana a la importación de productos europeos como el vino. Es de esperar que este acuerdo, forjado gracias a las nuevas formas de Biden, pero también por intereses políticos y comerciales comunes frente a China, sea el principio de unas relaciones leales y fructíferas para la economía, el comercio y, también, para las ciudadanías norteamericana y europea. Sin embargo, la UE, más allá de esta mejora en los vínculos internacionales, necesita de otras políticas y reformas propias que la fortalezcan interna y externamente y generen beneficios en todos los ámbitos para su ciudadanía. Europa no puede estar al albur de las políticas de EEUU, aunque ahora se desarrollen en ámbitos amistosos y mediante acuerdos favorables. Y debe hacerlo desde el punto de vista económico -los fondos europeos para luchar contra la crisis del covid-19 y su fiscalización de los planes de recuperación son buen ejemplo-, pero también social y político. El reto de Europa no está en los acuerdos y tratados internacionales que firme -y que pueden ser necesarios-, sino que se sitúa en el seno de la propia UE, en sus políticas económicas y sociales, en sus mecanismos de control y en el acatamiento a sus irrenunciables principios y el respeto a los derechos y libertades.