Licenciada en Comunicación Audiovisual y tras diez años trabajando como redactora de programas de televisión, Erika Elizari Salvador trabaja actualmente en la Fundación Elhuyar, en el ámbito de la comunicación y la divulgación científica, pero, de forma paralela, da rienda suelta a la creación, un gusanillo que siempre ha estado presente en su vida de una forma multidisciplinar y que desde hace siete años lo canaliza a través de su marca personal Musubi.
Es por eso que Musubi engloba varias vertientes creativas. Por un lado, la textil. Esta joven guipuzcoana confecciona accesorios variados, como monederos, neceseres, totes, mochilas, cintas de pelo, coleteros, estuches... en los que el leitmotiv son los estampados coloridos.
“Además de la selección de telas, también diseño estampados y los imprimo para después convertirlos en objetos textiles. Esta es una vía que me gustaría seguir explorando para que cada vez gane más espacio”, adelanta.
Y, por otro lado, la vertiente más importante de Musubi es la de la ilustración. “Es la parte que más me llena y satisface”, reconoce. Erika realiza diseños que después imprime en sus láminas, postales o cuadernos. “Suelen ser ilustraciones que van acompañadas de textos y, actualmente, mi obsesión son los microcuentos ilustrados, en los que se combinan narraciones cortas de una sola oración de no más de dos líneas, con imágenes que ilustran el mensaje.
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Los sujetos principales de mis microcuentos son animales, objetos o elementos de la naturaleza; nunca humanos. Se trata de personificaciones cuyo objetivo es hablar de temas humanos universales de manera indirecta”, explica.
La creación es para Erika una necesidad. “Disfruto ideando y me genera mucha satisfacción que algo creado por mí desde cero conecte con la gente. Hace poco una artesana amiga mía decía que necesitaba estar en el taller como un niño necesita jugar.
Creo que a mí me sucede algo parecido. Incluso cuando el día a día, la familia y el trabajo me absorben mucho tiempo, mi cabeza no deja de pensar en nuevas creaciones. Y aunque en casi todos los proyectos creativos viva momentos de estrés y me diga a mí misma ‘la próxima vez no te metas en un lío como este’, siempre acabo volviendo a involucrarme en retos creativos”, confiesa.
Lo que le apasiona es crear para sacar lo que tiene dentro, pero también para conectar con la gente. “Mi proyecto se llama Musubi (Dos besos), porque aparte de que me gusta su sonoridad, hace alusión a las conexiones entre personas. Además, Musubi también es un concepto japonés que representa unión, conectar con las personas, vínculos en el tiempo y en el espacio...
Existe una creencia japonesa que dice que un hilo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse. En este caso, mi proyecto busca provocar conexiones más allá de nuestros supuestos destinos”, cuenta ilusionada.
Como recomendación para quien esté iniciando un proyecto personal y artesanal propio, Erika comparte que a menudo ha sufrido, y a veces sigue sufriendo, “el famoso síndrome del impostor, la incómoda sensación de estar haciendo algo que no domino, que no es mi especialidad y que, por lo tanto, me convierte en una farsante.
Sin embargo, con el tiempo te das cuenta de que si lo estás haciendo es porque puedes hacerlo y que más vale seguir haciéndolo que quedarse parado por complejo a hacerlo mal”. Por eso, nos adelanta que su intención el día de mañana es seguir por el mismo camino. “Musubi ha ido creciendo y evolucionando poco a poco y su futuro se desarrollará de la misma manera: dejándome llevar. Ideas no me faltan y estoy abierta a tomar cualquier camino”, destaca.
“Con las redes mi trabajo ha llegado hasta Oregón”
De lo que más orgullosa se siente Erika Elizari es de haber ido construyendo Musubi paso a paso, sin saber muy bien a dónde iba, de forma natural. “También estoy contenta de haberme mantenido fiel a mí misma y a mi estilo”, advierte. Ahora mismo, lo que más ilusión le hace y más satisfacción le da son sus diseños propios. “Sobre todo los microcuentos ilustrados.
No solo crearlos, sino ver que conectan tanto con la gente”, destaca. Y también le da mucha felicidad que el euskera llegue a tantas personas y tan lejos. “Son muchas las personas extranjeras que deciden llevarse los microcuentos ilustrados a sus países. Me hace feliz que el euskera viaje a través de mis creaciones”, reconoce.
Una de las cosas que más le ha sorprendido es el interés que mostró una chica de Oregón. “Conoció mi trabajo a través de una tienda en la que se venden mis productos. Compró la lámina de Igeri ala ito y cuando volvió a su país, le había gustado tanto a su hermana, que quiso hacerse con otra lámina para ella.
Enviarla a Estados Unidos tenía sus complicaciones, pero insistió hasta conseguirla dos años más tarde. Hace ilusión pensar que una creación propia puede conectar tanto con alguien de un contexto lejano y diferente”, asegura.
Erika acaba de recibir una beca de creación artística del Ayuntamiento de Hernani que le permitirá crear ocho microcuentos para su pueblo. Irán impresos en baldosas que se colocarán en las paredes y las narraciones estarán vinculadas a Hernani y a los barrios en los que se expondrán de forma permanente, explica. “Para mí es un gran salto pasar a este soporte y que mi trabajo esté en la calle. Es algo que hace un par de años era inimaginable para mí”, confiesa.
Aprendizaje desde cero
La diseñadora guipuzcoana Erika Elizari cuenta cómo ha logrado encontrar su propio método para desarrollar creaciones únicas hechas a mano
Los orígenes de Musubi, la firma de la guipuzcoana Erika Elizari, surgieron como consecuencia de un curso de serigrafía del Ayuntamiento de Donostia-San Sebastián. Durante el taller, hizo sus propios diseños y los fue imprimiendo en totes. Al finalizar tenía decenas de bolsas serigrafiadas y justo en ese momento supo que se iba a organizar un mercadillo en la calle Matía del Antiguo.
“Sin pensármelo dos veces, decidí exponer mis trabajos en uno de los puestos, pero siendo consciente de que tal vez no era suficiente para llenar el stand, pensé que podía complementarlo cosiendo algunas telas que había serigrafiado. Así es como decidí desempolvar la máquina de coser de mi madre y aprender a coser. Lo hice viendo tutoriales y no puedo olvidar lo que me costó entender el mecanismo de enhebrado. Tras dar muchas puntadas sin hilo, logré confeccionar unos neceseres con mis diseños y me planté en el mercado con mis creaciones.
Creo que las ventas fueron de 100 euros y para mí fue todo un éxito. Me animó a seguir y hasta hoy”, recuerda. La confección, que comenzó a ser parte de Musubi para “rellenar”, es en realidad lo que más vende, si bien actualmente sus ilustraciones han ido ganando peso y eso le satisface mucho porque es “un proceso de creación más puro, personal e integral”, explica.
Musubi es un aprendizaje constante y autodidacta, advierte. “No creo que todavía domine ninguna de las disciplinas creativas en las que me muevo. Aún tengo mucho que aprender sobre ilustración, escritura y confección, pero noto que a base de hacer, avanzo”, reconoce.
Aunque es difícil determinar los tiempos de creación de cada uno de sus diseños, en el caso de la confección es un proceso más rápido e inmediato, aunque la dificultad de conseguir los materiales reside en la selección, porque “telas hay un montón, pero encontrar los tejidos y los estampados idóneos es trabajo de muchas horas”, afirma.
En el caso de los microcuentos el proceso se dilata mucho más. “Un día me viene una idea, la apunto en el móvil, al cabo de un tiempo me viene una imagen, empiezo a explorar de qué manera podría ejecutar la idea, pruebo diferentes opciones, la imprimo para testarla y decido cuál será su aspecto final. Puede ser cuestión de semanas, pero desde que algo me inspira por primera vez hasta que se convierte en definitivo pueden pasar meses”, explica.