Dormir con las estrellas como techo podría parecer a priori un plan de lo más romántico, pero nada más lejos de la realidad para las personas que acampan entre cartones, esterillas y mantas en Vitoria. A ellas no les queda otra que hacerlo con un ojo abierto, por temor a perder lo poco que tienen y porque difícilmente el sueño se concilia bien en una ciudad en la que esta época del año sus gélidas temperaturas hacen que su nombre vaya mudando por el de Siberia-Gasteiz.
Sin embargo, hay unos ángeles de la guarda enfundados en chalecos rojos que de forma casi ininterumpida a lo largo del año no les desamparan ni de noche ni de día. Se trata de los 25 voluntarios y dos técnicos, que conforman el Programa de Atención Integral a Personas Sin Hogar de Cruz Roja en Álava.
Un equipo que coordina Sara Sánchez de Cea, y que de forma desinteresada, vela por ellos y les aporta algo de calor humano a entre las 10 y 40 personas que de media se encuentran cada jornada. Mayoritariamente, hombres, de 18 a 65 años y nacionalidades diversas.
Preparativos
Por la mañana, por ejemplo, registran qué días les han visto y dónde. Y cuando el sol ya ha caído, empiezan a preparar, a eso de las siete de la tarde, sopas y bocadillos calientes, que posteriormente reparten in situ desde las diez hasta la una de la madrugada, junto con otros productos como mantas, sacos y productos de higiene, gracias a las donaciones que reciben y a la ayuda de Fundación Vital.
Si bien, una de las cosas que más valoran de este equipo, que intenta salir de lunes a viernes, son sus reconfortantes conversaciones que les demuestran que todavía hay alguien que no pasa de largo al verles.
“Quería ayudar a gente que lo necesitara porque eso creo que te hace crecer como persona y según vine de vacaciones, aquí que me presenté y por disponibilidad y porque no me gusta estar entre cuatro paredes, elegí este programa”
En la salida de este jueves, por ejemplo, le tocó a Roberto Hidalgo, uno de sus últimos integrantes ya que, como cuenta, desde finales de agosto empezó con los trámites para ser voluntario de Cruz Roja en Álava.
“Quería ayudar a gente que lo necesitara porque eso creo que te hace crecer como persona y según vine de vacaciones, aquí que me presenté y por disponibilidad y porque no me gusta estar entre cuatro paredes, elegí este programa”, recuerda.
Siempre van dos
Al mes siguiente, Hidalgo realizó su primera salida en las que nunca está solo. Le ayuda en el reparto siempre otra persona voluntaria, que no siempre es la misma, porque van rotando en función de la disponibilidad.
“Algunas veces conduzco yo y otras el compañero y luego nos vamos distribuyendo la tarea en función de lo que pide la gente. Mientras uno echa sopa en un vaso el otro está buscando algo de higiene o de abrigo. Sobre la marcha”, aclara.
Y aunque la ruta empieza a las diez de la noche, siempre vienen un poco antes para preparar “alguna cosilla” y cargar la furgoneta con todos los medios. En la misma puerta del garaje, sin que hayan arrancado su unidad móvil, ya tienen a gente esperando.
“Son los que duermen en la zona. Hay veces que te demandan ropa y otras que te dicen que les apetece sopa, leche o un poquito de fruta. Es a demanda”, explica.
En marcha
Tras ello, se suben al vehículo y comienza la primera de una docena de paradas por toda la ciudad, de las que en este caso no se van a nombrar ni calles ni iglesias concretas porque así se prefiere por el bien de los que no tienen techo. En todo caso, en todas ellas, nada más apearse de la furgoneta, lo primero que hacen es saludarles.
Pero Hidalgo no solo se limita al clásico hola. “Intento que siempre haya algo de contacto físico, ya sea chocando las manos o los nudillos”, añade. Un par de veces ya le ha pasado que le pidan un abrazo “y se lo das porque realmente ese día, emocionalmente, están necesitados de esa cercanía y de ese diálogo. Ese contacto, no solo verbal, le agradecen muchísimo”.
Y siempre hay una presentación a los que se encuentran durmiendo cuando llegan: “Hola, buenas noches. Somos de Cruz Roja. ¿Te apetece algo?”, les dicen, aunque, muchas veces, no les hace ni falta: “Sopita, café, galletas y fruta (que también han incorporado este año junto con las ensaladas de pasta)”, responden en cuanto les ven.
Incluso con “¿Tú eres Roberto?, ¿no?, el que sale los viernes”. Porque pese a llevar poco en activo, ya le tiene ‘fichado’. También ellos se interesan “muchísimo” por los voluntarios.
¿Cómo han pasado el día?
Hidalgo, sobre todo, pregunta por qué tal les ha ido la semana, “¿cómo han pasado el día?” y dependiendo de cómo esté la noche, si hace frío, qué tal lo llevan, y si acaba de llover y ven a gente en zonas húmedas, si tienen ropa adecuada y cómo están de animo, “aunque esto último casi que lo ves, solo con la mirada y con las ganas de hablar que tienen y entonces te dedicas a estar un rato más con él o si te demandan algo concreto, se lo das y ya está”.
“Superagradecidos y extraagradecidos”
En esos casos, “son superagradecidos”, pero en el de los recién llegados, que son los que se sorprendan al verles, “son extraagradecidos. Es una especie de ‘Me ha venido Dios a ver”.
A ellos les preguntan cuál es su situación actual y que si esa va a ser su zona, que se pasarán tal día a cierta hora. Algunos les responden que hoy solo quieren comida pero otros se animan por los calcetines que les comentaron que tenían porque se les han mojado los suyos.
Y a Hidalgo, pese a lo intempestivas de las horas y hasta de la meteorología, no se le hace duro salir de noche. “La verdad es que no. El grado de motivación, por lo menos el que estoy viendo en mis compañeros y en mí, es que lo llevamos muy bien. Las sensaciones que tuve en las primeras salidas fueron muy gratificantes”.
“Recibes muchísimo. A mí las gracias que me dan, me valen por 50. Es un poco lo que recibo cada noche. Y el otro día con el abrazo, tanto Míchel como yo, llorando. Es muy emotivo”
Sobre todo, porque con un gesto que ve que es pequeño y un esfuerzo que no es grande, “recibes muchísimo. A mí las gracias que me dan, me valen por 50. Es un poco lo que recibo cada noche. Y el otro día con el abrazo, tanto Míchel como yo, llorando. Es muy emotivo”.
Y lo mejor, como destaca, es que no todas las noches son iguales, “aunque el horario sí lo sea, la gente está de diferente manera, hay nueva o más, el tiempo cambia... Es superdinámico todo”.
“CUALQUIER PERSONA NOS PODEMOS VER EN LA CALLE EN ALGÚN MOMENTO”
Cualquier persona nos podemos ver en la calle por una situación concreta”, subraya Sara Sánchez de Cea, responsable del Programa de Atención Integral de Personas sin Hogar en Cruz Roja en Álava, en el que se encuentran “a muchas que han trabajado toda su vida o que se han quedado así por una situación familiar complicada, tras fallecer algún ser querido o por abuso de sustancias. El problema de las personas sin hogar es que son invisibles y nosotros lo que queremos es que sepan que las tenemos presentes”.
“REFERENCIA”
Gracias a sus años de recorrido, cuando salen a la calle, saben que hay un programa que trabaja con personas sin hogar “y nos están esperando en muchas ocasiones. Creo que somos referencia en ese sentido. Algo estamos haciendo bien”, valora.
Por sus años de experiencia, van parando donde saben que están. Y siempre empiezan en Cruz Roja y acaban allí. Intentan salir de lunes a viernes, pero no siempre se puede porque se necesita un número grande de voluntarios. “Si se comprometen con el servicio y si un viernes no pueden, pues no se puede, no pasa nada. Si hay suerte, ese día va un compañero y si no, no se sale. Nos organizamos en función de la disponibilidad y para eso tenemos un grupo de WhatsApp”.
Es por eso que si se animaría más gente, se podrían cubrir los cinco días entre todos. Además, hay múltiples opciones de voluntariado. “No solo se necesitan para la noche. También para apoyo administrativo, para hacer llamadas, escanear, para preparar bocadillos o para hacer la compra. Toda ayuda es bienvenida”, resalta.
Para eso, solo tienen que llamar a Cruz Roja: 945 22 22 22.