Ha habido estos últimos días una sensación extendida en Gasteiz de que la ciudad se encuentra a medio gas, un tanto aletargada, de que se ha producido un éxodo importante entre sus moradores habituales coincidiendo con la llegada de La Blanca.
Pero hoy, 4 de agosto, ha bastado con que el gran emblema de estas fiestas patronales reaparezca en escena para que, como por arte de magia, todo regrese a su cauce.
Vitoria no estaba muerta, desde luego que no. Solo se preparaba para empezar su gran parranda.El culpable ha sido Celedón, faltaría más. Un 'nuevo' Celedón, el encarnado por primera vez este 2024 por un sobresaliente Iñaki Kerejazu, que ha desatado la diversión en una plaza de la Virgen Blanca abarrotada y entregada, también achicharrada bajo el sol, ansiosa por dejar de lado al menos por unos días los problemas y las preocupaciones.
Por delante, 127 horas de fiesta y de actividades para todos los gustos y públicos que vivirán su día grande mañana, un día de La Blanca marcado por el regreso a las calles de la capital alavesa de las cuadrillas de neskas y blusas.
Poco más se podía pedir al arranque festivo, que tuvo además ayer el mejor aperitivo posible aprovechando los caprichos del calendario.
La ciudad ha amanecido ya con un premonitorio –para bien– cielo azul que no se ha nublado en ningún momento de la jornada mientras cientos de grupos de amigos y familias han comenzado a tomar sus calles y plazas desde bien temprano, aunque especialmente a partir de la hora del vermú, para ir calentando motores.
A medida que se ha acercado el momento del txupinazo y, en consecuencia, del regreso a Vitoria del querido aldeano de Zalduondo, el centro de la ciudad y sobre todo la Virgen Blanca han empezado a abarrotarse hasta casi no tener espacio para un alfiler.
30 grados en el momento de la bajada
Y eso a pesar del intenso y creciente calor: 30 grados, ni más ni menos, ha alcanzado el termómetro a la hora de la bajada, lo que ha convertido la plaza en un hervidero en el que los adolescentes y los adultos jóvenes han sido, un año más, abrumadora mayoría.
Abanicos, gorros, sombreros de paja, pistolas de agua de todos los calibres y cualquier superficie medianamente consistente reconvertida en parasol han servido a las miles de personas reunidas para protegerse.
Ha sido, también, un txupinazo marcado por la solidaridad con el pueblo palestino, expresada por las numerosas banderas repartidas entre la gente.
A falta de botellas de vidrio, vetadas en la bajada de Celedón desde el año 2017, las garrafas de agua, rellenas también en muchos casos de kalimotxo y otros variados brebajes, o las cervezas y refrescos en lata han sido algunas de las opciones más repetidas entre la multitud.
Las Djs Rosamari, que también formaron parte del cartel del 'txosnagune' en la apertura de ayer, han sido las encargadas de poner a la gente a bailar.
Y vaya si lo han conseguido, especialmente con hits recientes como 'Potra Salvaje' –de Isabel Aaiún–, otros algo más clásicos como 'Titanium' –de David Guetta y Sia– e himnos imperecederos como el 'Txoria Txori' de Mikel Laboa.
La hora de la verdad se acercaba, los nervios han comenzado a aflorar entre saltos y cánticos hasta que el reloj ha marcado las 18.00 horas e Icíar Ortiz de Urbina, presidenta de la Federación Centros Regionales de Álava, ha prendido la mecha del cohete y ha dado paso al éxtasis festivo.
La versión no humana de Celedón ha iniciado su mágico descenso desde San Miguel y ha completado el trayecto en poco más de cinco minutos, dando paso a uno de los momentos sin duda más esperados del día: la primera aparición del aldeano, ya encarnado por Kerejazu, desde el balcón de su casa nueva.
La puesta en escena del debutante ha sido arrolladora, radiante, paraguas en mano –como siempre– y puro en la otra –como novedad respecto a su predecesor– y, tras ella, Kerejazu se ha dispuesto a completar el recorrido hasta la balconada abriéndose paso entre la multitud.
Parecía, a priori, que lo iba a tener fácil, pues sus acompañantes han logrado abrir un enorme pasillo para facilitarle el tránsito. Entre ellos, abriendo paso, su aita Javier, uno de los fundadores de la cuadrilla Hegotarrak.
Ha avanzado el joven, no sin dificultades –incluso ha estado a punto de perder la txapela–, pero ha logrado cruzar la Virgen Blanca en menos de tres minutos y acceder a la balconada y presentarse de nuevo ante el gentío en justo 6 minutos y 27 segundos. Antes de ello, ha regalado un emotivo abrazo a su, seguro, orgulloso aita.
Ya en la balconada, Celedón ha impuesto el pañuelo festivo por primera vez solamente a tres personas, a diferencia de lo que ha sido habitual en los últimos años, en los que el aldeano de Zalduondo se lo colocaba a todas las personas del colectivo que lanzaba el txupinazo.
En esta ocasión se lo ha puesto, en este orden, a la alcaldesa Maider Etxebarria, a la responsable de Cultura en el Ayuntamiento, Sonia Díaz de Corcuera, y a la propia Ortiz de Urbina, lo que ha permitido agilizar el acto y que la espera de las miles de personas congregadas en la plaza no fuera tan larga.
Lo mejor, sin duda, estaba por llegar. Kerejazu, tras más de media vida acompañando a su predecesor en su camino hacia la balconada, tras haber sido incluso Celedón Txiki, ha tomado por primera vez el micrófono para dirigirse a la multitud y demostrar que su nueva responsabilidad, y vaya responsabilidad, le viene como anillo al dedo.
Con aplomo y voz firme, sin titubeos y dando protagonismo al euskera, Celedón ha lanzado 'goras' a la ciudad, a sus fiestas, al propio aldeano de Zalduondo y a todas esas personas que lo han recibido con los brazos abiertos.
Un discurso, también, de agradecimiento “por la acogida” a todo el pueblo de Gasteiz, de recuerdo a quienes ya no están –un momento en el que Kerejazu se ha emocionado visiblemente– y de reivindicación de unas fiestas libres de violencia machista. De unas vidas libres de violencia machista. “¡Si no sabes respetar, no vengas!” Más claro el agua.
En poco más de 15 minutos, ha llegado la hora de despedirse y de que la fiesta comenzara a repartirse por las calles de todo el centro de la ciudad.
La Virgen Blanca ha quedado prácticamente impoluta en poco más de una hora para permitir el paso de la comitiva municipal de ida a Vísperas.