Esta alavesa, nacida en Murgia en 1944, no solo ha sobresalido por su trabajo en una veintena de películas y series, por haberlo hecho bajo las órdenes de Pedro Almodóvar y por bordar los personajes clásicos y contemporáneos en el teatro Ortzai, afincado en el Casco Viejo, del que es cofundadora.

También ha brillado en trabajos que abogan por la igualdad, defendiendo, por ejemplo, la emancipación femenina, con títulos como Las estrellas también brillan en otoño, estrenada en el Teatro Principal de Vitoria en 1996, con un reparto exclusivamente femenino, proclamando la valía y la plenitud femenina en cualquier etapa de la vida.

En Fígaro Garate. Las bodas de Fígaro, montaje de Ortzai, encarnó al personaje que, en el monólogo central de la pieza, más explícitamente habla a la audiencia denunciando la situación de la mujer en la sociedad.

Sin embargo, esta gran dama alavesa de los escenarios es de lo más humilde a la hora de hablar de su trayectoria laboral, con una historia que merece volver a ser contada.

“A mí este mundo de la interpretación me ha gustado desde cría, siempre que se organizaba algo, participaba. Un día me dijeron para participar en un casting de Vitoria, para una película en el Matxete, fui con una amiga y mira, le cogieron a ella y a mí no”, rememora entre risas.

Al pie del cañón

Un ‘no’ inicial que, no obstante, le sirvió para abrirse paso : “Me conocieron y ya me llamaron para ir a Madrid y de ahí hasta ahora. Hago de vez en cuando algún corto o serie de televisión, donde últimamente he participado en El pueblo, pero llevo un tiempo en el que, principalmente, hago teatro”.

Sigue así al pie del cañón, desde que se animó a dar el paso definitivo para dedicarse a la actuación porque no tuvo “ningún problema” en ese sentido por parte de su entorno. “Mi padre ya había fallecido y a mi madre, el ambiente en general, no le gustaba, pero no me cortó”, destaca.

Ibáñez tuvo la valía para tomar la iniciativa y empezó así una carrera, con todo tipo de papeles y escenarios. Y eso que, una vez que se adentró en él, no fue fácil debido a la lucha de egos que reconoce que hay. “Sí que lo hay, pero no solo entre mujeres, hombres con mujeres también”, lamenta.

Y pone ejemplos concretos: “A mí, en una de las series, había un señor, que hacía de abuelo, que no podía ver que yo estuviese en escena, plantada mirando a cámara, y, de todas todas, tenía que estar él delante. Todo su afán de protagonismo era ese, en todas mis escenas. Me salvó que ya había tenido dos experiencias anteriores de mujeres, donde solo tenía una o dos frases, y me las quitaron”.

En una, como todavía no ha olvidado, fue en la película de La flor de mi secreto, de Almodóvar, “que la rodamos en Almagro, yo hacía de una vecina, que tenía que hacer que barría y decirla en cuanto vinieran con el coche Juan Echanove, Chus Lampreave y Marisa Paredes, porque era a la primera que se encontraban, y vino otra mujer, más mayor que yo, y se me adelantó, y, claro, si la escena sale bien, el director no va a volver a rodarla...”.

La otra ocasión, con Fernando Colomo, “nos dio una revista, el Hola, para que eligiéramos un personaje y comentáramos su frase. Éramos tres. Fernando, cuando nos dijo qué habíamos pensado, le pareció bien, y al final se me adelantó otra, encima que fui yo la que había propuesto la frase y me la quitaron”.

Así, aprendió también a ocupar el merecido lugar que le correspondía: “Si tenía que estar delante, pues delante”.

Avances

Ibáñez cree que también se ha avanzado en igualdad en el mundo del cine, televisión y teatro, “pero, bueno, la mujer también ha tenido siempre protagonismo, aunque cuando cumplen una edad, quizás menos. Yo he estado muy contenta con lo que he hecho. He viajado mucho a Madrid”.

Y se están dando muchos pasos: “Lo que hay que hacer es igualdad, simplemente, que tengamos todos las mismas oportunidades, sin diferencias”, opina.

Iker Ortiz de Zárate, su hijo, sigue su estela: “Pero no ha sido mi intención inculcarle eso, Simplemente él, ha querido hacerlo”, precisa.