“Al llegar a Katmandú, de vuelta del Everest, Juan Celaya nos dijo ‘sois unos zánganos’. No se os ocurra volver de allí sin conseguir el permiso para poder regresar”, recuerda nítidamente Txomin Uriarte sobre las órdenes que les dio hace ya medio siglo el mecenas de la expedición Tximist.
Dicho y hecho. Una vez terminada la aventura, el propio Txomin Uriarte se quedaría en la capital nepalí varias semanas más junto a Julio Villar para iniciar los trámites burocráticos pertinentes y poder lograr así un nuevo permiso con el que realizar un nuevo ataque a la cima del Everest en años posteriores.
“Nos quedamos allí los dos solos durante un mes más. En ese tiempo estuvimos con el gobierno de Nepal y completamos todas las solicitudes”.
Ya solo quedaba esperar a la decisión de las autoridades. Los dos montañeros se despidieron el 14 de julio. Y es que la aventura de uno de ellos, en el caso de Julio Villar, no acabaría ahí.
Txomin Uriarte, que regresaría a casa en avión, recuerda cómo su amigo y aventurero comenzó entonces una curiosa peripecia.
La aventura de Julio Villar
Y es que el guipuzcoano, uno de los mejores alpinistas de Europa del momento, pese a haber sufrido años antes un grave accidente, decidió volver a casa andando desde Nepal.
“Me dijo nos vemos en casa por Navidad”. Así fue. Villar, autor del best selller ¡Eh Petrel!, un bravo explorador que llegó a hacer la primera travesía a vela en solitario en el Atlántico en 1971 –reto que prosiguió cruzando el canal de Panamá y dando la vuelta al mundo, aventura que le llevó cuatro años– cubrió los más de 9.200 kilómetros entre Katmandú y la capital donostiarra en cinco meses para celebrar las fiestas navideñas con los suyos.
Juntos de celebración. Años después tendrían otra.
Y es que como recuerda aún emocionado Uriarte, “en 1977, a través de un telegrama nos informaban de que nos daban el permiso para volver al Everest”. Todos felices. Se cumplió el deseo de Celaya.