Entonces era un viaje hacia lo desconocido. Hacia uno de los confines del planeta. El techo del mundo y los 8.848 metros de altura del imponente Everest eran un mundo por descubrir, lejos de la romería que se ha convertido hoy en día.

Una aventura en toda regla. Se trataba de una hazaña histórica. De hecho, hace 50 años tan solo cinco expediciones a nivel mundial y un total de 24 alpinistas habían conseguido hollar el Chomolungma, nombre tibetano de la montaña más alta de la tierra.

Pues bien, allá por 1974 un grupo de expedicionarios vascos se embarcaron en el reto de conquistar la montaña más alta del planeta. Unos pioneros que rozaron la gloria y que tras un sinfín de avatares se quedaron tan solo a 350 metros de la cima.

Impresionante vista de la cima del Everest obtenida por los alpinistas de la Tximist en 1974 EMMOA

Esta es la historia de una auténtica odisea de la que en este 2024 se cumple medio siglo y que sin lugar a dudas plantó la semilla del himalayismo vasco.

Una historia que se remonta a unos cuantos años antes, tal y como recuerda Txomin Uriarte, presidente de EMMOA (Fundación para el Museo Vasco de la Montaña). El alpinista vasco, integrante de aquella expedición Tximist formada por 16 montañeros, desvela que el germen de aquella cordada comenzó a gestarse a partir de la primera expedición que organizó la Federación Vasca de Montaña a los Andes peruanos.

La expedición a Perú

Ese grupo de alpinistas vascos coronó tres cumbres vírgenes en la Cordillera Blanca. “Las más altas. Fue todo un éxito. Venían como héroes nacionales”, recuerda con orgullo respecto a aquella cordada que partió del puerto de Santurtzi el 24 de abril de 1967, a bordo del buque alemán Barenstein y unos meses después regresaba con el éxito deportivo y con el gusanillo en el cuerpo para alcanzar cotas mayores.

Miembros de la histórica expedición Tximist, durante un descanso en el campo base del Everest en 1974 EMMOA

Así fue. Y es que tras la experiencia andina todos ellos aspiraban a más. Había que dar un nuevo paso adelante. “¿Por qué no el Everest?”, se dijeron algunos de los montañeros que habían estado en aquella exitosa expedición andina. Fue decirlo y comenzar a ponerse manos a la obra.

Problemas con Franco

Eso sí, antes de arrancar con la planificación de la expedición al Himalaya y ponerse con todo lo que ello conlleva tuvieron que solucionar una serie de problemas políticos surgidos tras las ascensiones en los Andes peruanos.

“Habían llevado una ikurriña y eso era pecado mortal. Franco estaba en plena forma física y se lo hizo pagar”

Txomin Uriarte - Presidente de EMMOA (Fundación para el Museo Vasco de la Montaña)

Y es que el grupo de montañeros vascos sufrió en sus carnes la dureza del régimen franquista como recuerda Txomin Uriarte. “Habían llevado una ikurriña y eso era pecado mortal. Franco estaba en plena forma física y se lo hizo pagar”.

Efectivamente aquel viaje a los Andes estuvo salpicado por una fuerte polémica que acabó con la expulsión del grupo vasco de la Federación Española de Montaña y provocando a su vez que la Federación Vasca se disolviera en aquellos duros momentos.

Miembros de la expedición Tximist durante la ascensión al Everest en 1974 EMMOA

Todo vino de “una denuncia anónima” y de “carácter político”. En ella se criticaba la supuesta exhibición de una “bandera separatista vasca” por parte de los montañeros vascos en la cordillera andina, lo que provocó el tremendo enfado de los dictadores franquistas. 

En la cárcel 

La prensa del régimen franquista no dejó pasar por alto el asunto. Es más, aprovechando la inestabilidad política del momento, se cebaron con los montañeros vascos hasta tal punto que todos los integrantes de la expedición a los Andes de 1967 pasaron por comisaría y alguno de ellos, concretamente Ángel Landa, durmió varios días en la cárcel. 

Afortunadamente, la solidaridad del resto de montañeros y el “apoyo unánime recibido en Euskadi” minimizó los cargos y un año después el Tribunal de Orden Público archivó el caso. Eso sí, el trago fue muy complicado de superar. “Fueron momentos muy duros”, rememora.

Por ejemplo, tras la disolución de la Federación Vasca de Montaña, los afectados por esta polémica y otra serie de compañeros tuvieron que hacerse socios del Club Alpino Francés en Bayona para poder seguir practicando este deporte con seguro de accidentes.

Los montañeros vascos de la expedición Tximist se toman un descanso durante la expedición al Everets en 1974 EMMOA

Todo empezó en la calle Dato

Fue en esos momentos cuando surgió la posibilidad de ir al Everest. De la forma más curiosa, además. Durante un café de sobremesa en la calle Dato brotó de forma espontánea la idea: “¿Por qué no el Everest?”. Tres montañeros gasteiztarras estaban detrás de esta locura prácticamente “imposible” para la época. 

Ese trío de pioneros del montañismo vasco lo conformaban Juan Ignacio Lorente, Ángel Rosen –padre del también alpinista Juan Vallejo– y Luis María Sáenz de Olazagoitia, a los que más tarde se unirían Juanito Cortázar y Juan Carlos Fernández de la Torre. 

Poco a poco fueron perfilándose los detalles de una empresa sin precedentes que tardó la friolera de cinco años en llegar a buen puerto. Un arduo trabajo habida cuenta de todas las complicaciones que tuvieron que solventar por el camino.

Presentación en Vitoria de la Expedición Tximist al Everest EMMOA

Y es que hace 50 años no era fácil conseguir el derecho a escalar el Everest y tampoco resultaba sencillo encontrar un patrocinador que respaldase un proyecto tan costoso.

Además, en los años 70 el Gobierno de Nepal tan solo concedía dos permisos al año, uno antes y otro después del monzón. 

Odisea para conseguir el permiso 

Los permisos estaban muy solicitados (había tres países que lo habían pedido ya) y encima el grupo vasco se encontraba con el inconveniente añadido de que los problemas burocráticos se agravaban tras haber sido expulsados de la Federación Española, el organismo oficial competente y el que debería facilitar la autorización nepalí para escalar el Everest.

Dos de los alpinistas vascos que formaron parte de la expedición Tximist, durante el ascenso al Everest en 1974 EMMOA

Ante tanto contratiempo, al grupo no les quedó más remedio que agudizar el ingenio. Antes de ir a Kathmandú a pedir personalmente el permiso, Txomin Uriarte se movió por toda Europa recabando el apoyo de alpinistas de prestigio en Suiza, Alemania, Italia y Francia.

Reconociendo la ruta en el camarote de Lambert

Entre las visitas a numerosos alpinistas, Txomin Uriarte recuerda con cariño la que realizó a Raymod Lambert en Ginebra. “Estuve horas y horas con él en su camarote viendo mapas, analizando rutas”, rememora. El alpinista vasco considera que Lambert podría haber sido el primer hombre en pisar la cima del Everest en 1952. El suizo y el sherpa Tenzing Norgay llegaron hasta los 8.598 metros de la cresta sureste antes de dar la vuelta. “Hoy en vez de Hillary y Norgay se podría estar hablando de Lambert. Le faltó poco”, dice Uriarte.

El mítico alpinista Lambert durante su ascenso al Everest junto al sherpa Tenzing Norgay

El mítico alpinista Lambert durante su ascenso al Everest junto al sherpa Tenzing Norgay DNA

El alpinista vizcaíno, gasteiztarra de adopción, recuerda también su visita al campo base del Everest. “Aquel año había una expedición internacional formada por un grupo en el que estaban los mejores alpinistas del mundo: franceses, italianos, británicos, alemanes, suizos... Lo mejor de cada casa. Sin embargo, no hicieron equipo y aquello fue un fracaso”, rememora este miembro de la primera expedición vasca al Everest.

Contactos con la iglesia

Trabajo en todos los frentes en busca de ese ansiado permiso. Juanito Cortázar, montañero y constructor –la Cruz de Olarizu es obra suya–, movió también sus hilos para suavizar el boicot que la iglesia de entonces venía sometiendo contra esa “banda de rojos separatistas”, a los que no tenía intención de ayudar lo más mínimo.

“Juanito había construido un par de iglesias para el Obispado de aquí y por ahí ayudó a templar gaitas en todo este asunto”

Txomin Uriarte - Presidente EMMOA

“Juanito había construido un par de iglesias para el Obispado de aquí y por ahí ayudó a templar gaitas en todo este asunto”, recuerda Rosen.

“Necesitas amigos hasta en el infierno”, rememora al respecto Txomin Uriarte. Se tocaron todas las teclas posibles para lograrlo. Desde contactos con López Bravo, Ministro de Industria de la época, hasta con el entonces máximo mandatario de la Federación Española de Montaña, José Antonio Odriozola. 

La expedición Tximist en el campo base del Everest EMMOA

Este último también jugó un papel importante en la consecución de ese valioso permiso por el que también pujaban potencias como Italia, Francia o Reino Unido. “Él no había tenido nada que ver con nuestra expulsión, más bien todo lo contrario, de ahí que apostara por nosotros a cara de perro en Madrid y en aquellos consejos de Gobierno, que estaban muy politizados. Además, era cuñado de Alfonso Alonso, un miembro de la expedición, así que también se involucró”, añade Rosen.

El ingente trabajo diplomático dio sus frutos. Uriarte regresó de Katmandú con todos los permisos y en 1972 recibieron la ansiada respuesta de que ya tenían la autorización para escalar el Everest en 1974. Solucionado el tema burocrático, ahora faltaba encontrar un patrocinador que apostase por un singular proyecto.

La influencia del rey emérito

A principios de los 70 fueron tantas las puertas que tocaron los miembros de la Tximist para derribar el muro burocrático al que se enfrentaban y conseguir el permiso del gobierno nepalí para ascender el Everest que su perseverancia llegó a los sitios más recónditos. De hecho, Rosen, uno de los 16 montañeros que participó en la expedición, ha contado en más de una ocasión una curiosa anécdota. Dicha historia relata como la noticia del proyecto llegó a oídos del entonces príncipe Juan Carlos, hoy rey emérito de España. “El borbón coincidió en una cacería en Jaén con el príncipe de Nepal y se ve que le habló de nuestra expedición y eso creo que fue bastante decisivo”, intuye el montañero gasteiztarra sobre la influencia del antiguo monarca. 


El apoyo de Juan Celaya

Tampoco fue fácil. Rosen recuerda cómo se tocaron muchas empresas potentes de la época “aunque sin mucho éxito”.

No se rindieron y finalmente a través de un conocido fueron a parar a Cegasa, la histórica firma de pilas fundada por Juan Celaya, quien no dudó en respaldar el proyecto pese a considerarles a todos ellos “unos chalados”. “Era un oñatiarra de pro, un enamorado de la cultura vasca al que le encantó la idea y estaba dispuesto a todo ya que lo consideró un proyecto de país”.

“Era un oñatiarra de pro, un enamorado de la cultura vasca al que le encantó la idea y estaba dispuesto a todo ya que lo consideró un proyecto de país”.

Txomin Uriarte - Presidente de EMMOA

Así fue. El empresario vasco no escatimó en gastos para la expedición. Para evitar el recelo político y la animadversión hacia todo lo vasco de la época, hubo de camuflarse incluso el nombre de la misma, que finalmente se llamó Tximist, la marca comercial de las afamadas pilas de Cegasa.

15 millones de presupuesto

La expedición Tximist contó con un presupuesto de 15 millones de pesetas, respaldo económico que llegó del empresario vasco Juan Celaya.


Finalmente, el proyecto contó con un presupuesto de 15 millones de pesetas la época. Todo un dineral, pero lejos de las cifras de otras expediciones.

"La expedición de Milán estuvo formada por 40 personas… y que decían que podía llegar poniendo un espagueti detrás de otro, desde Milán hasta el campo base del Everest"

Txomin Uriarte - Presidente de EMMOA

Se trataba de una expedición modesta en comparación, por ejemplo, con la de Milán, que estuvo formada por 40 personas… y que decían que podía llegar poniendo un espagueti detrás de otro, desde Milán hasta el campo base del Everest, o con la expedición militar de la India formada por un grupo todavía mayor”.

Los miembros de la expedición Tximist posan durante el trekking de acceso al campo base del Everst EMMOA

La expedición: 16 montañeros, cinco alaveses

La Tximist estuvo compuesta por 16 montañeros, dos vizcaínos, Ángel Landa y Txomin Uriarte, cinco alaveses, Juan Ignacio Lorente, Ángel Rosen, Luis María Sáenz de Olazagoitia, Juanito Cortázar y Juan Carlos Fernández de la Torre, y siete guipuzcoanos, Felipe Uriarte, Ricardo Gallardo, Paco Lusarreta, Luis Abalde, Alfonso Alonso, Julio Villar y Rodolfo Kirch. Junto a ellos estuvieron también Fernando Larruquert y Angel Lerma, responsables de fotografiar y filmar toda lo que sucedía alrededor de la expedición.

De hecho, la Tximist estuvo compuesta por 16 montañeros, dos vizcaínos, Txomin Uriarte y Ángel Landa, cinco alaveses, Juan Ignacio Lorente, Ángel Rosen, Luis María Sáez de Olazagoitia, Juanito Cortázar y Juan Carlos Fernández de la Torre, y siete guipuzcoanos, Felipe Uriarte, Ricardo Gallardo, Paco Lusarreta, Luis Abalde, Alfonso Alonso, Julio Villar y Rodolfo Kirch.

Junto a ellos estuvieron también Fernando Larruquert y Angel Lerma, responsables de fotografiar y filmar toda lo que sucedía alrededor de la expedición.

900 metros de película

Lerma y Larruquert fueron los responsables de filmar la expedición. Trabajaron con cámaras de 35 milímetros y utilizaron 900 metros de película. 


Los dos técnicos trabajaron con cámaras de 35 milímetros y llegaron a utilizar 900 metros de película que sirvieron años después para realizar el documental Agur, Everest, donde se narra en cinemascope la expedición de 1974 y la de seis años después en la que el hernaniarra Martín Zabaleta culminaría con éxito la ascensión al techo del mundo.

17 toneladas de material

No se escatimó en gastos. La expedición trasladó hasta Katmandú 17 toneladas del mejor material. “Tiendas, ropa, máscaras de oxígeno y comida de la buena. Queríamos comer a gusto”, desvela Txomin Uriarte, quien precisa que una conservera de Bermeo “nos facilitó latas de anchoas, sardinas y bonito para que pudiéramos comer como en casa. Y llevábamos cajas de botellas de Viña Tondonia, que allí arriba no sabían a nada”.

"Una conservera de Bermeo nos facilitó latas de anchoas, sardinas y bonito para que pudiéramos comer como en casa. Y llevábamos cajas de botellas de Viña Tondonia, que allí arriba no sabían a nada”

Txomin Uriarte - Presidente de EMMOA

No acabaron ahí las facilidades dadas por Celaya. El dueño de Cegasa puso a disposición de todos ellos un piso en la calle Adriano VI para que los miembros de aquella histórica cordada pudieran entrenar y ultimar los preparativos de la ascensión.

Solíamos salir a correr entre huertas, pasando la Avenida y el Seminario (lo que entonces eran las afueras de Gasteiz), y también hicimos salidas juntos por los Pirineos y Alpes para probar el equipo”. 

Ruta por la que ascendieron el Everest y punto situado a 8.350 metros, donde llegó la Tximist en 1974 EMMOA

Listos para la gran aventura. El 13 de febrero de 1974, en un viaje hacia lo desconocido, partió el contingente desde Barajas con destino a Copenhague (Dinamarca) y de allí a Katmandú.

Tras superar unos pequeños problemas con los visados en la frontera, un sinuoso viaje en avión hasta Lukla y una marcha de aclimatación de 15 días, en la que cuentan con el apoyo de un centenar de porteadores y 400 yaks, el grupo se establece el 25 de marzo de ese año el campo base de la cara sur del Everest a 5.400 metros. Al pie del Chomolungma. 

Las cargas y los porteadores en el aeropuerto de Lukla con parte de las 17 toneladas de material que transportó la expedición de la Tximist EMMOA

Listos para ir a por el Everest. Ocho días tardaron en superar la cascada de hielo. “Había restos de un helicóptero italiano que se había estrellado allí”, comenta Uriarte. El presidente de EMMOA quiere dejar constancia de que los miembros de la Tximist realizaron el trabajo duro de abrir huella durante toda la ascensión. “No hubo ningún momento en el que los sherpas estuvieran por delante de nosotros”.

Así se fueron sucediendo los días y ganando altura. Montando los diferentes campos de altura. El I a 6.000 metros una vez superada la cascada de hielo, el II a 6.500 y el III a 7.000 metros a los pies del Lhotse.

Este último sufrió los rigores de la montaña ya que “una avalancha se llevó el campamento”. Un obstáculo más que añadir a la larga lista de esta odisea. No les echó para atrás. Campo IV a 7.500 metros en la pared del Lhotse, una zona peligrosísima por las avalanchas y el campo V a 8.000 metros en el collado sur. 

En la comba oeste por encima de 6.000 metros EMMOA

La antesala del último campamento de altura, situado a 8.530 metros y a donde llegaron el 12 de mayo de 1974 Ángel Rosen y Felipe Uriarte, con la intención de salir de madrugada para hollar la cumbre un día después. “Pasaron la noche completamente convencidos de que al día siguiente hacían cumbre”.

Sin embargo, la montaña dijo no cuando apenas les separaban 350 metros y cuatro horas de lenta ascensión hacia la gloria. El monzón se adelantó y los fuertes vientos les impedían andar.

Un descenso agónico

Pese a que las rachas de viento eran terroríficas y hubieran echado para atrás al más valiente, la pareja de alpinistas vascos aguardó casi ocho horas dentro de la tienda esperando una ventana de buen tiempo que nunca llegó.

Dos alpinistas de la expedición Tximist, durante un descanso en uno de los campos de altura del Everest EMMOA

No les quedó más remedio que descender. Un descenso dramático y de lo más peligroso habida cuenta de las terribles condiciones climatológicas que tuvieron que soportar. “Fue agónico. En ciertos momentos sí que se pudo llegar a temer por su vida, pero confíabamos en ellos, ya que son fuertes y además habríamos ido a buscarles”.

“Fue agónico. En ciertos momentos sí que se pudo llegar a temer por su vida, pero confíabamos en ellos, ya que son fuertes y además habríamos ido a buscarles”

Txomin Uriarte - Presidente de EMMOA

Al filo de las 11 horas de la mañana abandonaron el campo sin oxígeno ni sacos de dormir. A duras penas llegaron al Collado Sur, donde no había sherpas y durmieron envueltos en la lona de la tienda. Duro, muy, muy duro. Al día siguiente reanudaron el descenso y al tercer día llegarían a juntarse con el resto del equipo.

Lorente, uno de los dos alpinistas que llegaron hasta los 8.350 metros del Everest, probando el oxígeno dentro de la tienda EMMOA

Récord de Gallardo

En cualquier caso, la expedición no se rendiría. “Teníamos un plan B y C”, cuenta Txomin. Así, días después lo volverían a intentarlo otras dos cordadas, aunque tampoco tendrían éxito.

Ricardo Gallardo estuvo cuatro días a más de 8.000 metros, otra gesta que al menos les proporcionó el récord de permanencia en altura.

Faltó el Everest, la guinda. “En el primer momento fue una pena. No hubo sensación de fracaso ya que habíamos hecho las cosas bien”. Así fue. Ellos sembraron la semilla para lo que vendría después. La cima de Zabaleta en 1980 y el resto de 'ochomiles' conquistados después. Juanito, los Iñurrategi, Pasaban y tantos otros. Historia del alpinismo vasco.

Los miembros de la Expedición Tximist posan en el campo base del Everest EMMOA

Exposición Gráfica en junio en el Europa

Durante el próximo mes de junio, el Palacio de Europa acogerá un acto en honor a la expedición Tximist. Supervivientes y familiares recibirán un homenaje y más tarde realizarán una exposición de fotos con 20 paneles sobre aquella hazaña. “Empezamos con los orígenes de la aventura, hasta el último de los paneles que se titula ‘Volveremos’, que indica la decisión que tuvimos al final de esa expedición. Allí se incluirá la foto del permiso concedido por el Gobierno de Nepal de la 2ª expedición vasca al Everest”, explica Uriarte. La exposición se llevará en diciembre al Mendi Film Festival de Bilbao. Además, con motivo del 50 aniversario de la primera expedición Tximist, se realizará una quedada con ochomilistas vascos de la actualidad y para finalizar una cena nepalí con música, comida sherpa y ambiente del Himalaya en Abastos.