Unai Laso respira. Memoria a corto plazo. Memoria de pez. Olvida rápido. Olvida el 9-22 ante Jokin Altuna en el debut en el Manomanista. Pasa página. Es el momento de mirar hacia delante. Y desencadenarse del pasado. Unai Laso respira en el frontón Labrit de Iruñea y levanta los brazos. Se libera. Por fin. Porque los recuerdos del Bizkaia de Bilbao están emparedados en 22 paladas de tierra. El mundo del deporte, y particularmente de la pelota, avanza tan rápido que una semana es el pleistoceno y un año es una eternidad a la deriva en el océano de los recuerdos.
Laso se desencadena con un derechazo atrás, como si trazara una metáfora de todo lo que es: la potencia, la pegada, el volcán en erupción, la esencia del mano a mano en un andamiaje construido de cables eléctricos pelados. Y encuentra la salida al laberinto. Abraza a Jon Mariezkurrena, su botillero. 22-11 ante Danel Elezkano, resistente y agresivo pero superado.
Victoria de oficio
Laso respira y saborea una vida extra para entrar en las semifinales. Se la jugaba. Todo o nada. El 9-22 era un lastre profundo. Capacidad de maniobra nula. O ganar o ganar. Y, sin deslumbrar, atado por la tensión del momento, desatando la furia de sus dos manos en fogonazos, mostrando las certezas que otorga el oficio. Restaña las heridas con una versión sólida y solvente, que, en ocasiones extremas, tiene tanto o más validez que la cara feliz y airada de un recital.
El campeón de 2022 depende de sí mismo y se gana la oportunidad de soñar. Se jugará un puesto en las semifinales dentro de dos semanas ante Aitor Elordi. La importancia del partido, capital para el navarro, se puede acentuar dependiendo del resultado de este domingo en el Astelena de Eibar, donde el mallabitarra pugna con Jokin Altuna, a partir de las 17.00 horas. Esto es: si el amezketarra gana, se clasifica directamente como primero de su grupo –jugaría la semifinal ante el ganador del Ezkurdia contra Peio Etxeberria del sábado en el Labrit–, elimina a Elezkano II y convierte en una eliminatoria el enfrentamiento de Laso y Elordi.
Unai se reencuentra, pero solo hasta cierto punto. Eso sí, revitaliza sus opciones y también sus sensaciones. Mas todavía le quedan quince días para su próximo encuentro y trabajar la zurda, mano que lleva entre algodones desde el Campeonato de Parejas. Seguirá el proceso habitual: masajes, cuidado, tacos... El resultado de este sábado, un 22-11, no refleja las dificultades con las que se encontró la única baza de Baiko Pilota. Elezkano II, agresivo –comenzó el compromiso con un gancho arriesgado bestial–, puso en serios problemas al campeón. El vizcaino estuvo en el partido hasta el 12-11. El de Bizkarreta-Gerendiain finiquitó con una tacada de diez tantos que le supone un balón de oxígeno.
El saque, arma principal
El saque fue el principal ariete del errotarra. Desde el primer disparo logró seis cartones. A esos números hay que sumar los cuatro saque-remates que salpimentaron la diferencia en el luminoso. Principalmente, el navarro buscó la pared izquierda y los pies de su contrincante para complicar el resto de Elezkano II.
De hecho, con el saque cambió el signo del partido. Iba 2-4 cuando cerró la reacción en tres pelotazos. Golpeó a la pared, a los pies, al ancho. Nuevos horizontes. Un pelotazo arriba de Unai fue el 5-5. Danel intentó una dejada complicada que se le fue. Del 6-5 al 9-5, Unai exhibió pulso. El vizcaino respondió: un cortadón, un zurdazo arrimado y un saque. Estiró el navarro con un buruzgain, exhibiendo su mejor tono. Abrió y cerró con una volea por el txoko y cruzó un buen gancho. Al primer descanso largo: 12-8.
Volvió Danel con la lección aprendida. Apretó: apertura en un tanto de catorce pelotazos, un fallo de Unai y una gran dejada al rincón con la zurda desde el cuatro y medio. Tras el 12-11, Laso impuso la ley de tierra quemada. Danel arriesgó sin suerte. El errotarra tomó aire. Una tacada de diez tantos –tres saques– cerró el compromiso. 22-11. En el mano a mano no hay grises. Respira. Olvida. Amnesia. Vida extra para Laso.