Inauguraron el pasado julio con la intención de devolver al público a su niñez, recordando con ilusión aquella época y, como reza el título de la exposición, despertando la nostalgia. Han logrado con creces sus objetivos desde el taller museo Santxotena, de Artziniega, responsable de la segunda edición de su muestra de muñecas del siglo XIX a la actualidad, que afronta su última semana de apertura con vistas a reeditarla ampliada y por más tiempo.

“Es lo que nos está demandando la gente, por lo que si la hacemos el año que viene, ya que para ello nos hace falta apoyo institucional (este año han contado con el patrocinio del Ayuntamiento de Artziniega y el Departamento foral de Turismo), igual es bueno adelantar su apertura a Semana Santa y mantenerla hasta finales de verano. De momento, esta edición estará hasta el domingo 17”, explica a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA su comisaria, Teresa Lafragua.

Que está siendo una de las atracciones de este verano en la comarca ayalesa, por su originalidad y calidad, no lo dice ni Teresa ni su marido, el escultor Xabier Santxotena, cuya obra se puede disfrutar junto a la colección de muñecas, sino que salta a la vista al echar una ojeada a palabras tales como “espectacular y diferente” que están dejando escritas los turistas en su libro de visitas. “Estamos recibiendo visitantes de toda Euskadi, pero también de las dos Castillas, Cantabria… E incluso Canadá, y muchos han repetido varias veces, porque pensaban que les iba a dar tiempo a ver todo en una hora, pero se quedan un mínimo de dos y terminan decidiendo volver en otro momento, para quedar satisfechos”, apunta Lafragua,. Esta cerrará la muestra con mayor número de piezas de las que inauguró, fruto de nuevas adquisiciones “que no me he resistido a guardar a la espera de una próxima edición” y donaciones de los propios visitantes.

Nuevas piezas

Entre estas últimas se encuentran, por citar alguna, cinco de porcelana “de una señora que había sido modista y con las que se ve el proceso de creación de una muñeca”; una muñeca de comunión y una pareja de Chochonas, masculina y femenina, de las que tocaban en las tómbolas de fiestas en los años 80, “regaladas por una niña de 10 años, que primero vino con su abuelo y luego con su madre”; o una Barriguita negra de más de 60 años “que echó en falta en mi colección otro visitante, y me trajo la que guardaba en casa”, apunta la comisaria de la muestra, agradecida a toda esa gente que “sabiendo que sus hijos no las iban a querer, se han puesto a buscar por sus camarotes y me las han traído para exponer”.

Un regalo que implica, en muchos casos, más trabajo para Lafragua “pues muchas llegan en malas condiciones por humedad y similar, pero intento lavar los ropajes y devolverlas su esplendor pasado, encantada de recuperarlas y de que puedan volver a disfrutarse como cuando sus dueñas jugaban con ellas hace tantas décadas”, esgrime.

Con todo, las nuevas joyas de la colección, que ya se aproxima a las 1.100 muñecas, las han adquirido en anticuarios y datan de los años 40 del siglo pasado. Se trata, por un lado, de una muñeca de cartón piedra, con pelo natural, la cara pintada y forrada en tela, “de las que adquiría la gente rica, en la madrileña Juguetería Florín, creada hace un siglo”; de otro bebé, también de cartón piedra de la misma época, “cuyos ojos no solo se mueven de arriba abajo, sino también de derecha a izquierda”; así como varios muñecos masculinos “que cuesta encontrar” y otra pieza muy especial, por curiosa: un bebé de cerámica de unos cinco centímetros, con faldón de bautizo, capa en puntilla y una bolsita de tela en la que metían almendras, “pues era el obsequio que regalaban las familias ricas a sus invitados a un bautizo, allá por los años 30, en una costumbre bastante desconocida en nuestros días”, añade.

Atrezzos

Asimismo, la muestra ha visto incrementada su oferta, desde la apertura, con dos nuevos atrezzos. Uno lo integran Barriguitas, ataviadas con pamelas y ropas de ganchillo, tomando el té en torno a una mesa con más de 80 años de antigüedad; y el otro, muñecas de porcelana de 12 centímetros, que representan oficios como el de bailarina, maestra, modista o lechero, así como la vida cotidiana con niños en columpios, patinetes o trineos, abuelas paseando a sus nietos en cochecitos, o madres alimentando a sus bebés en tronas.

Estos han venido a sumarse a los cuidados montajes que reciben al visitante, en la planta baja del museo, donde se muestran muñecas de muy diferentes épocas en interacción con juegos de todos los tiempos. Así, por ejemplo, destaca la recreación de un antiguo cuarto de juguetes, en torno a una cocinita de madera, cochecitos, sillitas o pupitres, otra muñeca de los años 70 conduciendo un coche de batería o una gigantesca Rosaura “planchando y haciendo de hermana mayor de otros cinco muñecos, en un guiño a las familias numerosas de antaño”, explica Lafragua, también orgullosa de su colección de muñecas de color. “Son muy difíciles de encontrar, y estoy especialmente contenta con la llegada desde Martinica”, subraya.

Por su parte, la segunda planta está dividida por zonas dedicadas a muñecas de los cinco continentes, a los que ha sumado payasos y arlequines, y países como Alemania, donde empezaron a producir muñecas de porcelana en el siglo XIX, en una industria que llega hasta nuestros días, o la propia España, y su legendaria Mariquita Pérez, y el inicio de la elaboración de muñecas de plástico en el siglo XX. “Antes se hacían de baquelita, con ojitos de cristal que se mueven de arriba abajo, y de esa época tenemos un muñeco con faldón azul de más de un siglo; así como un molde para la elaboración de cabezas de cartón piedra”, aporta Lafragua.