Desde que existe el arte –si es que en algún momento no ha existido– el ser humano ha querido que las imágenes se muevan. Buscar la magia de recrear la vida, que es movimiento, a través de algo que está quieto. En las tumbas egipcias, un mismo cuerpo se repite en gestos encadenados para insinuar la acción; en ánforas griegas y relieves romanos, carreras y combates se despliegan en secuencias que la mirada recompone; en miniaturas medievales, márgenes poblados de figuras que corren, saltan o se ocultan; en lienzos barrocos, las diagonales guían la mirada como si la escena respirara. Todo era aún cine mental: el movimiento ocurría dentro del espectador.

El siglo XIX convirtió esa intuición en aparato, en invento. Linterna mágica, fenaquistiscopio y zoótropo dieron cuerpo a la ilusión óptica; Muybridge y Marey descompusieron el galope y el gesto; la fotografía aprendió a contar en fotogramas. En paralelo, Rodolphe Töpffer fijó en papel una gramática de viñetas y la historieta ganó herramientas propias. Con Outcault y la prensa ilustrada, la secuencia pasó al quiosco; después llegarían las tiras diarias, los álbumes y las escuelas gráficas. El cine se quedó con la máquina; el cómic, con la partitura del tiempo. Ambas artes siguieron caminos paralelos, aunque el cómic tal como se entiende hoy en día, nació cinco décadas antes que el cine.

El cómic consiste en organizar con imágenes quietas una sensación de avance. No hay proyector, pero hay montaje. No hay sala oscura, pero hay puesta en escena.

Por estos lares, ese trabajo sostenido tiene un nombre propio: Atiza. Desde 2003, la Asociación de Dibujantes de Cómic impulsa Crash Cómic con un propósito claro: aportar crítica, análisis y reflexión en torno a la historieta local, alejándose del formato ferial y reivindicando el cómic como producto cultural equiparable al teatro, el cine o las artes plásticas. El proyecto ha combinado concurso, campaña Lea cómic, talleres, exposiciones y ediciones, construyendo una continuidad con el apoyo del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz y Fundación Vital, y la complicidad de Zas Kultur, TMEO y el DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA.

La edición de 2025 mantiene ese pulso. Convoca a talentos kilómetro 0, prepara en diciembre una exposición en Zas Kultur con los seleccionados y ganadores y edita el fanzine Crash, cuyos beneficios se destinarán a la Asociación Ucrania-Euskadi. Una hoja tamaño folio vuelve a ser un laboratorio: cuando la historia está bien pensada, una página contiene un mundo. Un mundo en el que el autor es director, actor y guionista. El “cine para pobres”, como se decía hace décadas. O quizá –mirado desde hoy– el cine sea el cómic de los ricos.

Mañana, en Zas Kultur (de 11.00 a 14.00), se celebra un taller gratuito orientado a diseñar una historieta de una sola página. Y el plazo para presentarse a Crash Cómic finaliza el 1 de noviembre. Buen momento para dar vida a esa historia que nos ronda por la cabeza.