El mandato ordinario del CGPJ es de cinco años. Es decir, que el actual lleva tanto tiempo en funciones como lo que dura el periodo de vigencia normal. Eso ya no es una anomalía, sino una estafa a la ciudadanía y un escándalo institucional de proporciones bíblicas.

Tanto que se apela a Europa respecto a la ley de amnistía, que apenas está en mantillas, se le podía pinchar un poco más sobre esta cuestión al equilibrista comisario de Justicia de la UE, Didier Reynders. Es verdad que algo ha dicho, pero, fiel a su costumbre, nada que suene lo suficientemente contundente como para que los responsables de la eternamente aplazada renovación se apliquen a la faena.

Pero me temo que ni PP ni PSOE están por la labor. Y ya no hablo de pactar el recambio, sino de consensuar el modo para hacerlo. Cada uno de los (todavía) dos grandes partidos españoles tiene incluso su fórmula legislativa, en ambos casos, rozando el poste de lo democráticamente admisible.

Resumiendo, que parece que nos toca abandonar toda esperanza. Lo de dimitir en bloque, como proponen las asociaciones de jueces y fiscales autotituladas progresistas, se diría que no está en los planes de los vocales supervivientes.

Vox “rompe relaciones” con el PP

Sí, el titular resulta prometedor, pero ni remotamente responde a la realidad. La extrema derecha española y la extremísima seguirán, como hasta la fecha, formando binomio demoledor de derechos básicos en incontables instituciones. Eso no estará nunca en entredicho. De hecho, fue lo primero que aclaró el secretario general de los abascálidos, Ignacio Garriga, en su comparecencia para hacer como que estaba muy cabreado con los de Alberto Núñez Feijóo y para fingir que en lo sucesivo partían peras.

La llantina sobreactuada del ultra tenía como presunta gota que ha colmado el vaso de su paciencia el haber quedado excluidos de los puestos golosos de las comisiones del Congreso por culpa de los presuntos pactos del PP con el PSOE y Sumar.

Los señalados, que saben que tampoco pueden irritar demasiado a quienes siguen teniendo la llave de un buen puñado de gobiernos autonómicos y municipales, se encogen de hombros y silban a la vía.