Es difícil explicar que un equipo que completó unos primeros 25 minutos tan malos como los del Baskonia contra el Panathinaikos se llevara la victoria. Solo el corazón azulgrana y la magia del Buesa Arena, personificados en un heroico Moneke, explican que, después de ir perdiendo por 17 puntos en el tercer cuarto y estar varias veces a punto de tirar la toalla, los alaveses rescataran un épico triunfo a seis décimas del final con una canasta de Miller-McIntyre.
El Baskonia entró con energía al encuentro con un quinteto formado por Miller-McIntyre, Marinkovic, Raieste, Sedekerskis y Kotsar, tal vez excesivamente intenso, ya que a los tres minutos de juego ya acumulaba cuatro faltas y en el ecuador del primer cuarto Miller-McIntyre se tuvo que marchar al banquillo con dos personales. A ambos equipos les costó anotar durante los primeros compases, en los que las defensas y las interrupciones primaron sobre el acierto y la inexistente fluidez ofensiva. Chiozza protagonizó un par de buenas acciones que permitieron a los locales coger algo de impulso y el Panathinaikos se apoyó en los puntos de Nunn, pero los tiros, muchos de ellos liberados, se estrellaron constantemente contra el hierro, las pérdidas se sucedieron y el rácano marcador de 13-12 con el que terminó el primer cuarto fue sintomático de la floja puesta en escena de ambos.
Los problemas con las faltas regresaron para los vitorianos en el comienzo del segundo cuarto, ya que tardaron un minuto y medio en verse condicionados con cuatro faltas. Lo compensó Lessort, eso sí, al cometer su tercera personal a ocho minutos del descanso de un choque en el que la noticia estaba más en las faltas y las polémicas decisiones arbitrales que en el juego. Amagó el Baskonia con despertar al anotar dos canastas seguidas Miller-McIntyre en su regreso a cancha (22-17), pero el que encontró acierto fue el Panathinaikos al responder con un parcial de 0-11 basado principalmente en la incapacidad azulgrana de proteger la pintura y la aparición de Grant en el lanzamiento exterior. Los alaveses siguieron atascados en anotación, mientras que los griegos, comandados por un Nunn que fue el mejor de la primera parte, sí que alcanzaron unos guarismos más normales para marcharse al descanso con una renta de 26-37.
Una remontada inimaginable
El Baskonia necesitaba una reacción tras el descanso para poder entrar en el partido, pero el discurso de Ivanovic no tuvo el efecto deseado, ya que los locales regresaron a la cancha tan desorientados como en la primera parte. Los errores de un Howard irreconocible fueron fiel reflejo de los problemas del equipo, que siguió atrancado en ataque y vio cómo el Panathinaikos, más centrado y con Antetokounmpo haciendo mucho daño bajo el aro, amplió la brecha hasta los 17 puntos con el 31-48 a 15 minutos del final. Cuando parecía que no había nada que hacer y que la cita estaba destinada al desastre, la pelota comenzó a entrar en el aro, Marinkovic reactivó al pabellón con un triple y el Baskonia comenzó a encadenar buenas defensas y acierto para registrar un parcial de 12-0 con el que volvió a meterse en el partido. Así, el equipo recuperó su energía y logró marcharse al cuarto decisivo con un 50-53 que dejaba aún todo abierto.
Moneke, renacido tras una floja primera parte, puso a los gasteiztarras a un solo punto nada más comenzar el último parcial, pero el regreso del imparable Nunn a la cancha y un triple de Sloukas volvieron a enfriar los ánimos de los locales (55-63). Moneke, sin embargo, se negó a dar el partido por perdido y siguió trabajando, logrando él solo anotar 10 puntos consecutivos para su equipo e igualar el encuentro. Llegaron entonces unos cuatro últimos minutos de infarto, con Moneke apareciendo por todos los puntos de la cancha y remando para intentar conseguir la victoria, mientras sus compañeros cometían errores arriba y desajustes defensivos que regalaron triples liberados a Nunn y Sloukas.
A un minuto del final, Costello pudo poner al Baskonia por delante con el 70-72, no se atrevió a lanzar de fuera, regaló el balón a Sloukas y cometió una antideportiva que parecía enterrar las opciones locales, pero Moneke, totalmente encendido, no se rindió, colocó un importante tapón en la siguiente jugada e igualó el duelo a 73 con un triple a 50 segundos del final. Se defendieron como pudieron los azulgranas con la energía inyectada por Moneke y en la última jugada fue Miller-McIntyre quien, a nueve décimas del final y reviviendo lo ocurrido en el Pireo, anotó un tiro de media distancia en una acción individual para desatar la locura y conseguir una heroica victoria al errar Mitoglou el último tiro.