Pilar Manjón, el rostro más reconocible de las víctimas del 11-M, abandonó la esfera pública en 2019. La presión que ha sufrido desde su intervención en la comisión de investigación del Congreso sobre los atentados, el 15 de diciembre de 2004, es inimaginable. “La han revictimizado desde entonces sin cesar”, afirma Víctor Sampedro. La única excepción que ha hecho Manjón ha sido para aparecer en el último libro de este autor sobre el 11-M.

Quienes reivindicaron la verdad del 11-M han sufrido en algunos casos consecuencias dramáticas.

El libro se abre con el testimonio de Pilar Manjón, que es uno de los más importantes. Y se cierra con Aitziber Berrueta, que recuerda el asesinato de su padre a manos del policía nacional que era el guardaespaldas de José Ignacio del Burgo, uno de los conspiradores mayores del reino. Es autor de uno de los libros que cuestiona a dos de los testimonios que también recojo en el libro, los de Juan Jesús Sánchez Manzano, el jefe de los Tédax, y Rodolfo Ruiz, el comisario de Vallecas, a los que los conspiranoicos acusan de haber manipulado los explosivos del 11-M. Con esto inhabilitaban la prueba que permitió encontrar a los responsables. Es decir, que si se hubieran salido con la suya, el peor atentado cometido jamás en suelo europeo no habría tenido castigo. 

La losa de las víctimas permanece además toda la vida.

Los procesos de revictimización de la familia Manjón y de la familia Berrueta Mañas son clavados. Sufren acoso mediático, de manera que no pueden ni siquiera leer las noticias o escuchar la radio porque están temiendo los infundios que se van a volver a verter sobre sus seres queridos. O se justifica lo que ocurrió, en el caso de Aitziber. Hay acoso político, sufren también amenazas, agresiones en las redes, pintadas, agresiones físicas. Pilar tiene que llevar escolta, es una víctima que está amenazada, a la que se acusa de proetarra y otros insultos que cuestionan su propia maternidad, incluso procesos de lawfare, de guerra jurídica, contra las dos familias. En fin, el horror normalizado, la agresión al agredido convertida en mercancía mediática y arma de debate político y de campaña electoral. 

“La involución que hemos sufrido en cuanto al debate democrático es aterradora porque utilizan el terrorismo discursivo”

Otro caso reseñable es el del excomisario de Vallecas Rodolfo Ruiz. Su mujer no soportó el acoso y se quitó la vida en 2008.

Este caso es especialmente interesante no solo por el dramatismo, esto provoca unos graves desequilibrios de estabilidad emocional en los miembros de su familia y en él mismo. Su primera mujer se suicida porque también es funcionaria de la Policía y no entiende el acoso al que se ve sometido un comisario de primera línea que tiene la mala fortuna de que es obligado a custodiar una mochila cuyo periplo es un poco extraño, cierto, pero es que es el peor atentado cometido en Europa. Los errores previos son brutales y obligan a los responsables, tanto políticos como judiciales, a encubrirse porque si no sería el fin total y absoluto de sus carreras.

¿Hay quien ha llegado a sacar provecho de este encubrimiento?

Durante los atentados y en las investigaciones, obviamente se producen pequeños errores nunca intencionados que los conspiranoicos han utilizado para medrar sus empresas. Estoy hablando de que la Cope llega al segundo puesto y desplaza a Onda Cero y El Mundo a ABC. Los principales medios conspiranoicos se sitúan como segundos medios de referencia.

¿Ni siquiera la sentencia judicial sobre los atentados fue suficiente para acallar estas teorías?

Nadie fuera de España cuestiona el procedimiento policial, a ellos les alababan cuando iban a los congresos internacionales antiterroristas y aquí les denigraban. Pero lo mismo ocurre en el proceso jurídico, ninguno de los magistrados y juristas de este país plantea la más mínima duda ni objeción. Y todos los intentos de reabrir el caso no han prosperado, y han sido muchos. Aún así, en el último aniversario del 11-M, los grupos estatales a la derecha del Gobierno, Vox, PP y C’s, respaldan, dándole voz, a las víctimas de ETA, no a las del yihadismo, y piden que no se cierre el caso del 11-M. Por cierto, también que no se cierre el de Miguel Ángel Blanco para seguir con el confusionismo entre ambos tipos de terrorismo y seguir manteniendo una guerra contra un enemigo indefinido que en el fondo es aquel que no piensa como tú.

Estas mentiras tenían además en primera instancia una finalidad totalmente espuria, ganar las elecciones del 14-M.

Una de las cosas más denigrantes para las víctimas, que más daño les hace, es haberlas convertido en mercancía electoral. Uno de los que miente, el ministro Zaplana, textualmente hablaba de las víctimas del terrorismo como de los arietes a emplear en la guerra antiterrorista. Emplear como arma ofensiva el dolor, arrogarse ese dolor, manipular la identidad de los verdugos y de las víctimas, es una inhumanidad inenarrable. La clave es que aquellos que se arrogan la voz de las víctimas han acabado arrogándose también la voz de la defensa constitucionalista y plantean la lucha contra sus adversarios políticos como si estuviesen en una lucha antiterrorista. El legado del 11-M está más vivo que nunca porque se ha normalizado en cuanto a un discurso de odio que ya tuvo un crimen de odio, el asesinato de Ángel Berrueta el 13 de marzo en Iruñea por negarse a condenar a ETA. Y hasta hace dos años Ángel no tenía una placa. La involución en cuanto al debate democrático es aterradora porque utilizan el terrorismo discursivo. 

“Las víctimas del 11-M han sido revictimizadas en batallas políticas y mediáticas sin fin que se han agravado y extendido”

Los principales impulsores de la conspiración siguen ocupando puestos de responsabilidad y mantienen el foco mediático. No les ha pasado factura.

Yo no he podido publicitar el libro con nombres muy grandes del periodismo español, que lo han tenido y me han dicho “lo siento, pero yo no puedo defender este libro en público”. El poder mediático del gran conspirador Pedro J. Ramírez y el poder político del gran conspirador político que es José María Aznar siguen indemnes, si cabe más reforzados que nunca porque actúan en la sombra. 

Las víctimas son, de nuevo, las grandes perjudicadas.

Las víctimas del 11-M han sido revictimizadas en batallas políticas y mediáticas sin fin que se han agravado, extendido y normalizado a día de hoy. Y de ahí su invisibilidad. Las revisiones periodísticas sobre aquellos hechos siguen ocultando a quienes desde el momento cero dijeron la verdad y fueron revictimizados por ello. Es obvio el motivo. Su mera presencia denuncia la incompetencia y/o dejación de responsabilidades de los principales medios de comunicación de este país y de los partidos de entonces y de ahora. 

En el libro aborda también las concentraciones ciudadanas frente a la sede del PP en Génova y el verdadero alcance del ‘Pásalo’.

El alcance del Pásalo no es electoral. El primer enfoque errado sobre el 11-M, el que asumen todos los voceros políticos y mediáticos, es que es un atentado pensado para hacer perder unas elecciones al PP. Esto es falso desde el minuto cero. La ocupación de Irak empieza en marzo de 2003, Osama Bin Laden manda atentar en España en octubre de 2003. Entonces no se sabe que se van a anticipar las elecciones, con lo cual a los yihadistas les traía al pairo quién gobernase. Era una acción de venganza por una guerra ilegal e ilegítima. Y dentro de la paranoia y de la infamia yihadista, una respuesta a las cruzadas. Nada que ver con los problemas del PP.

Göbbels decía que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Una frase que parece vigente en según qué casos.

Han instaurado lo que yo llamo pseudocracia, pseudo de mentira, cracia de poder. Vivimos en un régimen en el que gobierna quien mejor miente. Y el que mejor miente es aquel que nos convierte en viralizadores de su mentira. Porque esa mentira, al repetirla, cobra consistencia y veracidad. Así que quien consiente la teoría de la conspiración ha mentido y sigue mintiendo a su público y a sus electores.