A veces cuanto mejor conoces a una persona, más te cuesta escribir sobre ella. Y en esta ocasión me ocurre con la persona del Lehendakari José Antonio Ardanza.
Con él siempre he mantenido una relación de respeto, primero, y posteriormente de comprensión y de complicidad. Todo con un más que afecto correspondido en lo familiar. Complicidad en lo que hacia y en lo que decía. Complicidad con una manera de entender la política desde el respeto a las ideas de los demás. Desde una perspectiva pragmática, pero al mismo tiempo ambiciosa. Nunca daba nada por perdido. Nunca dejaba pasar un oportunidad de proponer una iniciativa que buscara solucionar un problema.
Para él, la palabra era sagrada. Y un compromiso electoral o político era palabra de ley. Si se comprometía con algo había que hacerlo. Si se comprometía se cumplía. Para él la política era una forma de entender la vida en la que la coherencia y el respeto eran fundamentales.
Y todo ello desde unas ideas humanistas que entroncan con lo que defendió y encarnó José Antonio Agirre desde un sentido de dignidad institucional como representación de la sociedad.
El Lehendakari Ardanza nació en Elorrio en 1941, una villa sumida en la dictadura franquista, en la que, como en otros lugares, estaban patentes las consecuencias políticas, económicas y sociales del golpe militar y los restos físicos de la guerra.
José Antonio Ardanza fue alcalde de Arrasate - Mondragon, Diputado General de Gipuzkoa y Lehendakari. Siempre en representación del Partido Nacionalista Vasco.
Además, desarrolló una intensa actividad de gestión tanto en el ámbito cooperativo como de la empresa.
Trabajó sin descanso por el Autogobierno vasco, la Paz y la Convivencia, así como en favor de la recuperación económica e industrial de Euskadi.
Cuando tengo ocasión, a las personas que visitan Ajuria Enea, en su mayor parte visitas de carácter institucional, me gusta enseñarles Ajuria Enea. Explicarles su historia y lo que representa para nosotros y nosotras.
Y siempre hablo de una mesa que está situada en la sala principal del Palacio. Es una mesa que físicamente no tiene nada de especial pero que representa como nada y nadie lo que supuso para este País el Lehendakari Ardanza. Es la llamada “Mesa de Ajuria Enea”, en torno a la que Ardanza sentó a una gran parte de la representación política de este país para hablar de paz, de normalización en la convivencia, de futuro y de respeto a las decisiones de los vascos y vascas por el desarrollo de nuestro Autogobierno. De respeto a lo refrendado. A aquel Estatuto que hoy sigue sin ser cumplido.
Me quedo con una de sus frases. “Hay dos límites infranqueables a la hora de hacer política en Euskadi, la violencia y la pluralidad".
El Lehendakari Ardanza ha sido y es un referente político e institucional de primer orden en Euskadi. Persona de sólidos valores humanistas y democráticos, defendió su ideario siempre desde el respeto a los derechos humanos, la pluralidad y la convivencia democrática.
Su legado es un ejemplo de entrega y compromiso con la sociedad vasca para todas las personas que asumimos una responsabilidad pública con nuestro País.
Ardanza Lehendakaria, egun handira arte, Goian Bego!