Tenemos a uno de los habituales de nuestro amado templo del cortado mañanero desaparecido en combate. Se ha autoexiliado con premeditación y alevosía. Se dice que ahora acude a otros bares de la zona. Hay quien le ha visto con otros. La cuestión es que es uno de los que más pullas suele soltar. De hecho, de los que cuando ven la más mínima herida, van a chupar sangre como si no hubiera un mañana. Pero ya se sabe, en casa del herrero... En las últimas semanas, le ha tocado ser el del otro lado en un par de discusiones. Se ha llevado las del pulpo. Varios viejillos, que le tenían guardadas unas cuantas, se han transformado en Atila y los hunos. Y al muchacho, recibir de su propia medicina no le ha sentado muy bien. Así que parece que nos quiere castigar con el látigo de su indiferencia. A la parroquia habitual le está dando bastante igual, pero nuestro escanciador de café y otras sustancias anda mosqueado. Ya le ha bautizado como el pikontzi. Sostiene que en esta vida no te puedes dedicar a tratar al resto de una manera y cuando te vuelve la bola de nieve, enfadarte e irte al rincón con cara de cabreo, amenazando con dejar de respirar hasta ponerte azul. Menos, además, cuando pasas de los 50 y se supone que hay un par de neuronas en la cabeza.
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