Hace ya unos años, un sábado de tormenta de aupa el Erandio, les descubrí a algunos de los viejillos del cortado mañanero un mundo nuevo. Dos de ellos estaban en plena discusión sobre si irse a casa en el momento en que rayos y truenos avisaban del derrumbe inminente del cielo sobre nuestras cabezas o si quedarse en el local y pegarse una buena cena a base de dos huevos fritos, txistorra y rosado navarro, con el riesgo de que el fin del mundo no pasase y tocase mojarse sí o sí, solo que con la tripa llena. Y ahí, justo ahí, más chulo que un ocho, un servidor sacó el móvil, se metió en el buscador de turno, llegó a la página del radar de Kapildui y les mostró a los incrédulos aitites, que me miraban como al que descubrió la rueda, las imágenes que demostraban que la tormenta estaba sobre Vitoria con ganas de quedarse un ratico, pero que detrás no había señal de que llegasen más precipitaciones. Así que decidieron cenar en el local y, efectivamente, fueron después secos a casa. Y ahora que en los medios sale la noticia de que se van a llevar el radar de Álava, tengo a la parroquia con el susto metido en el cuerpo. Si al final va a Gipuzkoa, ¿nos seguirá sirviendo? ¿quedaremos desasistidos y no habrá más remedio que mojarse? Euskalmet, en ti confiamos.