Soy un exfumador con memoria. Jamás he sentido la pulsión del converso que, no pocas veces, se instala en quienes han abandonado el hábito, como llamamos ahora con buen criterio a lo que antes denominábamos vicio.
Quiero decir que, pese a que ya va para diez años de mi ruptura por las bravas con el tabaco, tengo perfectamente frescas las mil cosas ilógicas que era capaz de hacer cuando la nicotina dominaba mis instintos. Como ser incapaz de escribir si no tenía un pitillo entre los labios, levantarme a medianoche para atizarme una dosis o vivir angustiado si me quedaban menos de diez unidades en la cajetilla y estaban estancos y bares cerrados.
Vamos, que conozco el percal y jamás se me ocurrirá cargar contra las y los que siguen fumando, que temo que es lo que hacen algunos acérrimos combatientes contra el humo. Por eso espero sinceramente que no sea esa beligerancia teñida de desdén la que guíe la Estrategia Antitabaco que anda vendiendo la ministra española de Sanidad casi literalmente (perdonen la metáfora facilona) como si fuera humo.
Medidas de carril
Por lo que llevamos conocido, que es apenas un ramillete de generalidades, parece que se nos viene el enésimo plan pirotécnico con limitado alcance práctico.
De entrada, no estamos hablando de una ley. Es, como tanto nos gusta decir ahora, una hoja de ruta llena de inmejorables deseos que quizá, quién sabe, a lo mejor, pueden acabar siendo norma.
¿Cuál es la gran novedad respecto a los mil intentos anteriores? Quizá el hecho de que se equipare el vapeo y otros sucedáneos más o menos modernos al tabaco tradicional. Pero es puro signo de los tiempos. Si no se ha hecho antes es porque estos venenos son relativamente recientes.
Y lo demás es lo de siempre, empezando por subir el precio y, ya puestos, incrementar la proporción de impuestos, que ya alcanza el 80% en el Estado. En cuanto a lo de ampliar a terrazas y otros lugares públicos los espacios sin humo, a ver quién le va a poner el cascabel al gato. En cuanto se oigan las quejas de los sectores que todos sabemos, la marcha atrás estará asegurada. Me quedo con lo que sí puede ser efectivo: ayudar de verdad y no solo de boquilla a quienes quieren dejarlo.