Además de abrir la puerta al descanso laboral definitivo, la jubilación también es capaz de traer eso que llaman nostalgia. Más aún, cuando el negocio ha terminado por convertirse en una segunda casa y la clientela en una cuidada familia.
Sin todavía haber llegado a ese retiro, pero con pocos meses por delante para poder alcanzarlo se encuentra ahora Lourdes Martínez, la responsable de Fotocopias Itaca desde hace ya casi cuarenta años; 38, para ser exactos.
El único comercio que pervive bajo las paredes de Galerías Itaca, el pasadizo comercial de la calle General Álava de Vitoria.
“Ahora se les llama centro de impresión digital; vamos, una fotocopiadora de toda la vida”, señalaba la técnico-administrativa con cierta sorna a este periódico. Fotocopias para administraciones; encuadernaciones de apuntes para estudiantes así como cartelería para los comercios de alrededor, son tareas del día a día en este pequeño comercio vitoriano.
Su memoria no falla. Fue el 2 de octubre de 1986 cuando la tienda abrió en la parte inferior de la conocida galería, convirtiéndose en la pionera en hacerlo en ese espacio. “Fuimos los primeros en instalarnos abajo, porque arriba sí que había por aquel entonces varios negocios. Mi marido y yo estábamos en el paro; y con un bebé a punto de nacer”, recuerda la dueña.
“Yo rompí aguas en los servicios de Galerías Itaca, más de aquí no puedo ser”, cuenta Martínez como anécdota
Fue en ese punto cuando al matrimonio le surgió la oportunidad de arrancar con el negocio, junto a otro socio que contaba con fotocopiadoras. “Yo rompí aguas en los servicios de Galerías Itaca, más de aquí no puedo ser”, cuenta Martínez como anécdota.
Unos inicios humildes
Con una maquinaria “básica” y sin ordenadores de por medio. Así fueron los inicios de la copistería. “Hacíamos fotocopias puras y duras. La gente venía con los papeles, los estudiantes con sus voluminosos apuntes y las empresas, como tampoco disponían de maquinaria y tecnología suficiente, acudían a nosotros. Poco a poco el negocio empezó a crecer, hasta convertirnos en los principales proveedores de empresas muy grandes de Vitoria”, cuenta Martínez.
“Llegamos a tener hasta cuatro tiendas simultáneamente abiertas en Vitoria, y otra en Donosti, en frente de las universidades”
El siguiente paso fue en materia las inversiones; principalmente el contrato de personal y la compra de un ordenador que en su día costó dos millones de pesetas. “Había que tirar para adelante, porque si te estancabas, morías”, señala.
Hasta tal punto que tuvieron que mudarse de lonja a la parte superior– donde está ahora –porque “se nos quedó pequeña”. De ahí, a ampliar su oferta a tres espacios más. “Llegamos a tener hasta cuatro tiendas simultáneamente abiertas en Vitoria, y otra en Donosti, en frente de las universidades”, expone.
“Había tortas por entrar”
“La galería comercial tuvo un gran boom en nuestra generación. Incluso se hacían pasarelas de moda entre los comercios, cada uno aportaba un artículo. También había un estanque con peces y un puente. Tenía mucha vida”, detalla la veterana con cierta lástima.
"La galería comercial tuvo un gran boom en nuestra generación. Incluso se hacían pasarelas de moda. También había un estanque con peces y un puente. Tenía mucha vida”
Una perfumería; una tienda de complementos para ballet; una herboristería; una lencería; zapatería; peluquería y hasta una librería jurídica fueron algunos de los negocios que dieron esa vida al pasaje comercial. Hasta un bar en la zona inferior, que habitualmente se encontraba “lleno porque todos los del Ayuntamiento desayunaban ahí”.
Sin embargo, la situación actual que viven estas galerías, nada tiene que ver con lo que Martínez narra; con el movimiento comercial que había entonces.
De hecho, achaca el cierre de muchos de estos comercios a la descentralización de las administraciones públicas a otros barrios de Vitoria fuera de la zona céntrica, como por ejemplo, los servicios municipales de Hacienda y Urbanismo, entre otros, ahora ubicados en las oficinas técnicas de San Martín.
“El valor más grande que me llevo de estos 38 años en el negocio son las personas”
“El Ayuntamiento en un sitio, la Seguridad Social en otro; por lo que los bancos, las oficinas de abogados y las gestorías de alrededor, también se fueron dispersando, hacia su cuota de mercado”, explica Martínez.
En este sentido, asegura que antes de este cambio de espacio, “había mucho movimiento, porque todo Vitoria venía al centro”. “¿Qué hay ahora en el centro que no haya en otros barrios?”, plantea. “Esa es mi percepción, puede ser equivocada, pero es lo que veo”, sostiene.
Asimismo, la dueña expone que el paso del tranvía por General Álava también ha sido un factor determinante para los comercios de la zona, al igual que las obras que se han ido ejecutando. “En cinco años, nos levantaron seis veces la calle”, cuenta.
Sin relevo
“Lo más difícil de ser autónomo es que no terminas nunca. Por eso, hoy en día, los hijos de los autónomos, por regla general, no quieren serlo. No hay relevo”, afirma. Martínez conoce lo que es trabajar mañanas, tardes e incluso noches. También fines de semana, pese a no abrir de cara al público.
“Muchos días eran las cinco de la mañana y mi marido y yo estábamos haciendo cuentas en el salón de casa. La gente sabe el esfuerzo que hay aquí”, sostiene.
“Los carteles que anuncian la jubilación pasaron dos meses dentro del rulo. No me veía capaz de colgarlos y, cuando lo hice, me pegué la llorera de mi vida”
Precisamente, son esos clientes del día a día lo que más en falta va a echar la veterana. “El valor más grande que me llevo de estos 38 años en el negocio son las personas, porque son maravillosas”, señala con un ápice de emoción. “Esto es como una familia”.
El 19 de octubre de 2024. Esa es la fecha que marca en el calendario la jubilación de Lourdes. Un día que podría incluso adelantarse si se hace efectivo el traspaso del negocio a otras manos. Una fecha difícil para ella.
“Los carteles que anuncian la jubilación pasaron dos meses dentro del rulo. No me veía capaz de colgarlos y, cuando lo hice, me pegué la llorera de mi vida”.
Con esta corriente de sentimientos, Lourdes aprovecha estos meses para despedirse de lo que ha sido una gran parte de su vida, y sobre todo, de su gente. Eso sí, su retirada no la mantendrá alejada del todo, puesto que no faltará alguna que otra visita a las galerías.