Izolda, al igual que sus compañeros de las tres clases de sexto de Primaria, atiende la barra del bar con pintxos y bizcochos hechos por aitas y amas con los que recaudan fondos para la excursión de fin de curso al parque de aventura de Sobrón. Le gusta asistir a clases en el colegio Luis Dorao porque los “profes son muy majos y explican bien”, dice. De mayor quiere ser cirujana; de momento, le gustan las matemáticas y ciencias naturales y menos euskera y lengua; con todo, va “contenta” al cole. “Nos lo pasamos bien, como es un centro público, tenemos actividades muy divertidas, sobre todo los grafitis”, valora esta alumna en la celebración del 50 aniversario de Luis Dorao. 

Tras varios meses de actividades conmemorativas, el centro escolar ha disfrutado hoy de una jornada festiva de celebración y reencuentro entre alumnos y exalumnos; profesores y exprofesores; padres e hijos y viejos compañeros de aula de un colegio, que abrió las puertas a sus primeros alumnos en el curso 1973-74 coincidiendo con el despegue de Txagorritxu.

Antigua alumna, ahora madre

Leti, antigua alumna, acude hoy como madre de Julen, que cursa tercero de Primera, y Amaia, en primero de Infantil. Recuerda su etapa de EGB con cariño, pero también confiesa que para una niña con dislexia “fue duro”. Es una de las razones por las que ha decidido escolarizar a sus hijos en el centro, además de por la cercanía.

“Es un colegio pequeño, además, público, y estamos perdiendo la educación en centros públicas, que tiene muchas ventajas, sobre todo para el alumnado con dificultades en el aprendizaje que solventar;yo, al menos, me he sentido muy acompañada en todo el proceso con Julen, también con dislexia”, asegura. Julen quiere ser futbolista y en el Athletic. “Hace dos días era en el Real Madrid”, mueve la cabeza su aita, José. 

Tras un curso plagado de actividades: elaboración de camisetas conmemorativas, un lip-dub con alumnado y profesorado, una mascota, renovación del logo y un encuentro grafitero, el viernes, los más mayores disfrutaron de su música preferida en una discoteca improvisada en el centro, cuenta Izolda. 

Para la jornada central de la celebración han reservado los talleres, como el de pintacaras en el que los mayores ayudan con destreza a pintar los rostros de los más pequeños, como Beñat, que ya luce el antifaz de Batman camino de los hinchables. “Unai, corre, ven, que pueden montar todos los que quieran”, grita otro alumno desde lo alto de las colchonetas que algunos llevan esperando desde antes de que los organizadores comenzaran a inflarlas. Al lado, un padre graba en vídeo los saltos y piruetas de sus pequeños de segundo y tercero de Primaria, que también van contentos al colegio Luis Dorao. “Mi hijo mayor, Oussama, también estudió aquí y bien, ahora cursa la ESO en Miguel de Unamuno”, explica.

"Integradora y diversa"

Esta escuela pública “integradora y diversa”, con aulas desde los dos años de Infantil hasta sexto de Primaria, tiene matriculados 400 alumnos en clases distribuidas en dos edificios de la plaza Juana Jugán y la calle San Viator, en Txagorritxu.

Irati, jefa de estudios desde hace tres años, confirma que el centro ha cambiado en los últimos años y como a otros muchos colegios públicos, le afecta la baja tasa de natalidad, que merma las aulas. Ayer, en cambio, el patio lució a rebosar de padres y abuelos que pidieron una visita guiada por las instalaciones para recordar sus viejos tiempos en la escuela. 

Homenaje a los primeros maestros y maestras

Leti, que aún mantiene contacto con algunos de sus excompañeros de pupitre, tiene ahora la oportunidad de reencontrarse con profesores de la escuela. Recuerda a Remedios, Pilar... y “a otros que les llamábamos por el mote, así que mejor no te digo”, bromea. A todos ellos, a los primeros maestros y maestras, se les homenajea en el aula de Música. “Algunos tienen más de 90 años, así que les hemos traído fotos de aquella época y flores”, cuenta Irati.

El colegio Luis Dorao debe su nombre a un maestro nacido en Burgos, pero que ejerció en Álava. Periodista y político, fue concejal en el Ayuntamiento de Vitoria y presidente de la Diputación durante la segunda República, años en los que promovió la construcción de numerosas escuelas rurales. Falleció a los 66 años (1948), 25 antes de que el colegio que llevaría su nombre echase a andar. Años después, “somos una escuela preocupada por integrar y hacer partícipes a los niños de la marcha del colegio”, subraya la directora, Carmen Sierra.

Como broche de oro, la comunidad escolar se dirige al polideportivo para tomar parte en la comida a la que ya se han apuntado cien comensales.