Treinta años había cumplido la Feria de San Martín de Santa Cruz de Campezo pero, como otras muchas actividades, el reloj se paró durante dos años y ha recuperado de nuevo su pulso viviendo su trigésima primera edición, una nueva cita con los productos de la comarca, el ganado del territorio y las ricas manifestaciones culturales del medio rural.
La Feria se recuperó en 1990, tras años sin convocarse a pesar de ser heredera de una rica cultura nacida y desarrollada al amparo de la ganadería y la agricultura de montaña. Y aunque en la actualidad no reviste el aspecto que tenían antaño las ferias de ganado, con tratantes y corrales por doquier, en la actualidad es una celebración que reivindica la opción de vida de quienes han convertido Montaña Alavesa y sus recursos en su medio de vida.
La apertura oficial de la feria se hizo a las diez de la mañana y, a partir de esa hora y hasta el mediodía, los visitantes pudieron recorrer una amplia muestra de artesanos y puestos, aunque los de Montaña Alavesa estuvieron, como es tradicional, bajo los arquillos, en la zona porticada del ayuntamiento, mostrando la miel, el queso, las alubias, los embutidos, el pan o las morcillas, entre otros productos.
Mientras tanto, en el frontón, se celebró otra exposición de artesanos, a la que asistieron una treintena de puestos. También, y en el mismo lugar, las encajeras de bolillos de la Asociación Cultural Ega realizaron trabajos de cara al público y mostraron algunas de sus realizaciones tanto de encaje de bolillos como de costura.
Por su parte, para mostrar las numerosas posibilidades gastronómicas de los productos de calidad de la comarca, Slow Food Araba y los organizadores celebraron un Laboratorio del Gusto con productos de la comarca, en el centro cultural. Por su parte, la plaza estuvo en esta ocasión dedicada a los deportes rurales y recorriendo las calles, en un llamativo concierto, el coro Amalur ofreció lo mejor de su repertorio.
Además de la programación prevista, los visitantes encontraron otras sorpresas al pasear por las calles, como las que pueden proporcionar los tallistas a través de exposiciones de piezas, cuadros o herramientas realizadas con toda clase de maderas de la zona, como el roble, el pino, el plátano o la haya.
En otros puntos de las calles, que sirven de eje a Santa Cruz de Campezo, entre otros muchos productos, sobresalían las ristras de ajos. Blancos, morados, grandes o pequeños por un precio moderado se pudieron adquirir esos condimentos indispensables en nuestra cocina y, además, entrelazados primorosamente para que sean también un elemento de decoración. Y recopilando los productos alaveses estuvo el stand de El Fogón de Álava con una amplia exposición y venta de productos del territorio y ofreciendo el rico choricillo escaldado.