Miles de vitorianos y alaveses se animaron ayer a ir hasta Olarizu por la tarde, con un ambiente como el que solía haber antes de la pandemia.

Entre las cinco y las siete la fotografía en las campas era espectacular con miles de personas disfrutando en cuadrilla o en familia de los talos y la sidra, los hinchables, los herri-kirolak, la música, las típicas rosquillas, helados, y como no, el gargantua, los gigantes y cabezudos, la cucaña o subiendo hasta la cruz.

Y es que son muchos los que tuvieron que trabajar hasta las tres, y luego tenían la tarde libre por la festividad de Olarizu.

Al igual que ocurrió en la mayoría de los colegios de la capital alavesa, con clases tan sólo hasta la una del mediodía.

Sin embargo, a las siete y media comenzó a llover cada vez más fuerte sobre Vitoria, lo que provocó que las campas fueran vaciándose y la gente tuviera que volver a casa antes de lo previsto.