ker Martínez y Xabier Fernández fueron la pareja más exitosa de la primera década del siglo XXI. Pero también la más antagónica. De hecho, puede que tan solo tuvieran en común tres cosas: su lugar de procedencia, Gipuzkoa; su platónico amor por el mar y la vela y su trabajada y merecida ambición. Porque en cuanto al modo de ser, se dice que eran más bien contrapuestos. Iker se movía por impulsos, puro nervio; mientras que Xabier abogaba por la lógica y la razón. El primero, donostiarra y patrón, siempre tuvo claro que su vida estaba en la mar. El segundo, ibartarra y tripulante, probó las sufridas mieles del ciclismo antes de decantarse definitivamente por la vela. Eran diferentes, pero acabaron siendo no solo buenos amigos, sino también un sobresaliente equipo. De matrícula. De hecho, puede que fuera por sus caracteres opuestos, por esa diferente manera de afrontar la vida, la que les convirtió en una dupla muy popular. En puro carisma. Así pues, Xabier e Iker se ganaron el cariño de los aficionados con su simpatía, pero su respeto lo obtuvieron con su trabajo en el mar.

Y es que los regatistas guipuzcoanos se hicieron dueños y señores de la modalidad de 49er. Esa en la que ambos tripulantes gobiernan y en la que la embarcación -de 4,99 metros de eslora, de ahí su nombre- no navega, sino que vuela. Esta innovadora categoría de vela debutó en los Juegos de Sídney 2000, justo un año después de que Xabier e Iker se subieran a un barco juntos por primera vez. Es decir, el debut olímpico del 49er les pilló demasiado nóveles como equipo y no llegaron a tiempo a una lucha que ganaron López Vázquez y De la Plaza. Así que se pusieron Atenas 04 como objetivo. Y a testarudos y obcecados no les ganó nadie. Entrenaron, mejoraron y protagonizaron un ciclo olímpico perfecto. Subcampeones mundiales y europeos en 2001. Campeones mundiales y europeos en 2002. Bronce en el campeonato continental de 2003 y, en 2004, justo antes de los Juegos, lograron de nuevo ser campeones mundiales en las mismas aguas en las que semanas después iban a disputarse las regatas olímpicas.

Es decir, Iker y Xabier se ganaron el derecho de estar en los Juegos de Atenas. Y además lo hicieron erigiéndose como los rivales a batir. Como la embarcación a vigilar en el centro Olímpico de Agios Kosmas. Sin embargo, eso, lejos de amedrentarles, les animó. Se sintieron los mejores. Se lo creyeron. Y ningún contratiempo les iba a parar. Ni que Iker se rompiera la mano a un mes de la cita ni que apenas hubiera tiempo para soldar. La solución fueron cuatro tornillos de titanio y tan solo una semana para descansar. El donostiarra supo que el dolor formaría parte de su rutina olímpica, pero fue directo a por la medalla que le quedaba por conquistar. A por la gloria.

En Atenas tampoco se lo puso sencillo la climatología. El viento brilló por su ausencia. Y eso crispó a unas embarcaciones acostumbradas a silbar con la brisa. Pero Iker y Xabier se mantuvieron en sus trece. Habían llegado a la cita griega a por la medalla de oro. Y no se iban a marchar sin ella. Así que se pusieron el neopreno de trabajo y buscaron la regularidad que da siempre el triunfo en este tipo de pruebas. La lograron, puesto que en 13 de las 16 regatas no bajaron del octavo puesto. De esta forma, al quinto día se auparon a un liderato que les duró poco porque posteriormente cedieron ante la embarcación de Ucrania. Sin embargo, los guipuzcoanos se las arreglaron para llegar a la última y definitiva regata con el oro prácticamente en el bolsillo. De hecho, Xabier e Iker no protagonizaron un buen final de prueba. No lograron una buena posición de carrera y llevaron a su técnico casi al infarto. Los ucranianos amenazaron su triunfo, pero una gran remontada tras la primera baliza les colocó la corona de laurel. Cruzaron la línea de meta como campeones olímpicos. Así que Iker, que por un instante dejó de sentir dolor en su fracturada mano, palmeó la espalda de su compañero. Ambos se miraron y, oro en cuello, se prometieron que ese no sería su final de un ciclo, sino el comienzo de otro mucho más bonito.

Xabi Fernández e Iker Martínez triunfaron en 49er, una modalidad de vela que hizo su debut olímpico en Sídney

Antes del oro de Atenas, los regatistas guipuzcoanos fueron bicampeones del mundo y campeones continentales