de los Toquero de toda la vida. Ramaje frondoso en expansión del tronco primero y original que el abuelo Julio plantó en Larrinbe, a tiro de piedra de Amurrio, en los albores del XX. Era de Valladolid e hizo carrera de maestro para sacar adelante a la familia. Once hijos que sembraron de retoños el valle y la capital después. Creció uno por aquí y el otro por allá, a su estilo y ritmo. De números y dineros se ocuparon algunos. Un Toquero hubo entre quienes fundaron la Caja Municipal de la ciudad de Vitoria, abuelo de Gaizka, el futbolista, el lehendakari de San Mamés. Y el padre de éste, Luis Mariano, carnicero querido del barrio de Ariznavarra, punto de encuentro de alavesistas, clientes y muchos amigos. Un tío grande, discreto y sereno. De aquellos once, Domingo continuó la saga en el primer emplazamiento, en Larrinbe. De su unión con Francisca nació nuestro protagonista de hoy. Y en la misma casa. José Manuel Toquero Caballero acaba de cumplir 65 años. Exactamente el pasado día 7. Nació en el 55. Es pelotari. Y juez. Le nacieron un par de hermanos por delante, chico y chica, bautizados con los mismos nombres que los progenitores, tornero el padre y modista la madre. "Los tres pudimos estudiar", nos dice Manu -así le llaman-, "gracias a la tala del pino". Y me cuenta, agradecido, cómo "el pueblo nos cedía unos terrenos para que plantáramos árboles". Ningún antecedente pelotari en la familia. Ni aficionado siquiera.

Con 14 años cumplidos, mientras se convertía en bachiller en Amurrio, poco antes de matricularse en la Escuela de Maestría Industrial de Atxuri, en el botxo, tiene su primera cita con la pelota. Le habían llamado para jugar al fútbol en el club de pueblo, "conocían mis habilidades de portero de balonmano", me dice, pero había un problema, "cada vez que bajaba la cabeza con cierta brusquedad, sangraba por la nariz -todavía le pasa- y dije que no". Y apareció por el frontón. Algo tarde. Cuando Ángel Sasiain, el "Kirru", era el presidente del Pelotazale de Amurrio. Con Barrenengoa y Ulibarren casi de la mano. Con Aldama, Isla y Álava. Ya estaban, Mendieta y el asturiano Jadrake y vendrían por detrás Furundarena y Murga. A los 16 vistió por primera vez de blanco. El 18 de julio del 71. Día de fiesta, señalada y grande, en tiempos de la dictadura. Antonio Miguel Isla fue su compañero. "Nos dieron un trofeo pequeñito, pero de plata", recuerda. Como al compañero, que murió joven.

Era un pelotari "bastante segurola", un zaguerito serio que "trataba de llevarlo todo a buena", con buena derecha y zurda "resultona". Destaca, por encima de todo, su participación en el Interpueblos. Fue subcampeón los dos primeros años y participó del triunfo a los 17 y a los 18 años, peleando casi siempre ante Villarreal de Álava, Vitoria y Laguardia, "con Barrenengoa de pareja". Por los del pantano jugaban Azpiazu, Garaita y "otros de los que no recuerdo el nombre". En Vitoria hacían equipo pelotaris como Monreal y Resano y, entre los mayores, Galarreta y Gorospe. En Laguardia le tocó jugar ante Antón y Coca. De aquellos años, destaca un triunfo en el Legutiano, 21-22, tras ir perdiendo 21 a 15. "Fue un subidón", resume. El Laguardia, en "la muralla", cancha desconocida en la que "había que acostumbrarse para rendir", cumplidos los 17 y, tras empezar con un marcador en contra de 7 a 0, "terminamos ganando por 16-18, hechos del todo a jugar con la ventana de la pared izquierda y, sobre todo, aprovechándome -hace suyo el mérito- de la irregularidad del suelo junto por la zona del txoko, junto a la pared, donde la pelota nunca salía con una dirección lógica". Manu debía tener picardía además de juego. En aquellos tiempos los pelotaris se lavaban en la fuente. Una vecina les invitó a ducharse en su casa -"vaya si lo agradecimos"- y disfrutar luego de las anchoas, el queso y el jamón y, por supuesto, del vino de la zona que había que revolver antes de cogerlo "para no llevarte todo el alcohol que había en la superficie".

En los años 80 jugó por Orduña el torneo Arratia-Nervión. Amurrio andaba sobrado de pelotaris mientras que en la villa vizcaína escaseaban. Formó dúo con Mulas y se enfrentaron "a primeras de cambio" ante una pareja donde estaba Imanol Aguirre, profesional poco después y "un juvenil entonces". Con el compañero Mulas, "ganamos cuatro años el Torneo del pueblo". El último, en 1990, a los 35 años. Desde los 20 arrastró un problema en el hombro derecho que nadie supo arreglar a tiempo. Masajistas, médicos y curanderos no encontraban la solución a una dolencia que tenía que ver "con un derechazo, al ir a darle a la pelota, que terminó en el cuerpo de un rival". Nunca rindió al cien por cien, jugó con dolor cada partido, hasta que un viejo médico del Athletic, mediante el seguro de la federación, "me recomendara ponerme en manos de un cirujano vitoriano que dominaba una técnica novedosa". Eran la artroscopia y el doctor Juan Gandía. Tenía entonces 32 años y pudo jugar unos años más. En 1990, casado y con dos hijos, lo deja. Ni Maitane ni Xabier estaban dotados. "El pequeño tocaba el piano y no le convenía".

Juez y pelotari. Compaginó labores a partir de los 30. "Me gustaba la pelota y en Amurrio no había jueces", resalta. Entró en el Colegio con Carmelo Asurmendi al frente. En uno de los primeros festivales como juez, coincidió con un chavalín de apenas 15 años "que me impresionó". Era de Goizueta. Se llamaba Olaizola. Los "tiarrones" que tenía enfrente "le duraron bien poco". El arbitraje le llevó a Chile, con dos pelotaris alaveses, Oier Sáez de Cámara y Raúl Artxaga de la mano de la Federación Vasca y el Consejo Mundial. Ha sido juez de la Liga Profesional durante tres años. En el Labrit, en la Blanca, en Amurrio, el año del debut en el campo profesional de Oier Zearra. En aquel partido contra Errandonea, "vivimos lo que nunca", confiesa. "Nadie entre el público, la prensa o los jugadores se dio cuenta de que apuntamos un tanto de más a Zearra en un pasa clarísimo". También hizo de juez en dos finales del manomanista. Ambas en el Atano III. La primera, en el triunfo de Aimar Olaizola ante Irujo. La segunda, una de las tres finales que disputó Xala. La de 2004 que perdió ante Martínez de Irujo.

En cierta ocasión, en Amurrio, con apenas 18 años, se llevó por delante a la pareja campeona de España. La formada por Elorriaga y Basoa. Aquel resultado sorpresa le valió "muchos golpes en la espalda y bastantes pesetas extra en el bolsillo". Alguien ganó muchos billetes esa tarde. Jubilado de su trabajo en Ciarsa como jefe de taller de chapa -de chapa tenía que ser- y perito, vive hoy tranquilo, curioso, feliz y pendiente del bote de la pelota. Ari, es pelotari. Y juez.