En su primera visita a Mendizorroza después de diez años, al Madrid le dio tiempo en noventa minutos de resumir lo que ha sido durante la década. O más bien durante toda su historia moderna. Juego disoluto. Goleador implacable. Caraja inicial. Bulla arbitral. Siempre robando. Los blancos no llegaron al partido hasta el minuto 17, que es cuando Mendizorroza cantó el mítico “Así, así, así gana el Madrid”. Vista más de diez veces por televisión, uno no se atreve a decir si es mano o cabeza. Algo fantástico, porque la jugada se puede adecuar perfectamente a lo que le salga de las entrañas a cada uno. En las trampas de los frames encontrarán con facilidad algunos en los que se ve mano clara o otros cabeza clara.

El Madrid robando y Rajoy presidente del Gobierno. No puede ser casualidad (?) Fuera del ruido arbitral, hubo varios partidos y todos tuvieron que ver con Theo Hernández, no con el colegiado. Si Zidane no sabía que es el jugador más desequilibrante del Alavés, tuvo que aprenderlo a marchas forzadas. Seguramente acentuado por la ausencia de Marcos Llorente, el Flaco Pellegrino quiso huir de los carriles interiores e intentar que todo el fútbol del equipo ocurriera por la izquierda.

El Madrid, y sobre todo un Bale que solo defiende cuatro días al año y siempre son en primavera, pusieron de su parte. Pronto el exuberante Theo se dio cuenta que Zidane no le había diagnosticado como el hombre a tapar. Por momentos fue obscena la manera en la que superó a Danilo y Pepe, que cuando se enteró que el chaval no llega a los veinte años seguro que pensó “que ya estoy mayor para estas cosas”. Después de cuatro carreras consecutivas, se quedó parado mientras Camarasa le dibujaba con la mirada otro desmarque a tirar. Hasta Theo necesita respirar. Por ahí llegó el gol del Alavés. Paralelamente a su eclosión, se ahogaban Manu García y Daniel Torres, que vivieron un calvario sin Llorente ordenando las piezas.

El Alavés mostró su cara de equipo competitivo que no regala nada. Achicó al máximo los espacios y se mostró atrevido para salir por la izquierda. La peor suerte que corrió ayer el equipo de Pellegrino fue asistir a la primera explosión de Cristiano, la principal diferencia en la primera mitad. Todo hacía presagiar que el primer hat-trick del portugués estaba cerca. La liturgia se lleva repitiendo ya un par de temporadas o tres y gira en torno a si está acabado por no marcar en dos partidos. Pasó en la propia Eurocopa. Fue un espectro en los dos primeros y al tercero resucitó, y con él Portugal. Marcó el primer penalti, tuvo suerte en el segundo gol y aprendió que a Pacheco no se le marcan dos goles iguales.

todo o nada El segundo problema del Alavés fue cuando Zidane conoció a Theo y lo identificó como la única amenaza albiazul. Cambió el dibujo, metió a Isco de interior y taponó la salida por la izquierda. Por ahí se terminó el Glorioso, que disfrutó de una ocasión inmejorable en una escaramuza de Camarasa, cortesía de Marcelo. Ahí el partido entró en un tramo en el que los dos jugaron a mirarse a los ojos y ver quién los cierra antes. Los dos se marcaron un Rajoy, que es esperar. Tampoco podía volverse loco el Alavés y no aceleró el Madrid, que con Zidane es más italiano que castizo. Esta inacción de ambos le concedió a Pellegrino la mini-victoria que buscaba, que era llegar vivo a los últimos diez minutos, donde ya no se trata de fútbol sino de culo. Cuando el Alavés se la jugó al todo o nada, el Madrid lo ejecutó con tanto estruendo en la acción como sutileza en el plan previo. Finalmente le atrajo a su trampa como Walter White a Gus Fring refrendando el maquiavelismo de Zidane. Todos se fueron convencidos de que es el Madrid de siempre. El de siempre robando. El que gana sin hacer gran cosa. El que lleva 22 partidos sin perder en Liga pese a no jugar a nada y tener el póster de la Novena de entrenador. O eso dicen.