Donostia. Philippe Gilbert las pilla al vuelo. Dentro y fuera de la carretera, donde su olfato es letal. Lee las carreras como pocos, e instinto. En la sala de prensa, mientras los periodistas lo despiden con un aplauso, él sonríe y su mirada recorre el aula. Al fondo, justo al otro extremo de la puerta de salida, ve unos pintxos. Se levanta, recorre los pasos hasta la mesa, coge dos bocadillitos de jamón, se gira, deshace el camino y se marcha con la misma cara sonriente con la que minutos antes había ganado la Clásica de San Sebastián. La misma con la que a las dos de la madrugada había llegado a su hotel tras venir en un jet privado desde Sint-Niklaas, donde el viernes por la tarde corrió un critérium. En Donostia no se bajó del avión y voló hasta el Boulevard.

Con un rictus contraído por el esfuerzo pero con idéntica naturalidad, pues cuando algo se repite una y otra vez termina saliendo de forma espontánea, casi sin querer, el belga arrancó en el alto de Miracruz, allá donde todos lo esperaban emerger pero nadie pudo seguirle. Ni Frank Schleck. Ni Samuel Sánchez. Ni Haimar Zubeldia. Ni Joaquim Rodríguez... Que son alguien en esto del ciclismo, aunque ayer los ninguneara Gilbert, segundo belga que gana en el Boulevard tras Claude Criquielion (1983), valón como él.

Su cambio de ritmo no fue demoledor, pero sí constante, cuando la carretera empezaba a elevarse, casi en Herrera, y su compañero Vanendert -otra vez impagable, como en el Tour, como en las Ardenas- se abría de patas tras tirar a por Carlos Barredo, que a 8 kilómetros de meta había atacado del grupo de diez -los belgas Gilbert, Vanendert, Van Avermaet y Devenyns; el colombiano Urán, el catalán Purito, los asturianos Barredo y Samuel y el usurbildarra Zubeldia, otra vez mejor vasco en casa- que dejó en cabeza Arkale.

Al ver flojear al único gregario (de lujo) que iba en el grupo, Gilbert miró abajo, vio la inscripción que lleva en el cuadro de su bicicleta, fast Phil (rápido Phil), y le hizo caso: aceleró, se despegó de sus rivales y quitó a Barredo las pegatinas de su bicicleta. La Clásica ya tenía ganador: "Cuando abro 30 metros, sé que no podrán tapar ese hueco", indicó. Así, con naturalidad.

La carrera, preciosa otra vez en su segunda edición con dos pasos por Jaizkibel y Arkale donde había una muchedumbre de aficionados, contó con un bello vencedor para su palmarés. El del mejor clasicómano del momento, camino de ser uno de los grandes especialistas de la historia.

Fuga hasta Jaizkibel Su equipo, Omega Pharma-Lotto, que se dividirá en 2012, lo bordó. Filtró en la escapada que salió en el kilómetro 12 a Lodewyck -junto a Brammaier (HTC), Kroon (BMC), Fischer (Garmin), Pimienta (Caja Rural) y Ruiz (Andalucía-Caja Granada)-, y dejó hacer en el pelotón a Movistar (Rojas), Lampre (Cunego), Katusha (Purito) y, sobre todo, Euskaltel-Euskadi (Samu), en cabeza desde el kilómetro 50, cuando el sexteto gozaba de diez ricos minutos de renta.

Kroon y Fischer llevaron la fuga hasta el segundo paso por Jaizkibel, donde afloraron los gallos. El primero en cantar fue Samuel, de lejos, como en Luz Ardiden, en Plateau de Beille o en Alpe d'Huez. Lo hizo tan fuerte, a 4 kilómetros de la cima, que se fue solo. Faltaba un mundo, y el rey de los puertos en el Tour dudó. Levantó el pie, miró atrás y como no vio a nadie, siguió adelante.

Pero Gilbert no había trasnochado para que le chulease otro pillo. Saltó dos kilómetros más arriba, arrastró con él a Schleck -Frank, porque Andy se fue el viernes a un critérium en busca de unos euros y pasó de venir a Donostia-, Purito y compañía y lanzó el grupo de ilustres sobre Samuel, que coronó junto a Devenyns y, cómo no, Vanendert, el mellizo del asturiano en Pirineos y el secante que tenía ayer Philippe Gilbert.

A la salida de Hondarribia, se terminarían juntado unos 40 ciclistas. Devolder trató de escapar de las garras de Gilbert y en Gaintxurizketa también se moverían ciclistas como Haimar, Basso, Frank... Pero el valón posaba sus ojos sobre Samu y dejaba hacer hasta Arkale, donde cayó Devolder, Basso quiso y no pudo, saltaron Vanendert y Zubeldia y tras ellos Gilbert reaccionó para formar el grupo que se sintió estéril en Miracruz, donde surgió la carrera por el segundo puesto. Samu y Haimar lo buscaron, pero fueron cazados casi en la recta de llegada, donde Barredo volvió a despegar su dorsal, pero para entonces Gilbert volaba ya en su jet privado.