Tras la gira puntual de Betagarri, el contrabajista, compositor y profesor gasteiztarra Iosu Izaguirre retoma el camino del proyecto Mingus Moods. Así, este domingo, tanto a las 18.00 como a las 20.00 horas, quienes acudan al Dazz podrán dejarse atrapar por las creaciones originales del alavés nacidas a partir del estudio y el conocimiento de la figura del artista de Arizona. Junto a Izaguirre estarán Aitor Bravo (batería), Asier Iturbe (trombón), Pablo Ramos (saxo), Rubén Salvador (trompeta) y Koldo Uriarte (piano).

El Dazz es un sitio que conoce bien...

–Sobre todo como espectador.

Hay que meter a seis personas en ese escenario.

–Ya nos apañaremos (risas). Somos buenos compañeros, así que nos apretaremos un poquito. Como nos queremos mucho...

Desde que el proyecto se estrenó ante el público en 2022 ha tenido un camino bastante interesante.

–(Risas) ¿Tú crees? Cuando me decidí a hacerlo, tomé esa determinación porque quería defenderlo. La gente a la que he involucrado en todo esto son personas a las que aprecio, con las que me gusta tocar y que me demuestran cada día que están encantadas. Cada vez que nos juntamos, nos vamos con las ganas de repetir. Y aprovechamos todas las oportunidades que van saliendo, desde la actuación en el Prado con el Festival de Jazz de Vitoria, las cosas que nos hemos ido buscando, el concierto en Mirajazz... Tratamos de tocar todo lo que podemos pero no creas que hay tantas oportunidades. Por ejemplo, esta fecha del Dazz está fijada desde hace un año. Hay algunas cosas para verano que todavía no puedo decir, pero no mucho más. Confiaba, y sigo confiando, en que nos vamos a mover más, sobre todo por el circuito de festivales pequeños y medianos que hay.

Desde aquellos primeros conciertos de julio de 2022 en el Río, y más allá de la salida del disco, ¿cómo nota que ha ido evolucionando la propuesta?

–Los temas son exigentes. Hay que sabes leer partituras. Quiero decir, hay arreglo. Hay que saber improvisar. Hay que saber salirse del guion... Es decir, para un músico es exigente. Así que al principio estaban todos un poco con el culete prieto. Lo que ha pasado con el tiempo, evidentemente, es que hemos ido ganando en confianza y libertad. Los temas tienen otro desarrollo y no sentimos más libres de salirnos del guion. Nos vamos comunicando más entre nosotros. Cuando hacemos dos o tres conciertos seguidos, vemos la evolución de manera clara y siempre nos vamos con la sensación de qué pena no poder tocar más para seguir desarrollando el proyecto y seguir conociéndonos entre nosotros todavía más.

Koldo Uriarte. Rubén Salvador, Iosu Izaguirre, Asier Iturbe y Pablo Ramos, en el Dazz. JORGE MUÑOZ

¿El Izaguirre compositor está descansando?

–No está descansando, lo que pasa es que anda muy ocupado con otras cosas (risas). Pero sigo en ello. Es verdad que no al ritmo que me gustaría, desde luego.

¿Cómo ha sentido que el público está recibiendo esta propuesta, si ha entendido que esto no era música de Mingus?

–Al principio sí que lo tuve que explicar unas cuantas veces, pero todo el mundo ha ido entendiendo sin problemas cuál era el propósito. Lo que me ha vuelto de la gente me ha sobrepasado con mucho, no me esperaba esta recepción. Tampoco todos los comentarios que me hacen sobre lo que la gente disfruta la música, la de veces que se pone el disco en casa. Viene mucha gente a los conciertos, pero es que además hay caras, y no pocas, que repiten. Estoy sorprendidísimo con eso.

"En Euskadi faltan escenarios. No hay tanto pesebre y hay mucho burro"

Si la respuesta es esa, ¿qué pasa, que nos faltan escenarios o programadores?

–Hombre, escenarios faltan. ¿Hay más? Sí. ¿Hay más oportunidades para tocar? Sí. Pero no puedes estar tocando todo el rato en Vitoria. Por eso te digo que faltan más espacios, pero me refiero a Euskadi. Aquí tenemos el Dazz, el Festival de Jazz, Ondas de Jazz, Jazz Vital... En Bilbao está La Bilbaína, a donde ya hemos enviado varias veces nuestra propuesta. En Donostia estaba el Altxerri, pero lo han cerrado. En Iruña, no hay nada, algo tipo de Dazz. Es decir, no hay tanto pesebre y hay mucho burro. Así no es fácil y menos seis tipos.

Reúne al Iosu Izaguirre Sextet después del paréntesis que ha supuesto la mini gira de Betagarri. ¿No tiene mucho que ver el tocino con la velocidad, no?

–Ya, pero es que ¿sabes lo que ocurre? Que los músicos en este país estamos acostumbrados a hacer un poco de todo porque dedicarte solo a una cosa está complicado. En todos los años que llevo tocando, por suerte, he podido hacer de todo. He tocado rock, ska, reggae... he intentado tocar jazz. He estado muchos años en los Betagarri y en ese tiempo podía tocar el repertorio haciendo el pino a la pata coja. Después de tantos años, eso sí, me he sorprendido del cerebro y de lo que son los dedos porque ha sido como si no hubiera pasado el tiempo. Lo he disfrutado, la verdad, sobre todo porque ves que la gente se sabe todas las canciones y que hay cantidad de gente que seguía al grupo con la que te has reencontrado. Es una experiencia volverte a encontrar con tus compañeros y poder disfrutar de eso cinco días de conciertos. Ha estado muy bien, aunque las rodillas no están para hacer esto cada fin de semana (risas). Y Mingus Moods es otra cosa, un proyecto más personal, una propuesta en la que no se trata de poner a cantar al público y hacerlo bailar, sino que buscas otro punto de comunicación. Y me gusta muchísimo también. Pero es lo que nos toca a los músicos aquí: hoy estás haciendo jazz, mañana una romería y pasado quién sabe.

De todo se aprende.

–Claro que sí. Y todo tiene su punto de dificultad. No es nada fácil hacer bailar, tampoco cantar, y no es nada fácil conseguir que un público esté atento a un repertorio como el que hacemos nosotros con el sexteto. Es sorprendente que haya público para todo y que la gente lo disfrute y lo aprecie.