Solo el PNV suspendió la campaña electoral este miércoles. Se me escapa por qué los otros partidos no lo hicieron. Además de costar muy poco, habría sido el modo de rendir el merecido tributo a la inmensa personalidad que despedimos ayer. Porque José Antonio Ardanza Garro no solo fue, como detalla perfectamente Iñaki Goiogana en este mismo diario, un militante comprometido y entregado del PNV desde 1961 hasta el día de su muerte. También fue durante nada menos que 14 años el lehendakari de los tres territorios de la Comunidad Autónoma. Eso está por encima de las siglas.

Me quedaré, con todo, con la pluralidad ideológica y generacional que se plasmó, primero en la capilla ardiente en Ajuria Enea y, por la tarde, en el funeral en su adorado Elorrio. Creo que le habría gustado saber que en su despedida ha sido capaz de volver a unir a personas de todas las sensibilidades del país. Es verdad que tampoco me cuesta imaginarlo pensando para sí, con su retranca habitual, que ha tenido que morirse para que le muestren su respeto unos cuantos de los que no se lo tuvieron en vida. Ni siquiera al final. Es triste pero, en todo caso, si algo le conocía este servidor al lehendakari que nos acaba de dejar, creo que tampoco le hacía falta que alguno de esos que lo acosaron y trataron de derribarlo sin éxito le hubiera venido al humo de las velas a decirle, aunque fuera en privado, que quizá se habían pasado de vitriolo con él. Ardanza ya lo sabía. Vivió lo suficiente como para comprobar que el tiempo le había dado la razón en muchísimas de las cuestiones en las que, incluso frente a la incomprensión de algunas personas cercanas, se dejó alma, corazón y vida. Y ahí apuntaré, casi como regodeo, un aspecto positivo de la no suspensión de la campaña por parte de EH Bildu porque nos permitió escuchar a Arkaitz Rodríguez diciendo que “autogobierno es bienestar”. Un homenaje en toda regla.