Dado mi optimismo antropológico, no suelo prodigarme en reflexiones melancólicas ni en previsiones catastrofistas. Pero allá por donde uno se asome a la opinión publicada, todo son presagios de desastre. La cosa es que hace meses nos anunciaron un otoño muy preocupante como paso a un invierno desolador y, burla burlando, ya pisamos la dudosa luz de otoño sin mayores descalabros sociales y patrimoniales. Lo que venga, ya vendrá y no es buena consejera la angustia anticipada que se empeñan en trasladarnos expertos, aficionados y diletantes de la información económica.

Vamos a ser más pobres, dicen

Los que ya hemos vivido lo nuestro, hemos respetado y respetamos al profesor Ramón Tamames, economista acreditado, que a sus casi 90 años sigue en la brecha y, aunque poco, de vez en cuando deja caer doctrina sobre cómo están las cosas. “Vamos a sufrir, vamos a ser más pobres”, ha dicho ante un grupo de periodistas. Por supuesto, esos periodistas corrieron a sus redacciones para poner en grandes titulares el vaticinio del profesor y se prodigaron por los medios cálculos sobre cuánto de más pobres vamos a ser. La legión de expertos sobrevenidos desplegaron la lista de circunstancias responsables de nuestra anunciada miseria: la subida de la luz y el gas, la gasolina, la cesta de la compra, los tipos de interés… Los expertos ocasionales, hilando más fino, hasta han detallado el importe de cada pérdida de poder adquisitivo por denominación de origen. Así, calculan que una familia media hipotecada pagará una media de 900 euros más al año, 500 más de luz, 1.000 más de gasolina y 500 más por la cesta de la compra. O sea, que según esta interpretación, resulta que vamos a ser 3.000 euros más pobres al año. Tal y como está el nivel medio de ingresos en este país, estaríamos a punto de una verdadera pandemia de pobreza.

Curioso que de la conferencia del profesor Tamames los periodistas asistentes desplegasen su actividad informativa en ese único punto de cuanto dijo, obviando cuanto expresó sobre la principal causa de esta penosa situación, esa “vergüenza de la humanidad entera que en el siglo XXI haya una guerra en Europa y que las Naciones Unidas no tengan todavía la capacidad de pararla es intolerable”. Tamames sostiene que la ofensiva de Putin es impresentable, pero la estrategia de la Unión Europea y EEUU limitándose a proporcionar armas a Ucrania sin dar ninguna oportunidad al acuerdo diplomático, no hace otra cosa que perpetuar la guerra.

Que mientras se bombardea Ucrania pintan bastos, está claro. Que hay condiciones objetivas para el encarecimiento de productos energéticos, ninguna duda. Que de ese encarecimiento se deriven aumentos de coste en productos básicos, cierto. Que en este río revuelto van a enriquecerse aún más los que más tienen, seguro. Que en estas aguas turbias van a prosperar intermediarios, comisionistas y enchufados, démoslo por hecho. No sé si serán 3.000 euros menos al año o algo más o algo menos, pero como siempre ocurre van a ser los más necesitados, los eternos precarizados, los que paguen el pato, o paguen esa maldita guerra.

Ya veremos cómo vienen dadas otoño adelante y el invierno en puertas. La cosa es que mientras siga observando maletas yendo y viniendo, terrazas mañaneras repletas de personal desparramado en brunch y bollería, listas de espera y cita previa para restaurantes de nombre y terrazas nocturnas a rebosar de gin-tónics y barullo, no daré por llegado el apocalipsis.