levamos unas cuantas semanas ya de guerra en Ucrania, y poco a poco, las cosas van quedando claras. Algunas lo eran prácticamente desde el principio, por ejemplo, quién es el agresor y qué país es el agredido. También poco a poco Putin va dejando más claro su carácter dictatorial. No solo no tolera la oposición, tampoco la discrepancia. Le da igual que quien discrepe sea una superviviente nonagenaria del asedio de Leningrado o una periodista que se limita a oponerse a la guerra con una fugaz aparición en pantallas televisivas con una pancarta.
También va quedando claro que ser agredido te convierte en eso, en agredido, pero no necesariamente en demócrata. La decisión de Zelenski de ilegalizar once partidos políticos durante el periodo de la ley marcial, según él, por sus vínculos con Rusia no augura democracia. Una de esas formaciones cuenta con 44 escaños en el parlamento. También ha impuesto sanciones a medios de comunicación ucranianos, como Primero Independiente (canal de televisión creado por los periodistas de los medios 112, ZIK y NewsOne, ya previamente sancionados) y otros.
Espero que a los parlamentos de los países que han mantenido videoconferencias de apoyo a Zelenski les quede claro, por tanto, que están apoyando a un agredido, pero no necesariamente a un demócrata. "Oiga, que hay una guerra" me podrán decir. Efectivamente, hay una guerra. Pero aunque nos vendan que la guerra convierte todo en blanco y negro, sin escalas de grises, la realidad sigue siendo igual de tozuda y multicolor que siempre. ¿Con esto digo que debe amainar nuestra oposición a Putin? No. Solo digo que no nos pongamos las gafas de blanco y negro, que nublarán nuestro buen juicio.
Otra cosa que va quedando clara es lo atroces que son las guerras y lo selectivos e injustos que somos tratando a unas u otras personas que huyen de ellas. Muchas veces en función del color de su piel y de sus ojos.
¿Sabremos sacar las conclusiones lógicas y adecuadas?
@krakenberger