La gloria final le correspondió a Cody Miller-McIntyre, que esta temporada ya se erigió en el verdugo de otro equipo griego como el Olympiacos en El Pireo, gracias a esa canasta rebosante de personalidad a falta de nueve décimas que desató la locura en el Buesa Arena. Sin embargo, el indiscutible héroe del pequeño milagro protagonizado por un Baskonia rebosante de fe y casta fue, sin duda, Chima Moneke.
El ala-pívot nigeriano firmó un último cuarto antológico que puso los pelos de punta a todos los presentes en la cancha de Zurbano. Fue una especie de verso libre maravilloso que se echó el equipo a su espalda para liderar una remontada asombrosa que perdurará durante mucho tiempo en la retina de los pasionales aficionados azulgranas.
Mientras jugadores como un ansioso Howard o incluso Costello, con una antideportiva que parecía mortal de necesidad tras una infantil pérdida ante Sloukas, ponían palos en las ruedas en un final no apto para cardíacos, Moneke fue alimentando poco a poco las esperanzas alavesas gracias a un repertorio sobresaliente en todas las facetas.
El ex jugador del Manresa, cuya química con la grada del Buesa Arena va 'in crescendo' a medida que transcurre la temporada, se fue en esos diez minutos finales hasta los 15 puntos. Todo lo hizo bien. Se sacó varios conejos de la chistera para hacer creer a un Baskonia que, con Dusko Ivanovic en el banquillo, se está especializando en resucitar cuando todos le dan por muerto. Y eso que uno de sus triples fue dado finalmente como canasta de dos después de que los árbitros revisaran en el vídeo que había pisado la raya.
También capturó infinidad de rebotes y se permitió el lujo de colocar un soberano tapón a Nunn, el verdugo del Panathinaikos al que, por fortuna, el aro se le hizo diminuto en las últimas posesiones helenas. Un repertorio total mientras pedía más ruido y decibelios a una grada entregada a la causa baskonista.
Quinteto de 'pequeños'
Moneke fue un torbellino en materia anotadora disponiendo de barra libre para saltarse cualquiera sistema, buscar aclarados y anotar desde más allá de la línea del 6,75 gracias a una precisión milimétrica. En los momentos comprometidos dio un paso al frente para terminar de rescatar a un Baskonia que mediado el tercer cuarto parecía estar besando la lona con sus 17 puntos de desventaja (31-48). Craso error.
Ivanovic apostó por un quinteto de 'pequeños' en el que Sedekerskis y Moneke –bien secundados por otro gladiador como Dani Díez– ejercieron como antídotos bajo el aro para minimizar la aplastante superioridad interior del Panathinaikos. Los tres 'cincos' (Costello, Kotsar y Diop) agotaron la paciencia del técnico montenegrino, que revolucionó al Baskonia con una determinación táctica que allanó el camino hacia una reacción increíble.
El resto llevó la firma de un Moneke inconmensurable. El mismo jugador al que Sasa Obradovic puso la cruz el pasado verano en el Mónaco y ahora hace las delicias del baskonismo.