Vitoria. En Vitoria hace frío. Lo hacía cuando la fundó Sancho el Sabio y lo seguirá haciendo dentro de cien años, cuando la rotonda de América Latina todavía siga en obras y la estatua de Ken Follet haya sido sustituida por una a Dusko Ivanovic. Por eso, cuando la reforma del Buesa Arena obligó al Baskonia a asumir su traslado temporal a otro recinto y surgió la posibilidad de exiliarse en la plaza de toros, lo primero que a más de un socio le vino a la cabeza fue una pregunta simple: ¿cómo van a evitar que nos congelemos en un recinto abierto y con paredes microperforadas? Cuando el Departamento de arquitectura del Ayuntamiento se puso manos a la obra para convertir -a contrarreloj- la plaza de toros en un recinto que acogiera al Caja Laboral, su principal quebradero de cabeza pasaba por responder a esa pregunta. No de forma genérica, sino con una cifra concreta. Porque, para poder jugar un partido de baloncesto, la reglamentación ACB obliga a los clubes a mantener una temperatura en pista de 18 grados.

La solución por la que se decantaron finalmente fue colocar un sistema de setenta paneles calefactores direccionales que disparan el calor directamente al parqué para que luego éste se propague al resto del recinto. Pero a veces la teoría y la práctica prefieren irse por su cuenta en lugar de converger en el mismo punto. Ahora, entrados ya de pleno en una de las dos únicas estaciones que se dignan en pasar por la capital alavesa la realidad se ha tornado más cruda -y gélida- de lo que cabía esperar, con casi tantas perspectivas como los 8.512 espectadores con los que cuenta el ya llamado Iglú Arena. Los socios de los tendidos superiores sienten en sus carnes una nueva variante del ying y el yang. Por delante, mientras los panales están encendidos, el calor achicharra sus caras, pero el frío que entra por los paneles microperforados enfría su espalda y riñones. Por su parte, muchas de las personas que ocupan las sillas de los laterales se quejaban el domingo de las heladas corrientes de aire que soplaban constantemente.

El problema es complejo y de difícil solución. Y más si tenemos en cuenta que hablamos de un hogar temporal que, aunque Javier Maroto haya intentado evitarlo, el Caja Laboral abandonará el 25 de enero -segunda cita del Top 16- para jugar su primer partido de regreso en el Buesa Arena. Si los paneles de calefacción están mucho tiempo encendidos durante el partido, los jugadores se quejan -ya lo han hecho en varias ocasiones- de que el calor les resulta insoportable. Si permanecen mucho tiempo apagados, el calor desaparece más rápido que Nemanja Bjelica tras fallar una canasta. Hartos de la situación, un grupo de aficionados ha iniciado en las redes sociales una campaña para acudir al próximo partido con una manta como forma de protesta. El aforo se resiente, y desde que arrancó la temporada las gradas sólo han superado los 8.000 espectadores en dos ocasiones -Valencia Basket y Olympiacos-. Y mientras tanto, los socios del Baskonia -y el propio club más que ninguno de ellos- sólo piensan en una cosa: volver al Buesa cuanto antes. Como en casa, en ningún sitio.