¿Has hecho cola alguna vez durante más de una hora? ¿Te ha tocado esperar de pie en la calle más de lo que pensabas para hacer una gestión en el banco?

Las colas superaron todas las expectativas en Vitoria el pasado jueves, día 6. Desde primera hora de la mañana muchos vitorianos empezaron a hacer fila en pastelerías de la ciudad para comprar el tradicional roscón de Reyes.

Aunque la mayoría de los clientes tenían el postre encargado, pasar más de una hora en la cola fue inevitable delante de algunos establecimientos de los barrios de Judimendi y Coronación. Las pastelerías no daban abasto. Hasta los vitorianos más madrugadores hicieron largas colas por llevar a casa el tradicional roscón.

El protocolo para reducir los contagios de covid incluye evitar aglomeraciones en los espacios cerrados, lo que ha convertido en algo muy cotidiano ver largas filas de vitorianos en las calles de la ciudad que, en muchos casos a desgana, tienen que esperar a diario delante de bancos, panaderías, comercios o farmacias, gestiones que antes no requerían más de unos minutos.

Míticas colas en Vitoria

Y antes... ¿por qué hacíamos cola los vitorianos? Comprar entradas para el Teatro Principal o apuntarse a un curso de gimnasia en los centros cívicos cuando no había sistema online, entrar a una discoteca de moda (las colas que se formaban los sábados por la tarde para acceder a The End en la calle Florida o a Dato Sur frente a la estación de Renfe eran míticas en los 90), o el primer día de rebajas para pagar en las tiendas eran algunas de las pocas situaciones por las se hacían colas en Vitoria.

Sin olvidar algunos días puntuales al año, por ejemplo cuando el Ayuntamiento repartía entre los vitorianos las flores de la Plaza de la Virgen Blanca en agosto antes de la bajada de Celedón el día 4, o las colas para comer las alubias en Olarizu.

O colas tan surrealistas como esperar más de 20 minutos para comer una croqueta en el bar Bendaña del Casco Viejo, comprar una crema en Mercadona o intentar hacerse con una de las ofertas irresistibles de Lidl (desde un cepillo de dientes eléctrico, una cafetera a batería o un ventilador de suelo) tras haber estudiado minuciosamente el catálogo semanal que buzonean.

Colas a diario en bancos de Vitoria

En pleno confinamiento por la pandemia, el covid nos enseñó a los vitorianos, con no muy buena fama para hacer colas, a esperar con paciencia frente a los supermercados y a las farmacias de la ciudad ante la escasez de mascarillas.

Una estampa que se ha ido extendiendo en la capital alavesa durante estos meses de pandemia, siendo habituales en verano, por ejemplo, largas colas para acceder a las piscinas de Gamarra o Mendizorrotza, con gente muy enfadada en la fila bajo el sol en días de más de 30 grados. ¿O a quién no le ha tocado hacer cola para hacerse una PCR o ponerse la vacuna?

Desde hace meses en las puertas de entidades bancarias de Vitoria se ven largas colas de personas todos los días esperando para hacer gestiones o ser atendidos.

Sobre todo es gente mayor la que tiene que esperar pacientemente porque no tiene posibilidad de acceder a la banca online y porque, en muchos casos, son personas que no están familiarizadas con las nuevas tecnologías. Los más mayores de Vitoria se quejan de las dificultades que tienen para poder gestionar su dinero de forma online.

La mayoría de los bancos en la capital alavesa han recortado los horarios de atención al público. En muchos casos después de las 11.00 de la mañana no atienden de forma presencial, lo que suele provocar desde primeras horas colas de espera de más de hora y media. Una situación que se agrava porque hay que sumar el cierre del número de oficinas y el recorte del personal.

Cuatro años de nuestra vida

A pesar de la lluvia o con temperaturas de más de 35 grados, hoy en día el covid nos ha enseñado a aguntar en la fila el tiempo que haga falta, por ejemplo, para algo tan cotidiano como hacer una gestión en el banco, comprar el pan en la panadería del barrio o entrar a una farmacia.

Tal y como explican algunos estudios científicos, hoy en día dedicamos una media de 5 años a navegar por Internet, 11 años a ver la tele, 115 días a reír, 27 días a esperar en la parada del autobús, del tren o del metro, y nada menos que cuatro años a hacer cola, casi los mismos que a comer.