Confiar en que sus hijos van a estar bien, entenderlo como “la apertura a un nuevo ciclo de vida” y tener en cuenta que “es algo puntual, que no genera un sufrimiento excesivo si lo compensan con cariño, afecto y seguridad” son los consejos que ofrece esta profesional del Colegio Oficial de Psicología de Bizkaia para afrontar la adaptación escolar.
¿Por qué es necesario el periodo de adaptación en los colegios?
–Porque supone una ruptura de un niño que está con sus figuras de apego –los padres o los abuelos– y pasa a estar en un mundo extraño, donde no es el centro de atención y tiene que compartir. Las figuras de apego se quedan en casa y entran esas fases de miedo al abandono, a lo desconocido. Es necesario que el niño vaya adaptándose y entendiendo poco a poco que no es un abandono, que son unos tiempos puntuales.
¿Sufren más los niños o los padres?
–Ambas partes. Los padres los ven pequeños e indefensos, parece que los lanzan al mundo de repente y es normal que sientan cierta angustia, pero no deben transmitírsela a los niños. A veces se empeora la actitud del niño por la angustia de los padres, que pueden transmitir tanto verbalmente como por conductas ese miedo a la separación o a que el niño acabe en un lugar no seguro.
¿Los menores que han ido a guardería se adaptan mejor al cole y los que han estado en casa lo pasan peor o puede haber sorpresas?
–Puede haber sorpresas. Hasta los dos años los niños que tienen un vínculo potente con los progenitores van a sufrir más, pero a partir de los cuatro o cinco años se adaptan mejor porque han visto cómo esas figuras de apego siempre están ahí y no significa que desaparezcan.
“No hay que alargar las despedidas ni decirle que vuelves enseguida, sino mostrarle afectividad y darle seguridad”
¿Cuánto suele tardar en adaptarse un niño o niña de dos años?
–Cada menor es un mundo, pero en el primer mes están adaptados e incluso se lo pasan bien. Si persiste en su angustia, habría que hacer una consulta profesional.
¿Pueden llegar a somatizar?
–Sí, a veces se producen regresiones. Niños que habían controlado ya esfínteres vuelven a hacerse pis, otros presentan dificultades a la hora de comer o dormir... No es infrecuente. Tampoco hay que alarmarse en exceso por ello, siempre con unos periodos naturales de tiempo.
Hay menores que se aferran a las piernas de sus progenitores. ¿Cómo actuar en esos casos?
–Días antes ya hay que hablarle de esa nueva situación, familiarizarle con el colegio, decirle el nombre de la andereño... Una vez en el centro, no hay que alargar esas despedidas. Tampoco mostrar frialdad, sino afectividad, darle seguridad y explicarle que es el momento de separarse y que en un rato volverás. No hay que mentir diciéndole que vuelves enseguida. De todas formas, hoy día eso queda trabajado por la permanencia de los padres los primeros días.
Algunos, poco después del berrinche, están jugando en el aula tan ricamente. ¿Chantaje emocional?
–Es normal que no quieran dejar a sus figuras más representativas, pero después, si comprueban que no es un espacio hostil, que hay una educadora competente y cariñosa y otros niños con los que jugar, se van relajando y lo asumen como un proceso natural. Es frecuente que delante de los padres parezca todo un drama y luego no sea para tanto.
¿Es adecuado darles regalos por haberse quedado en el cole?
–No soy partidaria de este tipo de compensaciones. Los primeros días se les debe permitir que vayan con algún objeto de apego, que ya se les irá quitando poco a poco. Es muy importante la motivación más afectiva, interesarme por lo que ha hecho en clase, valorar y felicitar los progresos, las cosas que cuenta...
Cuando uno cree que ya se han adaptado, llegan las vacaciones de Navidad y, en enero, vuelta a llorar.
–En los periodos vacacionales los padres participan más en las actividades con los niños y estos lo viven con ilusión. El primer día de vuelta al cole todo ese sueño se disipa de golpe, pero a los niños que en septiembre se adaptan con cierta facilidad no les suele durar mucho.